Pep Bou | Foto: David Ruano

La piel del agua

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Pep Bou | Foto: David Ruano
Pep Bou | Foto: David Ruano

Estamos en 1982. Una noche de septiembre. Un joven arquitecto técnico, profesor de geometría, se ha atrevido a estrenar en el Fira de Tàrrega un espectáculo basado en los movimientos de las pompas de jabón. Pep Bou ha participado en el efervescente movimiento parateatral que tiene lugar en Barcelona a finales de los años setenta. Incluso, ha llegado a fundar alguna pequeña compañía, como Pal de Ral, y se ha interesado especialmente por el mundo del mimo. Pero sus amigos no entienden que su primera obra en solitario, Bufaplanetes, beba de una técnica asociada hasta entonces al público infantil. Por eso está tan nervioso antes de salir a escena.

– Tienes el elemento poético por excelencia. No lo abandones.

La voz es la de un hombre del público que ha permanecido, maravillado, en la primera fila durante ese primera actuación. Aunque mantiene mirada de niño, no lo es. Tiene sesenta y tres años y se llama Joan Brossa. El poeta se acerca a Bou, le abraza, y le invita a cenar una semana después.  Pronto describirá como nadie el trabajo de este domador de burbujas. Lo que hace, en palabras del escritor catalán, es “poetizar la efectividad del juego”, en “una alentada lírica que los relojes no aciertan a vigilar”.

– No lo abandones.

El arquitecto técnico elige entonces la burbuja poética frente a la burbuja inmobiliaria, a la que parecía destinado por su primera formación. Pero la construcción de espacios, aunque efímeros, es lo que ha ido realizando Pep Bou durante más de treinta años de carrera. En 2009, mira atrás y presenta Rebufaplanetes, una mirada retrospectiva a esa trayectoria basada en el ensayo y el error, la insistencia en lo lúdico y la constante investigación.

Bou ensayando en el Romea | Foto: Albert Lladó
Bou ensayando en el Romea | Foto: Albert Lladó

Estamos ahora en 2016. Una tarde de marzo. En los camerinos del Teatre Romea, Pep Bou reflexiona, mientras va haciendo sus mezclas en un recipiente de plástico, sobre su relación con el agua. Vive del riesgo del directo. Busca incesantemente el misterio y el hechizo. Pone a prueba la condición imprevisible de los materiales. Sabe muy bien que la belleza de lo que hace radica, además de en la música y en la luz, en la fragilidad de su propuesta.  Pero todo está más conectado de lo que podía parecer al principio. Ahora es más fácil darse cuenta.

– La naturaleza está llena de geometría, si te fijas en cómo el agua y el jabón construyen volúmenes… Cómo se juntan y se separan… Siempre he querido hacer un experimento vivo. Que el público sea testigo de la metamorfosis. –nos cuenta, mientras besa una burbuja que intenta huir hacia el techo.

La curiosidad de Bou le ha servido para unir cultura y naturaleza, ciencia y teatro. Con Jorge Wagensberg estrenó en 2010 Bereshit, un viaje hacia la historia del cosmos a partir de la primera palabra que leemos en la Biblia (y que suele traducirse como “en el comienzo”). Hoy ambos trabajan en La pell de l’aigua. El investigador le propuso ese título porque “el agua tiene piel”. Por eso, asegura, “un cuerpo más denso que el agua puede flotar sin mojarse”. Por eso, también, una gota puede descansar sobre una hoja. O por eso la pompa refleja, compone y descompone la luz que intenta atravesarla. Si explota, la burbuja (“la realidad es redonda”) se convierte en mil partículas de agua. Somos agua. Somos inestabilidad.

– Siempre me llevo el agua de mi casa. –admite, Bou.

Este taumaturgo, que mantiene un espectáculo estable desde hace una década en Port Aventura (Bubblebou), vive en el campo. Allí tiene un pozo del que extrae el agua con el que trabaja. Es su materia prima y ha aprendido a establecer con ella una relación de complicidad difícil de explicar. Si tiene que viajar a algún país donde no dejan entrar líquidos (a veces transporta más de una tonelada), pide al teatro que le envíe los minerales que tiene el agua con el que deberá enfrentarse. Contra más pura y menos tratada, mejor. Si tiene mucho cloro, habrá problemas. Cuando llegue a la sala, quedará prohibido cualquier elemento que distorsione el contexto. Ni perfumes, ni ambientadores, ni aire acondicionado, ni nada que pueda resecar el local.

– La humedad también es agua, agua en el ambiente.

Pep Bou suele llegar a la sala doce horas antes de la función. La burbuja es diferente cada vez. En los últimos años se ha preocupado especialmente por el uso del vapor y del helio. No sólo le importa alargar la vida de la pompa, sino aplicarle diversos movimientos. Es un titiritero de lo esférico. En su caso, la mezcla de arte y oficio es constante, imprescindible. En su obra Bombollavà, de 2013, un alquimista abandona el aburrido laboratorio para arriesgarse en la intemperie. Él es su propio personaje.

Decimos que el agua es el elixir de la vida. Lo cierto es que a Bou le ha permitido viajar por los seis continentes. Cada público es un mundo. Si las culturas mediterráneas muestran su asombro con la exclamación, los indígenas, ante los que ha actuado en Latinoamérica, guardan “un silencio que se mastica”. Diferentes códigos que intentan representar la fascinación ante lo desconocido.

En 1982 y en 2016. En Tàrrega, Barcelona o Tokio. Estamos ante un registro universal. Hace años, en un late show de la cadena italiana RAI, coinciden Pep Bou y Marcello Mastroianni. Ya en el camerino, el actor italiano charla con unos jóvenes. Cuando le piden consejo, el protagonista de La Dolce Vita les dice:

– ¿Veis a este hombre? Él ha creado su propio lenguaje. La vida consiste en eso.

– No lo abandones. -hubiese añadido Joan Brossa.

Mastroianni abre una botella de champán. E invita a Pep Bou a dejarse seducir por el comportamiento de las burbujas. Siempre imprevisibles.

Este artículo pertenece a Agua y Cultura, sección patrocinada por la Fundación Aquae.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

1 Comentario

  1. […] Cortázar habla de goterones “cuajados y duros”. ¿Cómo llegan a solidificarse así? A. Talvy nos dice que el líquido posee un parámetro de dureza, que tiene que ver con su contenido químico. Pero insistirá durante toda la conversación en que el concepto más importante es el de tensión superficial. Es la capacidad que tiene el líquido para mantener su estructura de equilibrio. O como algunos lo llaman: la piel del agua. […]

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