Los cuarenta y seis cuentos y relatos que componen El paÃs del humo, publicado originariamente en 1977, seis años después de Eisejuaz, (1971; Malas Tierras, 2019, 2022) ofrecen la posibilidad de acercarse a la literatura de Sara Gallardo (1931-1988) desde su creación breve, tras la recuperación de las novelas Enero (1958; Malas Tierras, 2019, 2022) y de la más ambiciosa en cuanto a envergadura, Los galgos, los galgos (1968; Malas Tierras, 2021).
Gallardo estructura su colección de cuentos y relatos en bloques más o menos temáticos: En el desierto, En el jardÃn, Puñales, Tareas, Trenes… que poseen tanta concreción como abstracción a la hora de albergar textos de muy diferentes extensiones y temáticas, pero en los que se aprecia algo presente en toda la obra de Gallardo: su vanguardismo literario. Aunque los textos no están fechados, se puede apreciar diferencias entre algunos de ellos que revelan variaciones entre una primera época más o menos realista y otra en la que lo real queda suspendido en un territorio literario más libre, que apela al mundo tangible tanto como lo somete a las variaciones que propone Gallardo con una escritura que reinventa o reconsidera el lenguaje.
En la formidable y fascinante Eisejuaz, Gallardo sigue a su protagonista por el norte argentino, un paisaje desolado y arrasado, en una narración alucinada en el que un mataco busca su santidad. La escritora, para poder mantener cierta distancia con lo narrado, no se inventa un lenguaje, sino que construye uno sobre elementos ya existentes. No se trata de recurrir a la lengua indÃgena original para conferir al relato de mayor verosimilitud, sino de llegar a esta mediante la combinación de un idioma en el que surge una expresividad tan violenta como poética, tan rudimentaria como compleja en su sencillez, tan austera y directa como elÃptica en su juego con los silencios.
En gran parte de los relatos de El paÃs del humo, Gallardo opera igual, experimentando con el lenguaje, moviéndose en busca de nuevas formas expresivas que tienen que ver tanto con la realidad como en su cuestionamiento a través de las palabras, de la forma en que estas la construyen. Gallardo reescribe la historia argentina mediante estos relatos, ubicando casi todos ellos en la época de la fundación nacional. La historia en minúsculas surge en el seno de una mayor, más general, histórica, porque no se puede comprender esta sin atender a los relatos que han quedado al margen. La violencia de esa fundación surge en las páginas de Gallardo con toda su fuerza, pero no es una violencia de epopeya fundacional, sino una violencia contra los cuerpos. Una mirada hacia una fundación en la que no importa las bases sobre las que se levantó una nación, sino aquello que permanecÃa en sus márgenes, heridas abiertas que se prolongarán durante los años sucesivos.
Gallardo no quiere reconstruir de manera realista, pero si acercarse a la realidad mediante una combinación que aúna lo onÃrico y lo real, incluso lo mágico, desde una postura tan literaria como polÃtica, porque mediante esta combinación de miradas y el trabajo con el lenguaje, la escritora cuestiona los relatos oficiales, los imaginarios heredados y mitificados para convertirlos en algo diferente. Gallardo crea un mundo violento, árido e inhóspito, pero también lo poetiza mediante su prosa vanguardista, no para embellecerlo, sino para sublimar lo conocido y alcanzar nuevas formas expresivas, literarias y polÃticas.