La terraza de Casa de América es tan chic que me cuesta acostumbrarme al entorno. Menos mal que Fernando, impregnado del glamour de la editorial que representa, flamante y cómodo,dentro de su despreocupado aspecto, contrarresta mi actitud de recién llegada a la sofisticación.
Hay árboles rodeando el espacio reservado a las mesas, barras metálicas habitadas por atractivos camareros (me apetece saludarlos a todos), sillas de diseño un tanto bajas y un banco corrido, con almohadones blancos, en el que nos acomodamos sin darnos cuenta de que, justo detrás, nos acecha un aspersor. Cero perturbación: hace tanto calor que nos quedamos allÃ, en medio de una lluvia de gotitas de agua, mientras nos tomamos la Heineken que nos sirve una camarera con gafas de sol y protegemos del riego nuestros Marlboros.
Los escritores no tardan en llegar; para identificarlos interrumpimos nuestra conversación sobre sexo. Empiezan a dejarse ver, se reconocen entre sà fundiéndose en abrazos de reencuentro, y se aislan con cigarros y copas del Madrid terrenal que los acoge en el inicio de su viaje. Tal vez, como alguien afirmará unos minutos después en la presentación oficial, pertenecen a una especie diferente, que en la actualidad libra una lucha atroz por no ser declarada en peligro de extinción.
Es el principio de La Semana Negra.
Cerca de nosotros, Fernando MarÃas saluda afable a los que van accediendo a la calma exótica de la terraza. Distingo a Carlos Salem, inconfundible con su pañuelo negro; Pedro de Paz, Paco Taibo, Ian Watson, Elia Barceló, Rafael MarÃn… y ya dentro, amparada en el silencio del auditorio, donde Taibo tomará las riendas de la presentación, localizo en los asientos reservados a la prensa a mis amigas Carmen Moreno y Begoña Minguito, acompañadas por el cantautor Dani M.
Susana Vallejo y MarÃa Zaragoza son las últimas en llegar a una ronda de presentaciones cargada de elogios para una iniciativa que, por lo que creo leer entre lÃneas, tiene difÃcil su continuidad aunque está dispuesta a defenderla con uñas y dientes.
Los autores hablan, agradecen, se presentan y yo, con Fernando a mi lado y el bloc de notas abierto, pienso en dos cosas: en Gijón, un sitio donde volver; y en la Cosecha Roja, de Hammett, que terminé en la estación donde esperamos la salida del Expreso de la Robla.
Pienso en que Hammett, desgraciadamente, murió hace mucho tiempo y en cómo hacemos un esfuerzo por seguir la estela de aquello que admiramos.
Inmersos en esta tarde que describo, en medio del verano, veinticuatro horas después de la dimisión de Camps, en paralelo a la performance de la poeta Malicia Cool en el centro de la ciudad, a escasas horas de las expulsiones en Supervivientes y el enésimo episodio de Mentes criminales; con nuestros trabajos relacionados con los libros en suspenso, algunos amigos de vacaciones y la familia bien, rescato las palabras de Taibo, que define la Semana Negra como «una fiesta popular con la literatura como columna vertebral; la literatura, siempre divertida y nunca obligatoria».
La literatura, completo yo, tan a menudo mal entendida pero siempre requerida con buenas y ambiciosas intenciones.
Marina SanmartÃn
La Fallera Cósmica