Bordeo la locura como una frontera. Cada vez leo más y el aumento de horas de lectura contribuye a que mi capacidad de evasión vaya creciendo hasta el punto de que, en este domingo por la tarde, después de un par de horas en la Feria del Retiro y una pelÃcula basada en hechos reales en la televisión, mi mente es capaz, mientras termino una novela, de olvidar las cortinas que amortiguan la luz.
Pronto anochecerá.
El piloto en el portátil se vuelve verde: la baterÃa está cargada; la redacción de la entrevista a Rabih Alameddine espera. No hay más que hablar. Busco a Bruckner en la lista de música del iTunes, uno de los compositores favoritos de Aaliya, la protagonista de La mujer de papel (Lumen, 2012), con la que me he sentido muy identificada, y con los primeros acordes de la SinfonÃa nº 8 empiezo a escribir sobre lo que Alameddine me contó la mañana del martes en la salita para entrevistas de Random House Mondadori, que ya empieza a ser un lugar al que volver.
LA MUJER INNECESARIA
Me dijo que no le parecÃa haber escrito una historia “triste†(pronunció el adjetivo en castellano), sino un relato de esperanza que, de no ser porque Aaliya supera los setenta, podrÃa calificarse de novela de iniciación, de descubrimiento: “se trata de una mujer que está empezando a descubrirse a sà misma a pesar de su edad bastante avanzada, esa es la razón por la que la escena inicial transcurre delante de un espejoâ€.
Después del éxito de El contador de historias, de la que Alameddine asegura que no habrá continuación, el autor, que abandonó Beirut al cumplir los diecisiete para instalarse en California, sitúa en su ciudad de adolescencia una ficción que ha tardado cuatro años en construir, la de La mujer de papel: el retrato de la traductora beirutà Aaliya, que escoge aislarse de la realidad para sumergirse en la literatura, y que llega al lector ya en su vejez, delante de ese espejo en el que comprueba cómo acaba de teñirse el pelo de azul.
“Escribà esta novela porque todo el mundo decÃa que habÃa mucho de mà en El contador de historias, que es completamente distinta a La mujer de papel. Algo que me gusta y al mismo tiempo me disgusta de mà mismo es que mis libros son muy diferentes entre sÃ, si bien no es la primera vez que mi personaje es una mujer -ya lo fue en Yo, la divina-, lo elegà asà porque necesitaba la voz de alguien al margen de la comunidad dominanteâ€. Alameddine hace esta reflexión y confiesa que él, a sà mismo, también se considera un ser marginal, aunque le salva su función: “soy escritor y eso hace que me aceptenâ€.
“¿Cuáles son los criterios con los que valoramos la vida? ¿Cómo evaluamos a los seres humanos? QuerÃa un personaje que no únicamente fuera extraño, sino que además, al menos en apariencia, resultase inútil… nos guste o no, la sociedad integra con más facilidad a los hombres que a las mujeres. A Aaliya la gente no la ve, es invisible  se trata de Una mujer innecesaria, como reza el tÃtulo original de la novela, que ha salido a la venta en español antes que en ningún otro idioma; una mujer que, como un fantasma, se perfiló ante Alameddine refugiada en su piso de habitaciones repletas de libros.
“Que fuera traductora es casi lo primero que se me ocurrióâ€, responde a mi pregunta acerca de la actividad a la que Aaliya dedica la mayor parte de su tiempo; y yo le imagino a él, mientras observo su aspecto un tanto exótico (lleva una camisa entallada, de florecitas, y gafas de pasta), estirando del hilo como quien sigue un camino sin saber dónde le va a llevar: “Me pregunté quién harÃa algo asÃ, encerrarse en un apartamento hasta el techo de traducciones, ensayos y novelas, huir del mundo… alguien que también terminará por comprender que no se puede defender eternamente de la realidadâ€.
“CADA HOMBRE MERECE UNA SEGUNDA CITA Y CADA LIBRO MERECE SER LEÃDO DOS VECESâ€
“Cuando era pequeño mi padre me reñÃa porque leÃa demasiado… entonces no lo entendÃa, pero ahora sé por qué me decÃa eso. Los libros son peligrosos de muchas formas diferentesâ€.
Y La mujer de papel habla de ese peligro.
“Algunas cosas no se pueden describir con palabras. La literatura tiene muchos lÃmites. A través de la ficción se puede vivir hasta cierto punto, pero hay muchas cosas que los libros no pueden explicar, esa es la razón por la que se han escrito libros tan malos sobre el amorâ€.
Podemos decidir, como Aaliya, cuya rutina transcurre a medias entre un Beirut eternamente en tránsito, a causa de la intermitencia de la guerra, y la caligrafÃa árabe con la que traduce la obra de sus autores favoritos, ocultarnos en la literatura, sumergirnos en la poesÃa como Alicia se sumergió en el PaÃs de las Maravillas.
“Y evitaremos la vidaâ€.
Alameddine sonrÃe e intercala algunos silencios en su reflexión. Hay algo en sus rasgos amables, blandos, que me dice que él ha estado allÃ, en ese borde del precipicio que separa el ruido real de la ciudad de las descripciones milimétricas e invisibles de Sebald y Nabokov. ¿Y qué buen autor no ha estado?
“Soy un gran fan de la relectura de libros, porque el mensaje siempre es distinto. He perdido la cuenta de las ocasiones en que he vuelto a Lolita; Si una noche de invierno un viajero, de Calvino, ocho veces; Memorias de Adriano, de Yourcenar, cuatro veces… La primera vez que lees el libro no sirve: cada hombre merece una segunda cita y cada libro merece ser leÃdo dos veces, créemeâ€.
ORIENTE Y OCCIDENTE
¿Qué hay de distinto? ¿Por qué Beirut y no California para contar esta historia de supervivencia?
Alameddine considera que los paÃses, como los individuos, tienen una idea un tanto fantasiosa de sà mismos y, sin intención de enfrentar culturas (hace mucho hincapié en esta precisión), me cuenta que en el mundo occidental “nos hemos alejado demasiado del cuerpo para darle un protagonismo exagerado a la mente. No pensamos en el cuerpo con la frecuencia que lo hacen los habitantes del mundo árabe. Intentamos buscar razones para la violencia, para las cosas que ocurren; para el dolorâ€.
“Pero lo cierto es que la vida es violenta -y aquà cita a Žižek- nunca me ha gustado la visión bondadosa de la madre naturalezaâ€. Por eso eligió Beirut.
Rabih Alameddine ha escrito una novela sobre otras novelas, que habla a la vez del apoyo y el peligro que supone simultáneamente la literatura. Quizás por eso, La mujer de papel es triste y esperanzadora, habla al mismo tiempo de la capacidad del ser humano para escribir los poemas más bellos y provocar sufrimiento a su alrededor.
Nada es incompatible.
Cuando nos despedimos, Alameddine me recomienda Las odas colgantes, siete largos poemas árabes de la época preislámica. Los leeré.
Y viajaré con ellos.
Marina SanmartÃn
La Fallera Cósmica
Buenos dÃas. QuerÃa saber quién tradujo el libro. Gracias.
La traductora del libro es Gemma Rovira Ortega.
Saludos.