La inquilina anticomunista: «La dama de la furgoneta» de Alan Bennett | Revista de Letras
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En marzo de 1974 se impusieron restricciones de aparcamiento en Gloucester Crescent. Desde ese instante los vecinos tuvieron preferencia para aparcar. Los operarios tuvieron piedad y aguantaron hasta el lÃmite antes de expulsar a la dama enloquecida, quien recibió un nuevo automóvil gracias a la desinteresada ayuda de Lady W; Bennett fue generoso e invitó a la pobre damnificada a instalar su armatoste con cuatro ruedas en su jardÃn, donde permaneció tres largos lustros.
Alan Bennett (caracterizado)
El autor británico, considerado en Inglaterra our national treasure desde que en 2003 recibió el British Book Award, recibió múltiples elogios en nuestro paÃs por Una lectora nada común, novela corta donde se atrevÃa a crear un personaje de la Reina Isabel II, apasionada bibliófila que veÃa alterada su cotidianidad mediante la sabidurÃa de la letra escrita. Bennett es conocido por su hilarante e ingenioso sentido del humor. Muchos podrÃan pensar que su capacidad inventiva surge de una más que poderosa imaginación nacida en parte de sus vivencias personales. Miren a su alrededor, conecten sus antenas y descubrirán como lo anodino está cargado de altas dosis de absurdidad con pequeñas grandes bocados trágicos.
Bennett la toleraba e imponÃa normas y lÃmites. El libro explica varios perÃodos de su convivencia con Miss Sheperd, guardiana de su jardÃn y molestia permanente por el olor que desprendÃa el interior de la furgoneta, conglomerado sólido y laberÃntico propio de quien padece sÃndrome de Diógenes. El escritor se exasperaba por la poca pericia de la mujer cuando tocaba arreglar la baterÃa del hogar móvil y se sorprendÃa al ver como las dos veces que la dama compró un coche se lo robaron en un periquete. En 1983 adquirió su última vivienda. ¿Robaba dinero para comprarse sus caprichos? No, por aquel entonces el Reino Unido aún tenÃa un buen sistema de ayudas sociales que se desvaneció con el neoconservadurismo que nos precipitó al abismo. Miss Sheperd aprovechó el dinero público para ahorrar y permitirse caprichitos concretos como sorbetes de limón o sillas de ruedas.
[…] Muy interesante la reseña de este libro que hacen en revista de letras […]