Cioran entrevistado por Christian Bussy, en 1973 | Youtube

Un cuadro de desengaños

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Cioran es un personaje esquivo. Difícil de catalogar y, por consiguiente, poco querido por editores y libreros. Un pensador audaz que rechaza las estructuras tradicionales para mostrar sus ideas; huye del calificativo filósofo para autollamarse pensador orgánico y, con ello, escapar de la sistematización compulsiva que parece reclamar cualquier cuerpo filosófico. Del inconveniente de haber nacido podría ser visto como un libro de aforismos, de pequeñas frases que esconden un pozo de reflexión detrás de palabras oscuras y de múltiples significados (véase el Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein como muestra de ello). Sin embargo, Cioran no esconde nada. En la más pura tradición de Nietzsche, de Sade, o de su otro compatriota más moderno Houellebecq, Cioran dice las cosas tal y como son, sin tapujos ni ambages. Por esto resulta tan interesante este libro: porque nos muestra la visión del mundo de un individuo lúcido y crítico en peligro de extinción. Conviene pues callar y dejar que sea el propio Cioran quien nos hable (nosotros sóolo intentaremos poner un poco de orden a su explosivo caos).

Sobre la maldición del nacimiento
Somos incapaces de superar nuestro nacimiento y, con ello, corroboramos que no somos totalmente libres porque la libertad absoluta implica la capacidad de hacerlo todo, de poder hacer, incluso, aquello que no es posible.

“Al permitir que el hombre sea, la Naturaleza cometió algo más que un error de cálculo: cometió un atentado contra sí misma.”

 “No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento.”

El miedo a la muerte, según Cioran, no es real, solo se trata de la proyección de nuestro miedo a estar vivos. Pero claro, prosigue su razonamiento, nos han enseñado a temer a la muerte y a entender el nacimiento como un motivo de júbilo… ¿cómo se puede cambiar, de repente, esta tradición? ¿Quién está dispuesto a maldecir del nacimiento cuando parece ser nuestra principal razón de ser?

Sobre el lenguaje y la comunicación
El poder del lenguaje que ya nos mostró Wittgenstein, su capacidad de crear el mundo (que inauguraba magistralmente el Tractatus Logico-Philosophicus). Cioran quiere mostrar nuestro uso incorrecto del lenguaje, la soledad que puede producir, la pedantería y las aberraciones que se hacen en su nombre: “la gente distinguida no inventa en cuestión de lenguaje” nos dice. Tal vez porque sean incapaces de hacerlo.

“¡Cuidado con los eufemismos! Agravan el horror que se supone deben disfrazar.”

 “El verdadero contacto entre los seres sólo se establece en la presencia muda, en la aparente no-comunicación, en el intercambio misterioso y sin palabras que se asemeja a la plegaria interior.”

En una sociedad tan acostumbrada al ruido constante, solo cuando somos capaces de estar con alguien en el más absoluto silencio parece que nos podamos llegar a entender de veras. Siempre que el silencio sea un silencio compartido, un silencio deseado, un silencio plácido. Porque el silencio incómodo que con demasiada frecuencia se interpone entre las personas no es más que otro modo de chillar: una muestra de nuestro malestar.

 “A medida que los años pasan, decrece el número de seres con quienes puede uno entenderse.”

Las experiencias vitales de cada cual cogen mayor fuerza configurando así una personalidad única y diferenciada de las demás que, a menudo, hace que nos aislemos los unos de los otros, que tengamos menos puntos en común y terminemos distanciándonos. No en balde los psicólogos se quejan de que la tendencia especializante de nuestra sociedad nos convierte en miembros de guetos de saber o de profesión. Llegamos a dedicar tanto tiempo a un solo aspecto de la vida, nos encerramos tanto en nuestro nicho de conocimiento que somos incapaces de interactuar plenamente con los que pertenecen a otro sector. Podemos hablar de trivialidades, claro está, el tiempo, fútbol, alguna película… pero terminamos dando la razón a Kuhn cuando nos descubrimos en paradigmas inconmensurables e incomunicables entre ellos. La soledad de los especialistas.

 “Confesamos nuestras penas a otra persona sólo para hacerla sufrir, para que cargue con ellas.” Y todo aquel que haya pasado una mañana en la sala de espera de cualquier centro de atención primaria puede entender perfectamente a qué se refiere Cioran.

