Sergio Chejfec | Foto: Francesc Fernández

El viaje de la conciencia

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Sergio Chejfec | Foto: Francesc Fernández
Sergio Chejfec | Foto: Francesc Fernández

Ninguna otra figura mejor que la del paseante en la obra de Sergio Chejfec para dar cuenta de la peculiar literatura de este escritor. Es un tipo de paseante que, adquiriendo distintas identidades dependiendo de las narraciones, deambula de nuevo en su libro Modo linterna, publicado por la editorial Candaya. A lo largo de las páginas se le ve avanzar con sus pensamientos en diferentes escenarios flotantes como lo hace la cadenciosa narrativa introspectiva de Sergio Chejfec.

Surcadas las nueve narraciones que constituyen este libro por la idea de percepción y descripción difusas, de detención, dilatación y digresión, no parecen enfocadas ni al planteamiento y resolución de posibles enigmas, ni al encuentro de respuestas. Todo lo contrario. La literatura, imagino que quiere decir Sergio Chejfec, no está para simplificar el mundo, sino para mostrarlo en su complejidad con todos los posibles interrogantes.

Candaya Ediciones
Candaya Ediciones

Ante la imposibilidad de abarcar con la mirada el universo de lo real en su totalidad, y frente a la falacia de las certezas, la literatura de Sergio Chejfec se va abriendo paso a través de lugares concretos sin la pretensión de ofrecer un mapa definido. Los personajes de Modo linterna se mueven, por tanto, a tientas en un fragmento inestable de ese mundo que se supone indeterminado e incierto. De ahí tal vez el ánimo melancólico y fatigado de los narradores, una clase de humor que les facilita una predisposición perceptiva distanciada del sentido común imperante. A la vez, les permite describir el entorno perceptible de acuerdo a la idea señalada aquí arriba, que forma parte de la noción de escritura de Sergio Chejfec, referida a la detención, dilatación y digresión. También, y ello es un elemento a tener en cuenta, creo, les posibilita la observación detallada, concentrando la mirada en un acontecimiento u objeto en la misma proporción en que se ignora el resto. No de otra manera parece entender Sergio Chejfec la literatura. En alguna entrevista ha defendido una literatura “que se mueve por ráfagas de luz, que ilumina zonas de lo real a medida que va dejando cosas a oscuras.” Quizás de esta consideración derive el título Modo linterna, expresión a la que se alude en la narración de este libro titulada “Una visita al cementerio”. En ella un ensayista, un narrador y un teólogo emprenden un viaje a un camposanto con el fin de localizar el nicho del escritor Juan José Saer, admirado por Chejfec. Tras una búsqueda exhaustiva, se internan en la oscuridad del segundo subsuelo del Crematorium donde descansan los restos del muerto. La única forma de iluminar la placa de Saer es mediante la luz de un teléfono móvil en modo linterna. Gracias a la oscuridad sobre la que se proyecta esa tenue luz, se pondrá de manifiesto el nombre de Saer. En la narración se lee:

“Nunca entonces encontró más adecuada la expresión ‘baño de luz’ como para la que ahora ocurre, cuando la estela irradiada por el teléfono invade zonas igual a una marea insaciable que consume oscuridad a medida que avanza.”

Son palabras que recuerdan a la literatura la necesidad de nutrirse de áreas oscuras para sacar a la luz otras. Dicho de manera distinta, a la vez que la literatura ilumina, oculta. Y viceversa. Es el modo de proceder literario de Sergio Chefjec, del que da constancia a lo largo de las nueve historias de Modo linterna. Ya en la primera narración aparece un “paisaje de ventanas insomnes” que ve el narrador en medio de la oscuridad reinante cuando llega a Caracas, muy de noche:

“Dentro de la ciudad no alcancé a ver a nadie en las calles. La única actividad era la de los semáforos, que titilaban en amarillo. Hacia los costados se sucedían edificios a oscuras con muy pocas ventanas iluminadas, tras las cuales se discernían los típicos pulsos o reflejos de los televisores encendidos”.

De todos modos, que la luz se alimente de la oscuridad para visibilizarse no significa que quien la contempla adquiera una mayor claridad de visión. Las ventanas iluminadas en este relato, como la mayor parte de las cosas o escenarios que aborda Chejfec, parecen tener vida propia y un lenguaje indescifrable. La mirada solo podrá proyectarse de una forma aproximativa, intentando acortar la distancia que va del ojo a las ventanas. En ese trecho parece transcurrir la literatura de Chejfec, caminando a base de suposiciones, analogías, invenciones, contrastes, conexiones… Toda historia sugerida guarda en sus entrañas una multiplicidad de interpretaciones y quizás todas ellas no sean sino un acercamiento a lo desconocido e inexplorado.

A todo ello se añade el carácter huidizo de lo real, tan bien contado por Sergio Chejfec en su libro. Como botón de muestra, señalo el símil de la nieve en el relato titulado «El seguidor de la nieve». En él se narra, entre otras, la idea de la nieve y su capacidad de ocultar con un manto blanco la realidad. Sin embargo, una vez que se derrite, el mundo escondido vuelve a resurgir para imponerse de nuevo a la vista. En un pasaje leemos:

“No puede estar seguro, pero la nieve le brinda la oportunidad de vislumbrar una vida que no se rija solamente por lo manifiesto. Este es uno de los típicos pensamientos del seguidor: el intento de discernir entre lo que la nieve oculta y lo que descubre. La nieve no promete nada concreto, y en su promesa falsa lo deja todo.”

Las narraciones de Modo linterna se despliegan entre la ficción documental y el documento ficcional, cuando no el ensayo. La mayor parte de ellas se sucede en paisajes urbanos, alejados del centro, que pretenden presentarse como naturales, cuando en verdad son construcciones artificiales que se exhiben con la máscara de la naturalidad. También los escritores y la escritura son en este libro material narrable. En cualquier caso, por mi lado destaco las atmósferas inquietantes sobre las que se sustentan las narraciones. Mientras, los paseantes se desplazan en un viaje interior, mediatizado por miradas, impresiones y pensamientos difusos, así como por digresiones y conversaciones que funcionan como encubrimientos.

La acción y la trama pasan a un segundo plano. Lo que importa es el ámbito de la conciencia de quien narra, espacio donde queda fijada la experiencia y sus sucesivas modificaciones. Si bien la experiencia se narra a través de la descripción del entorno perceptible, se torna al mismo tiempo en lugar de encuentro de las preocupaciones temáticas y conceptuales propias de Sergio Chejfec. Preocupaciones no solo presentes en este libro suyo, sino en el conjunto de su obra, para mí, desde luego, a la altura de la excelencia.

Elisa Rodríguez Court

Elisa Rodríguez Court (Canarias, 1959) es licenciada en Filosofía y profesora de alemán. Ha escrito relatos publicados en volúmenes colectivos y las novelas 'Decir noche' y 'Dime quién fui'.
Como columnista ha participado en la Cadena Ser, en revistas y en diferentes periódicos de las Islas Canarias. Actualmente colabora regularmente, desde hace años, con una columna semanal en el periódico 'La Provincia-Diario' de Las Palmas.
En 2003 ganó el accésit y al año siguiente el primer premio Mejor labor informativa de Canarias, otorgado por el Instituto Canario de la Mujer.

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