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Palabra y democracia

Gonzalo Gragera
3 diciembre 20154 diciembre 2015
Cuadernos para el Diálogo | Imagen video Informe Semanal
Cuadernos para el Diálogo | RTVE

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que el poema de Machado, Antonio, recitado en la tribuna de Las Cortes por Adolfo Suárez fue una realidad constante: todo abierto al mañana. En la década de los años 60’, en el principio del fin del régimen franquista, hubo esperanza y convencimiento. En octubre de 1963 un pequeño grupo de intelectuales y estudiantes universitarios vinculados, o cercanos, a movimientos de carácter democristiano fundaron una revista de crítica y de opinión. En aquel mes de octubre, Joaquín Ruiz-Giménez, publica el primer número de Cuadernos para el Diálogo, publicación mensual destinada a enriquecer el debate y el pluralismo ideológico, las bases de los valores democráticos de la Constitución de 1978, el interés por los derechos humanos y las garantías jurídicas del Estado de Derecho; Cuadernos para el Diálogo nació para cultivar las libertades y, claro está, la democracia. Sí, fue palabra y democracia.

Desde Revista de Letras nos acercamos a la historia de esta publicación (1963-1978), la cual, como todo lo que en el tiempo perdura, evolucionó en sus tesis y en sus posiciones, sin abandonar, eso sí, el espíritu de diálogo y compromiso en sus principios y en sus ideas aperturistas.

1963-1968

Cuadernos para el Diálogo
Cuadernos para el Diálogo

Joaquín Ruiz-Giménez, hombre de claras convicciones cristianas, nutrido por el progresismo del catolicismo social y político de Roma, ideó un foro en que nadie pudo parecer la censura y la exclusión. De los sectores más conservadores del franquismo, con ánimo de moderación y tolerancia, hasta los comunistas y la izquierda en general, tendrían la oportunidad de entablar contacto y acercar sus inquietudes.

El abogado Ruiz-Giménez, en el verano de 1963, organizó varios encuentros con intelectuales de la época y estudiantes entusiasmados con la reforma del sistema político español. El despacho del abogado, en la madrileña calle Ortega y Gasset, se citaron a personas de talante socialista, como el por aquel entonces futuro alcalde de Madrid, Tierno Galván; también acudieron a las reuniones sindicalistas y partidarios de la apertura en el inmenso espectro de sus ideologías. Se consultó al Ministerio de Información y Turismo el denominado permiso de edición y se solicitó la ayuda económica pertinente, no sin dificultades, ya que el ministerio nunca contempló con buenos ojos la edición y el contenido que en ésta publicaban (muchos menos si el cerebro de la idea había sido un colaborador del dictador). El primer Consejo de Redacción de la publicación Cuadernos para el Diálogo estaba formado por Gregorio Peces-Barba, Elías Díaz, Javier Rúperez, Francisco Sintes, Ignacio Camuñas, Juan Luis Cebrián, Mariano Aguilar Navarro y Pedro Altares. En la primavera de 1964 se constituye la empresa editorial Cuadernos para el diálogo, S.A., Edicusa, para financiar el proyecto de la revista y aportar una estructura e ideario empresarial al recién nacido diario.

La promulgación de la ley de Prensa e Imprenta de 1966 ocasionó más de un dolor de cabeza a los editores. Aun así, desde Cuadernos para el Diálogo, se mantuvo una oposición crítica al régimen franquista basada en las libertades y en el humanismo cristiano tan propio de su línea editorial. El acoso y la censura del ministerio se hizo patente en la Orden Ministerial notificada, con motivo de la nueva ley de Prensa, a Ruiz-Giménez, en la cual lo obligaban a dimitir de su cargo, pues no poseía el título de periodista. Nombraron como sustituto a José Ruiz Gisbert, periodista y estudiante de económicas. Pese a todas las adversidades, Ruiz-Giménez no abandonó su puesto como presidente del Consejo de Redacción. Por tanto, de este modo, el espíritu de la revista permaneció.

En los siguientes dos años, hasta 1968, se produjo el primer cambio relevante en la línea editorial de la revista, progresando paulatinamente hacia tesis secularizadas. En el número 58 de la publicación, julio de 1968, el último de Ruiz Gisbert como director de ésta, colaboraron escritores, intelectuales y periodistas de corte marxista y tendencias cercanas al comunismo y la izquierda de la ruptura. Una nueva etapa se abre ante nosotros.

