Elsa Morante | Foto: WikiMedia Commons | Dominio público

La isla de Arturo

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Elsa Morante | Foto: WikiMedia Commons | Dominio público

Durante la Segunda Guerra Mundial, Elsa Morante y su entonces esposo –Alberto Moravia– huyeron de Roma perseguidos por los fascistas y se refugiaron en Prócida, una pequeña isla en el golfo de Nápoles. Como resultado de esta estancia, Elsa Morante ambientó La isla de Arturo, una de las novelas más bellas de la literatura italiana, en esa hermosa isla de pescadores, llena de playas de arena clara y casitas coloridas, que en el mundo de la novela funciona como un espacio encerrado en su propia mitología, completamente dislocado de los acontecimientos que transcurren en la península italiana, pese a que la distancia que las separa sea de apenas una media hora en transbordador.

La isla de Arturo, ganadora del premio Strega en 1957 y reeditada por Lumen en 2017, se construye sobre el personaje de Arturo Gerace, un niño solitario que vive en Prócida con su padre. Su madre murió durante el parto y Wilhelm Gerace, su padre de origen alemán, es una figura distante y misteriosa que viaja continuamente pero que nunca le revela a dónde va. Estas largas ausencias empujan a Arturo a desarrollar un mundo autónomo donde reina la fantasía: pasa su tiempo leyendo, vagando sin rumbo por la isla, planeando aventuras heroicas e imaginando las travesías que dará por todo el globo con su padre una vez que sea adulto. Prócida, la isla de Arturo, es el reino de su imaginación. Un reino donde la leyenda de su padre se agiganta:

«Mi infancia fue como un país feliz, donde él reinaba con un poder absoluto. Siempre estaba de paso, siempre se marchaba, pero durante sus breves estancias en Prócida yo le seguía como un perro (…) En cuanto abandonaba Prócida, mi padre se convertía en una leyenda».

A la casa de los Gerace, llamada la Casa dei Guaglioni –la casa de los muchachos– porque siempre había estado habitada exclusivamente por hombres, llega Nunziata, una muchacha napolitana de 16 años con quien Wilhelm Gerace se casó y a quien trae a vivir al lado de Arturo. Arturo se enamora de ella. Me parece que ella también se enamora de él. Gran parte de la novela es una exploración de esta relación, de las pulsaciones íntimas entre ellos y la crueldad con que Arturo cubre la ternura que en realidad siente hacia Nunziata. El tema que prevalece son las relaciones de este extraño triángulo amoroso entre el padre, el hijo y la madrastra, pero también se extiende más allá del núcleo familiar y apunta hacia las tensiones entre los hombres y las mujeres, las diversas formas en que el machismo se manifiesta y pone al descubierto la distancia que separa los roles asumidos socialmente de los deseos individuales. En ciertos aspectos, la novela retrata el peso que supone vivir atados a un cuerpo social.

Lumen

Cada uno de los personajes parece ocultarles a los otros sus designios más íntimos con el único propósito de ajustar su conducta a las expectativas sociales. Este hecho encierra una extrañeza particular en el mundo de la novela puesto que los personajes viven aislados de la sociedad, al margen de su movimiento y su discurso hegemónico. Ahí se percibe la mirada escrutadora de Morante, que se fija con especial agudeza en la manera en que se interiorizan los roles sociales y delinea las varias formas en que las personas se escinden de sus propios deseos con tal de unirse a un colectivo imaginario. En este sentido, la trama se teje alrededor de los gestos instintivos de los personajes, de los pequeños detalles donde se exponen las fracturas en los roles sociales asumidos, las fallas de los cuerpos al intentar adaptarse a los códigos de conducta impuestos. La novela se mueve en esa fricción que surge entre la represión y la liberación de los instintos, entre satisfacerlos y trastocar la organización social o contenerlos y mantener el orden establecido.

Todo el relato está narrado por Arturo desde un futuro lejano, después de la Segunda Guerra Mundial, una vez perdida la inocencia. El lapso que relata comprende unos tres años, desde la llegada de Nunziata hasta que Arturo se enlista para ir a la guerra. Página tras página se recoge su biografía, así como una detallada y hermosa descripción de la isla, pero sobre todo se narran los afectos y la historia de cinco amores: el amor de Arturo hacia su padre, el amor hacia su madrastra, el amor de su madrastra hacia él, el amor de su madrastra hacia un hijo que tiene con su padre, y el amor de su padre hacia un hombre preso en la cárcel de Prócida. Es una novela sobre el amor en su sentido más amplio y complejo. Todos los personajes buscan ser amados, ser tenidos en cuenta, pero por diversas circunstancias sus voluntades siempre terminan frustrándose.

Por supuesto que La isla de Arturo también se puede leer como un bildungsroman. Desde una óptica compasiva a la vez que desesperanzada, Morante aborda el paso de la infancia a la edad adulta tanto de Arturo como de Nunziata, los roces entre las imposiciones sociales y los anhelos individuales, y la desintegración de un mundo soñado que se había construido con la imaginación. La imaginación, parece insinuarnos Morante, no tiene fuerza suficiente para resistir a los embates de la realidad. De modo que la novela es también la historia de un despertar, de un aprendizaje que narra el tránsito desde el sueño hasta la desilusión.

Al final de la novela la isla desaparece. Arturo, como Hans Castorp en La montaña mágica de Thomas Mann, abandona la isla para sumergirse en los horrores de la guerra:

«â€”Arturo, ya puedes despertarte.
En torno a nuestro barco el mar se extendía sin límites, como un océano. Ya no había isla».

Y desde ese desencanto, Arturo nos cuenta la historia de su isla, que a fin de cuentas termina siendo una forma de recuperarla, de restituir su mundo soñado.

Laury Leite

(Ciudad de México, 1984) es escritor. Ha publicado las novelas En la soledad de un cielo muerto (Ediciones Carena, 2017) y La gran demencia (Huso Editorial, 2020). Su obra ha sido traducida el inglés y al italiano. Vive en Toronto, Canadá. https://www.lauryleite.com/

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