David Fernàndez y Xavier Antich | Foto: Miquel Taverna

¿Y si lo de Catalunya es una contrarrevolución?

David Fernàndez y Xavier Antich participan en el ciclo ‘Revolución o resistencia’, marcado por el “combate del presente” que supone el proceso independentista

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David Fernàndez y Xavier Antich | Foto: Miquel Taverna

El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona convocó, dentro del ciclo de debates Revolución o resistencia, a David Fernàndez y Xavier Antich para que dialogaran, entre otras cosas, sobre el “combate del presente” que supone el proceso de independencia de Catalunya. No es un momento cualquiera. Hemos visto cómo el Estado enseña su peor cara (y lo que vendrá), agrediendo a ciudadanos impunemente, o encerrando en la cárcel a activistas que convocan manifestaciones indiscutiblemente pacíficas.  De la hora larga que duró el encuentro surgieron algunas preguntas que pueden ayudar a definir una situación confusa, en la que los interrogantes compartidos seguramente contribuyen más que las afirmaciones categóricas.

El pensador Xavier Antich recordó que, como mínimo, existen dos dimensiones del término revolución. En primer lugar, la revolución más abstracta, que se refiere a un episodio no acumulativo en el que un antiguo paradigma es sustituido por otro nuevo e incompatible. Es el caso de la revolución científica, definida en esos términos por Thomas Kuhn en un texto que, a partir de 1962, se considera fundacional. Por otro lado, sin embargo, Antich apunta que existe la dimensión política, y que tiene que ver con un proceso colectivo de impugnación completa (en todos los órdenes de la vida) del status quo válido hasta ese momento. Como vemos, en ambos casos hay una ruptura, un cambio en las reglas de juego. No se trata, pues, de una simple evolución o transformación de lo anterior.

Fernàndez, quien pone en tela de juicio la idea de progreso tal y como lo hemos conocido en el siglo XX, sostiene que “hay que hacer dimitir a Hegel”. Y es que la Historia, para el activista y político, muy influenciado por las prácticas zapatistas, es resultado de una espiral, no de una mera dialéctica. “Tendremos que regar las plantas cada día”, reconoce, ya que la idea del Hombre nuevo es, según el miembro de las CUP, “irrealizable”.

Precisamente será Fernàndez quien lance una de las hipótesis más interesantes del debate, aunque lo haga como un anzuelo provocativo. ¿Y si lo de Catalunya es, en realidad, un proceso contrarrevolucionario? El activista acude a Benjamin, y a su concepto de “freno de emergencia”, para poner el acento en el carácter de resistencia ante un neoliberalismo que parece ser capaz de arrasar con todo. Resistencia ante la inercia y ante la indiferencia. Resistencia como emancipación, contra la aceleración de una forma de vida que ha hecho saltar por los aires todos los límites, incluso los del patriarcado y la xenofobia.

Xavier Antich, sin negar el necesario componente de resistencia ante las desigualdades, afirma que el caso catalán sí está estrechamente vinculado a la refundación, a un nuevo origen, ya inexorable, en el que “no hay marcha atrás”, y en el que la aspiración de libertad y justicia tienen que ir, siempre, de la mano. Es, según el ensayista, una revolución en toda regla. En ese sentido, el pensador insistirá en que el poder no es un lugar que conquistar, sino algo que ejercer durante el proceso revolucionario que, según sostiene, “ya es en sí constituyente”.

Editorial Tusquets

“No toda revolución se traduce en la toma del poder”, admite Fernàndez, quien bien conoce las paradojas de entrar en una dialéctica parlamentaria. Por eso, defiende que “en cada gesto nos la jugamos”, ya que la vida cotidiana es el lugar de la política por excelencia. Y cita los versos del poeta mexicano José Emilio Pacheco. Unos antiguos compañeros se reúnen, y, al observarse, confirman: “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los veinte años”. Toda revolución, por eso mismo, necesita una atención permanente. Luces y taquígrafos a todas horas. No vaya a ser que a cada paso del President (y esto es una aportación de quien les escribe) tengamos que asistir al obligado photocall junto a Artur Mas. La imagen que buscaron ambos, después del pleno en el que Puigdemont suspendió la declaración de independencia, no deja de ser un aviso para navegantes. ¿De verdad no somos conscientes de que algunos interpretan todo proceso colectivo como una marca que capitalizar?

Aunque durante la conversación no aparece Albert Camus, es entonces cuando se hace más necesario rescatar al autor de La peste. Porque, más allá de la resistencia o la revolución, el también dramaturgo nos invita a pensar la rebelión, lugar en el que el no a cualquier tipo de autoritarismo (venga de donde venga) es un sí a la belleza de sabernos vivos, contradictorios, comprometidos y escépticos (que poco tiene que ver con ser equidistantes).

O, como lo expresaría su amigo René Char, “resistencia no es sino esperanza. Como la luna de Hipnos, que llena esta noche con todos sus gajos, mañana visión abierta al tránsito de los poemas”.

El pensamiento libertario es, efectivamente, una excelente manera de escuchar los peligros de los que nos advierte Pacheco. En una entrevista que Camus se hace a sí mismo, en Diálogo por el diálogo, publicada en 1949 en Défense de l’Homme, el autor de Los justos se cuestiona: “¿Se puede hacer el partido de los que no están seguros de tener razón? Ése será el mío. Estoy a favor de la pluralidad de posturas”. Y, acechado por los que le consideran poco revolucionario, Camus añade: “Pueden hacernos creer que el mundo de hoy necesita hombres identificados totalmente con su doctrina y que persigan fines definitivos mediante la sumisión total a sus convicciones… Pero pienso que es necesario que existan también otro tipo de hombres, atentos a preservar el matiz ligero”.

Xavier Antich subraya lo insólito del proceso catalán porque es, al mismo tiempo, “orgánico y popular”. Y el fenómeno de empoderamiento colectivo ha provocado, en especial el 1 de octubre, que sea la Administración catalana la que hace de “hacker”, y los ciudadanos los que garantizan la seguridad. Imágenes curiosas no han faltado, es cierto. Como cuando los supuestos “anti-sistema” se movilizaron para defender la Conselleria de Economía. A esa “lucha que es una escuela”, Fernàdez le llama “inteligencia colectiva”, una inteligencia que tiene todo su arsenal depositado en la actualización de una vieja herencia, la desobediencia civil pacífica. Y ahí la resistencia y la rebelión tienen mucha más experiencia en la autoorganización y en el apoyo mutuo que la revolución, demasiadas veces sometida a los malabares de la astucia. Como si, para defender su inquebrantable dignidad, Antígona necesitara, acaso, el permiso de un Ulises. Como si la vida en común, la que mantiene abierta la pregunta sobre qué quiere decir ser radicalmente libres, se pudiera clausurar con un baile de trileros, banderas y disfraces.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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