Sin flores ni coronas
Odette Elina
Ed. Periférica
132 Pag.
Tras leer Sin floras ni coronas un se da cuenta de que la misma pregunta que se formularon Hölderlin, Adorno y tantos otros sobre la necesidad y la posibilidad de la escritura, el pensamiento, y el arte en general, tras el horror nazi, no puede tener sino una respuesta afirmativa. A pesar del riesgo de banalizar un tema tan profundamente arraigado a nuestra historia más oscura, cuando es un testigo directo el que habla, uno no puede dejar de pensar en las palabras de VÃctor Frankl que nos exhortaban a libertad del hombre incluso en los momentos más duros. Es precisamente, esta libertad la que lleva a Elina a escoger no entregarse a la barbarie que hace de las personas sujetos escindidos entre la supervivencia, el horror y la animalidad.
AsÃ, el libro en cuestión nos habla de las experiencias, en forma de dietario, de Odette Elina en el campo de Auschwitz-Bierkenau durante 1944 y 1945. Presentado en primera persona, nos narra, desde esta elección mencionada, una compilación expresionista que forma un collage del infierno no exento de lirismo y belleza que retrata tanto la dignidad de la autora como la miseria que la rodea. El pasado 29 de mayo hicieron diecisiete años de la muerte de Odette que se dedicó, una vez liberada, a ser testigo de la barbarie, formando parte de varias asociaciones de deportados, ejerciendo como secretarÃa francesa del Comisionado Internacional d’Auschwitz. En 1948 publicó Sin floras ni coronas para, como dice la misma Odette, dar salida a todo lo que vivió, ya que resultaba imposible guardárselo todo para ella. Del mismo modo, dedica el libro a todos aquellos que nacimos tras 1945, para que este testimonio pueda despertar en nosotros el horror al nazismo, pero también la esperanza en el hombre. A medida que adelantaba en la lectura no dejaba de preguntarme si hubiera estado en tal situación como habrÃa actuado, cómo me hubiera comportado y del mismo modo venÃan a la mente aquellas palabras de Dostoievski que hablaban de uno de sus miedos: no ser dignos de nuestro sufrimiento.
De esta manera, Odette nos recuerda que incluso en las peores condiciones, somos libres de escoger la dignidad con la que podemos enfrentar nuestro destino por encima de las circunstancias. Barthes afirmaba que la identidad formal de l’escritor sólo se establece realmente fuera de la instalación de las normas gramáticas y de las constantes d’estilo (…) lengua y estilo son fuerzas ciegas, la escritura, no obstante, es un acto de solidaridad histórica. En toda forma literaria existe l’elección general de un tono, de un ethos. La escritura es una manera de pensar la literatura y en este caso concreto, la escritura de Odette Elina, su ethos, entra a formar parte de nuestra memoria para recordarnos aquello de lo que somos capaces y que, hasta el final, podemos escoger la manera en que vivir.
¿Alguien me recomienda algún otro libro de la autora?