Dorian, sin responder, avanzó con lentitud de espaldas al cuadro y luego se volvió hacia él. Al verlo retrocedió, las mejillas encendidas de placer por un momento. Un brillo de alegrÃa se le encendió en los ojos, como si se reconociese por vez primera. Permaneció inmóvil y maravillado, consciente apenas de que Hallward hablaba con él y sin captar el significado de sus palabras. La conciencia de su propia belleza lo asaltó como una revelación. […] SÃ, en un dÃa no muy lejano su rostro se arrugarÃa y marchitarÃa, sus ojos perderÃan color y brillo, la armonÃa de su figura se quebrarÃa. DesaparecerÃa el rojo escarlata de sus labios y el oro de sus cabellos. La vida que habÃa de formarle al alma le deformarÃa el cuerpo. Se convertirÃa en un ser horrible, odioso, grotesco.
Al pensar en ello, un dolor muy agudo lo atravesó como un cuchillo, e hizo que se estremecieran todas las fibras de su ser. El azul de sus ojos se oscureció con un velo de lágrimas. Sintió que una mano de hielo se le habÃa posado sobre el corazón.
Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray
La eterna juventud
¿Quién no ha anhelado alguna vez poder parar el tiempo, recuperar la belleza de sus años de plenitud fÃsica, eliminar las huellas que deja en el cuerpo el paso de las horas? Pero, ¿cuál es el precio que ha de pagar el hombre por intentar escapar de su destino? No parece haber perdido actualidad el deseo de permanecer joven que llevará al personaje de Wilde a cometer crÃmenes que corromperán su alma y acabarán con su vida.
Retratado por su amigo pintor Basil Hallward y despertado al dolor de la conciencia por las seductoras palabras de Lord Henry, Dorian Gray asume por primera vez lo que significan su belleza y su juventud al contemplar el cuadro que permanecerá hermoso mientras su piel se marchita y languidece. El choque con la realidad de la naturaleza humana, abocada sin remedio hacia la muerte, le hace pronunciar un deseo imposible que marcará la tragedia del personaje: “¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! DarÃa… ¡darÃa cualquier cosa por eso! ¡DarÃa el alma!â€.
Al contrario de lo que sucede en otras obras literarias, no aparece aquà ningún pacto explÃcito con el diablo, no es una obra religiosa en ese sentido. Pero lo cierto es que el deseo de Dorian se hará realidad y, mientras él conserva su atractivo fÃsico, el retrato reflejará no ya las arrugas y la vejez que le habrÃan correspondido a él, sino (lo que es aún más inquietante) la degradación moral en la que va cayendo. Dorian vende su alma a cambio de la juventud, pero la trangresión no quedará sin castigo.
La búsqueda de la eterna juventud unida a un ansia de experiencias (de conocimiento, por tanto) conducirán al protagonista de esta novela a caer en un abismo de corrupciones y crÃmenes que llegarán incluso hasta el asesinato del propio Basil, que intenta convencerle de que se arrepienta de sus pecados. La lucha contra los lÃmites de la existencia humana en cualquiera de sus manifestaciones es, tal como ya habÃan vivido otros personajes anteriormente (Frankenstein, Fausto, el Dr. Jekyll, etc.), una lucha perdida de antemano.
El motivo del doble no es ni mucho menos nuevo en la literatura y su aparición puede remontarse muy lejos en el tiempo. Pero es con el Romanticismo y especialmente con el desarrollo de la literatura fantástica cuando adquiere un rol más relevante.
No se trata de un motivo anecdótico, sin embargo. Sus distintas formas (el doble puramente imaginario, la sombra, el espejo, etc.) sirven como sÃmbolo de la escisión del yo experimentada por los románticos y tienen que ver, por tanto, con temas como la identidad del individuo y su problemática relación con el mundo.
En El retrato de Dorian Gray es, como ya sabemos, un cuadro el que toma el papel del doble. La imagen al óleo del protagonista se convierte en su otro yo, hasta el punto de que, una vez realizado el deseo del muchacho, el uno no podrá existir sin el otro porque ya no son dos entidades distintas, sino una sola.
Algunos personajes literarios, enfrentados a menudo, como cualquier hombre moderno, a la dualidad que perciben en su interior (las dos almas que viven en el pecho del Fausto goethiano son un famoso ejemplo de ello) deciden, además, no solo no integrar su lado más oscuro como sugerirÃa Jung, sino escindirlo del todo, proyectando una parte de sà mismos en un objeto exterior. Las consecuencias no suelen ser particularmente positivas.
No es difÃcil imaginar el desenlace de las aventuras de este hombre eternamente joven que apenas puede soportarse a sà mismo. Incapaz de arrepentirse sinceramente, no creyendo en la posibilidad de una redención, Dorian decide destruir la única evidencia de sus crÃmenes, la conciencia que le persigue con su imagen monstruosa recordándole su podredumbre interior. Decide destruir el retrato con la esperanza de olvidar el pasado y alcanzar la libertad y la paz.
Como es obvio, Dorian no puede continuar viviendo sin su otra mitad y la puñalada que le clava al lienzo no es otra cosa, en realidad, que un suicido inevitable. En el último párrafo de la novela, los criados encuentran el cuadro tal como lo pintó Basil (con Dorian en la plenitud de su belleza) y el cadáver de un hombre de rasgos repugnantes al que solo reconocen por sus anillos.
Natalia González de la Llana Fernández
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*Las ilustraciones que acompañan al texto son de Paul Thiriat y pertenecen a la edición de The picture of Dorian Gray publicada en 1908.
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[…] el paso de los años y de las ilusiones. Siempre confiamos en que nadie vea al verdadero Dorian Grey, ese que nos empeñamos en cubrir con gruesas telas y que guardamos bajo llave en una habitación […]