Son pocos los artistas capaces de romper clichés y que a su vez gocen de un elevado Ãndice de popularidad y reconocimiento. En este sentido Stanley Kubrick (1928-1999) es uno de los ejemplos más significativos y, como es lógico, el interés que despierta ha generado abundante bibliografÃa. Colaboradores cercanos al cineasta, como el crÃtico francés Michel Ciment y el escritor estadounidense Michael Herr, han plasmado en sendos libros (los dos titulados Kubrick) sus experiencias en primera persona junto a él. Un rasgo curioso de las relaciones que ambos mantenÃan con el realizador es que conversaban muy frecuentemente por teléfono y apenas se veÃan en persona. Basta con decir que Michael Ciment se vio con Kubrick en unas cinco ocasiones a lo largo de treinta años de relación. Sus conversaciones telefónicas, como recuerda Ciment, servÃan a Kubrick para hablar de cine, de festivales de cine o, simplemente, para consultarle sobre un buen lugar en ParÃs donde poner las vallas publicitarias para la promoción de cualquiera de sus pelÃculas.
La narración de Herr se basa en su amistad con Kubrick, “en la medida en que un tipo como Stanley tiene amigosâ€, como reconoce el autor de Despachos de guerra. Sus conocimentos sobre la guerra del Vietnam y su condición de guionista no profesional le valieron para despertar el interés de Kubrick. Ambos elaboraron juntos el guión de La chaqueta metálica. Herr señala que sus charlas al teléfono fueron siempre maratonianas. Las recuerda como “una conversación telefónica que duró tres añosâ€. Mientras hablaban de temas de lo más diversos, Kubrick recababa valiosas informaciones en beneficio de sus proyectos. Es decir, explotaba al máximo las capacidades de Herr.
Por otra parte, Herr y Ciment coinciden en señalar la importancia de los libros en el trabajo del creador de obras como 2001: Odissea del espacio, La naranja mecánica o Atraco perfecto. Cuenta Herr que Kubrick se procuró su propia educación superior. Sin ceñirse a ningún sistema de lectura determinado, sino a uno completamente aleatorio, leÃa una gran cantidad de libros. No en vano, la mayor parte de sus pelÃculas las basó en obras literarias en las que era capaz de vislumbrar una historia. Después se tomaba su tiempo para la reflexión. La adaptación cinematográfica que harÃa de la novela Relato soñado, con el tÃtulo de Eyes wide shut, maduró en su mente nada menos que por un periodo de treinta años.
Los libros, por tanto, constituÃan uno de los ejes centrales del universo creativo de Kubrick. Su encuentro con una obra que consideraba susceptible de ser llevada un paso más allá, es decir, hasta lÃmites insospechados, era a menudo la génesis de aquello que poco después se convertÃa en una obra de referencia para el mundo del cine.
Jordi Pacheco