 “Después de medianoche empieza la embriaguez de las verdades perniciosas.”

Sobre el individuo y la existencia

Taurus
Taurus

Cioran da vueltas alrededor de la idea del hombre, un gorila descarriado, a su manera de vivir la vida, de buscar explicaciones y salidas para terminar concluyendo que “el hombre sólo me interesa desde que ya no cree en sí mismo.” Ahora que el hombre está en decadencia, que duda de todo, que se encuentra indefenso, es cuando, según Cioran, más valor tiene.

“Si el hastío del mundo confiriera por sí solo la santidad, no veo cómo podría yo evitar la canonización.”

“No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas –lo cual vale más que tratar de llenarlas.”

Porque a menudo es mucho mejor ser un espectador de la vida que no llenar nuestro tiempo con acciones inútiles y banales.

“Si a medida que uno envejece hurga cada vez más en su propio pasado, a expensas de los problemas, es sin duda porque es más fácil remover recuerdos que ideas.”

Todos miramos hacia atrás. Y, con el paso del tiempo, a medida que crece la cantidad de cosas que mirar, lo hacemos más. Y, como muy bien dice Cioran, tal vez lo hagamos porque los recuerdos son fáciles de remover y de transformar. Las ideas que tenemos o tuvimos no lo son tanto, nos aferramos a ellas como si nuestra vida fuera en ello. A veces acertadamente, a menudo no tanto.

“En continua rebeldía contra mi ascendencia, toda la vida he deseado ser otro: español, ruso, caníbal, todo excepto lo que soy.”

El sentimiento de descontento hacia la realidad que nos ha tocado vivir. Un sentimiento con dos posibles soluciones: la resignación o la huida. Cioran no lo dudó e incluso renunció a su ciudadanía rumana para declararse apátrida.

“Después de ciertas experiencias deberíamos cambiar de nombre, puesto que ya no somos el mismo.”

“Las noches en que hemos dormido son como si no existieran. Sólo permanecen en nuestra memoria aquellas en que no hemos pegado un ojo.”

“Siento que soy libre” empieza a decir Cioran. Pero concluye: “sé que no lo soy” Esta es la conclusión que a menudo nos olvidamos de sacar. Hemos estado tan bien adiestrados, que prácticamente siempre la ignoramos y nos creemos libres.

“Cuanto más se vive, menos útil parece el haber vivido.”

“Faltos de ocupación, los viejos parecen querer resolver algo muy complicado y dedicar a ello todas las facultades de que aún disponen.” Y añade: “esa es quizá la razón por la cual no se suicidan en masa como deberían hacerlo si estuviesen un poquitín menos absortos.”

La gran duda sobre la vejez: ¿por qué, a pesar de todo, seguir viviendo?

“Cuando me preocupa un poco más de la cuenta el no trabajar, me digo que bien podría estar muerto y que entonces trabajaría aún menos…”.

Las discusiones sobre trabajar o no trabajar son sumamente curiosas. Existen unos parámetros establecidos socialmente, unas convenciones que se deben respetar; aquel que no lo hace parece que no trabaja a pesar de que tal vez esté todas las noches sumido en proyectos que por los motivos que sean no fructifican. Quizás la cuestión sería establecer qué quiere decir exactamente trabajar: ¿Cobrar por unas tareas realizadas? ¿Tener un horario? Hacer caso a Wittgenstein y definir nuestras palabras antes de iniciar a jugar el juego del lenguaje. Así, como mínimo, nos ahorraríamos muchas confusiones y discusiones inútiles.

“Para vencer la perturbación o una inquietud tenaz no hay nada como imaginar el propio entierro.”

O, en otras palabras, perspectivismo, ver que, tal vez, no es un hecho tan problemático, que la muerte puede/debe ser un motor para la vida como reclamaba Heidegger.

“En el fondo cada cual se cree y se siente inmortal, aunque sepa que va a expirar dentro de un instante. Se puede comprender todo, admitir todo, imaginar todo, salvo la propia muerte, aunque se piense en ella sin descanso y se esté resignado.”