1968-1976

Cuadernos para el Diálogo
Cuadernos para el Diálogo

En septiembre de 1968, Félix Santos, abogado y periodista, accede a la dirección de la revista. En estos meses se traslada la sede de Cuadernos para el Diálogo a la calle Jarama número 19, en Madrid. No obstante, cambios más importantes se sucederán en esta nueva etapa: un consejo de redacción más abierto y divergente, contundente oposición al Proceso de Burgos (1970) y el ascenso de Pinochet al poder.

Durante estos ocho años serán numerosas las manifiestas disidencias de la revista, partidaria de las libertades y los valores de tolerancia, moderación y respeto a la dignidad de la persona, con el Movimiento. Los principales casos en los que Cuadernos para el Diálogo se encuentra la taxativa oposición del Movimiento fueron el escándalo MATESA y el Proceso de Burgos. En ambos sucesos la revista adoptó las ideas defendidas en las universidades, en las democracias europeas y en los organismos internacionales. Es decir, se optó por la suspensión de la pena de muerte y las garantías judiciales en el proceso para los acusados. Otro hecho histórico fundamental para comprender el carácter de esta revista fue el golpe de Estado perpetrado por Pinochet al gobierno chileno de Salvador Allende en 1973. En el número dedicada al golpe militar se insinuó la participación de familias chilenas cristianas en el mismo. La sospecha generó un gran revuelo en la redacción y motivó la salida de un grupo de colaboradores.

En los últimos coletazos del tardofranquismo, con el general Francisco Franco fallecido, el periodista Pedro Altares redacta las nuevas directrices que ha de seguir la revista de cara a los nuevos tiempos de la transición. El manifiesto es acogido con agrado por el Consejo de Administración y la revista se convierte en un seminario de información y de opinión. Un formato bien distinto al hasta entonces conocido. Algunos apuntes del informe redactado por Altares que aquí os traemos fueron: el pluralismo ideológico, la independencia informativa, el apoyo a los derechos sociales, una concepción liberal y crítica de la cultura, una línea informativa de centro izquierda, el rechazo al Estado centralista.

1976-1978

Bajo la dirección de Pedro Altares, número de febrero-marzo de 1976, la reviste sufre cambios sustanciales respecto del formato y de la edición. La edición será semanal, no mensual, y se enrique con reportajes, entrevistas y artículos de actualidad, despojando el carácter académico y reflexivo de la primera etapa. La publicación bebe del esquema clásico de cualquier diario, con un redactor jefe, una redacción, corresponsales y colaboradores. En cuanto al aspecto estético, el modelo a seguir será parecido al del Nouvel Observateur. El contenido, en principio, se torna más atractivo, aunque no hay quien observa de soslayo la personalidad socialista que inunda el ideario de Cuadernos para el Diálogo. La participación de ciertos amigos de Felipe González en el accionariado de la revista y la militancia de colaboradores y asiduos en los círculos del reformado PSOE son claros síntomas y evidencias del novedoso criterio de la revista.

A finales de los años setenta, 1978, surgen los primeros problemas económicos. La publicación de periódicos como Diario 16 o El País en la competencia –buena parte de la redacción de Cuadernos para el Diálogo ocupará puestos en las redacciones de estos diarios-, el acusado déficit que atravesaba Edicusa en sus cuentas y la llegada de un sistema democrático que hubo de prescindir de la idiosincrasia y los ideales ansiados por los miembros del Consejo de Redacción de la revista –pues estos principios eran ya una realidad formal y material en el proyecto constituyente de 1978- hicieron que ésta desapareciera de los quiscos de manera paulatina.

¿Qué queda? De Cuadernos para el Diálogo queda una publicación sin la cual no hubiese habido transición ni ánimo y predisposición para la cultural democrática, no al menos como la hemos conocido. De Cuadernos para el Diálogo queda una experiencia de verdadero compromiso político liberal, basado en el respeto a los derechos humanos, al Estado de Derecho, a la cultural como eje de todas las ideologías partidarias del debate y de la conversación. De Cuadernos para el Diálogo queda el nombre y la hemeroteca, el honor de saber que en la Historia de España siempre hubo, y habrá, ese poema de Antonio Machado. Abierto al mañana.

Unos cuadernos para el diálogo
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Gonzalo Gragera

Sevilla, 1991. Escritor y lector. Estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Autor de los poemarios 'Génesis' en la editorial Jirones de Azul y 'La vida y algo más' en la editorial La Isla de Siltolá. Ha colaborado en diversas revistas de poesía y periódicos como ‘La Isla de Siltolá’, ‘Estación Poesía’ o ‘El Correo de Andalucía’, entre otros. Actualmente, es colaborador en 'La Mañana' de Cope Sevilla y en la revista cultural ‘Nueva Revista’.

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