“Cuando se sabe de manera absoluta que todo es irreal, no tiene ningún sentido fatigarse para demostrarlo.”

Esta es una de las muchísimas luchas innecesarias a las que debemos aprender a renunciar. De no hacerlo, enloqueceríamos.

Sobre la creación y el arte
La escritura como refugio de nuestros miedos, de nuestros más secretos temores y, al mismo tiempo, reflejo de nuestras imperfecciones.

“Sólo se deberían escribir libros para decir cosas que uno no se atrevería a confiar a nadie.”

Y, a menudo, la literatura ejerce esta función terapéutica. Gracias a la soledad de la página en blanco, nos atrevemos a decir lo que no nos atrevemos a decir de viva voz. Hoy en día, sin embargo, el anonimato que proporciona internet y las redes sociales superan cualquier página en blanco y todos nos atrevemos a decir las mayores sandeces.

“Una obra está terminada cuando ya no podemos mejorarla, aunque se la sepa insuficiente e incompleta. Cuando se está tan harto que no se tiene ya la fuerza de agregar una sola coma, aunque sea indispensable. Lo que decide el grado de perfección de una obra no es de ninguna manera una exigencia de arte o de verdad, es el cansancio y, más aún, el hartazgo.”

Sobre la religión
Tema que tiende a generar multitud de referencias en autores críticos como Cioran porque es una parte fundamental del bagaje cultural europeo pero que en esta ocasión Cioran despacha con un par de comentarios. Recordando sus palabras anteriores, “cuando se sabe de manera absoluta que todo es irreal, no tiene ningún sentido fatigarse para demostrarlo.”

“Dios: una enfermedad de la que nos creemos curados porque ya nadie muere por su causa.”

Y esto tal vez era cierto en la Francia de 1973 pero hoy en día, es evidente que la enfermedad todavía no está curada. Hemos intentado matar el virus muchas veces (Nietzsche siendo su más famoso asesino) pero aún no lo hemos erradicado.

“¿Con qué derecho os ponéis a rezar por mí? No tengo necesidad de intercesores, me las arreglaré solo.”

Sobre la cultura y la educación
La civilización entendida como una fuente de engaño y manipulación. Un caparazón que cubre al ser humano de ilusión y esperanzas vanas ahuyentándole de la verdad de la vida: el vacío.

“Lo único que debería enseñársele a los jóvenes es que no hay nada o casi nada que esperar de la vida.”

El ascetismo epicúreo para huir del dolor; la no participación schopenhaueriana… y sin embargo, ¿qué es lo que se enseña en las escuelas? Que dos y dos son cuatro y que si memorizan lo que les dictan y lo repiten mecánicamente les espera un futuro prometedor.

Cioran añade: “pienso en un Cuadro de Desengaños colocado en las escuelas y en el que estarían representadas todas las decepciones reservadas a cada cual.” Quizás así, una vez llegasen, no serían tan dolorosas.

“No leeré más a los sabios.” Afirma, Cioran: “me han hecho demasiado daño”.

Nos muestra el engaño de la literatura y el dolor de la razón:

“Debí de haberme entregado a mis instintos, dejar expandirse mi locura. He hecho todo lo contrario, he adquirido la máscara de la razón, y la máscara ha terminado por suplantar al rostro y por usurpar todo lo demás.”

“Toda opinión, todo punto de vista es necesariamente parcial, trunco, insuficiente.” Y quien diga lo contrario será que quizás tiene en demasiada estima sus ideas.

“¿Qué es, pues, la filosofía? El gusano en el fruto.”

Y termina Del inconveniente de haber nacido con Cioran afirmando: “Nada, no me ocurre nada, es sólo que he dado un salto fuera de mi destino, y ahora ya no sé hacia dónde dirigirme, hacia qué correr…”. Una imagen poética a la par que desoladora: una muestra perfecta del pensamiento de Cioran, bello y terrible a la vez.

Roger Simeon

Roger Simeón es licenciado en Filosofía (UdG) y Periodismo (University of Stirling). Autor y dramaturgo que ha estrenado obras en Barcelona ('Tu i Jo', 'Els Convidats'), Londres ('You and Me') y Nueva York ('Los columpios'). Creador del blog literario 'Fitxes de lectura' y del teatral 'Moments de Teatre'.

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