«Cuando murió mi hermana la enterramos junto con sus muñecas para que le hicieran compañÃa. Transcurridos noventa años de aquel triste suceso, he llegado a convencerme que las muertas fueron las muñecas, y enterramos también a mi hermanita para que les hiciera compañÃa».
Ednodio Quintero. Muñecas, en Ceremonias.«De pronto recordé una fantasÃa de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraÃso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahà está la flor».
Jorge Luis Borges. El otro.
Ceremonias es el tÃtulo del segundo volumen que completa la narrativa breve del excelente escritor venezolano Ednodio Quintero. Reúne una selección personal y exhaustiva de sus primeros libros de cuentos. Antes vio la luz Combates, que recoge sus cuentos de madurez. La editorial Candaya ha publicado ambos volúmenes, en consonancia con su esmerada labor por dar a conocer el universo ficcional propio y sublime de Ednodio Quintero.
Produce asombro la amplia variedad de modalidades narrativas que maneja este escritor en los dos libros. Los cuentos, unos cortÃsimos y otros más o menos largos, transcurren en distintas atmósferas y en tonos diferentes. Todos ellos, sin embargo, constituyen una unidad coherente y consistente que da cuenta de la voz peculiar de Ednodio Quintero. Voz de alma que deja hablar a los personajes desde las interioridades del ser a través de la conciencia. O, como algunos crÃticos han escrito, del “teatro de la concienciaâ€, ahà donde la subjetividad dialoga con sus espectros.
Comparto la visión de quienes definen los cuentos de Ednodio Quintero como “narrativa de ecos, reflejos y circularidades múltiplesâ€. Una auténtica poética del vértigo, ingeniosa, impactante y de ironÃa fina, impregnada de zoologÃa fantástica y otros simbolismos.
Sorprende su ritmo vertiginoso y su sensualidad, el rescate de los esencial omitiendo lo anecdótico, la yuxtaposición de lo real, ficcional y onÃrico en un registro más propio de los sueños. También su inmersión en la naturaliza con cierta fragancia de Rulfo, sus conexiones con la narrativa, entre otros, de Kafka, Cortázar, Borges, Vila-Matas y de escritores japoneses como Kawabata y Kawakami.
En los cuentos de Ednodio Quintero nada es verdad ni mentira, pero todo es verosÃmil. Con certeros giros inesperados, los desenlaces cuestionan la ilusoria secuencia de los hechos. Al final tampoco nada parece ser lo que era. Los lectores, con el aliento cortado por los imprevistos, nos vemos con frecuencia arrastrados a releer los cuentos. Descubrimos entonces que ahà estaban las pinceladas que nos pasaron inadvertidas a primera vista. Valgan aquà algunas pocas muestras de mi lectura de los cuentos ingeniosos de Ednodio Quintero: un anciano se propone asesinar a la muerte y lo logra, pero, matando a la muerte, acaba con su propia vida. ¿O acaso la muerte no somos también cada uno de nosotros?, me pregunto.
Un hombre desea zafarse de alguien que le persigue en sus sueños durante noches enteras. Como despierta cuando el perseguidor está a punto de alcanzarlo, este se detiene, aguardando con paciencia que su vÃctima vuelva a quedarse dormida para reanudar su cacerÃa. Un individuo se propone aniquilar a otro como una manera de liberarse de su terrible influencia y del servilismo en el que ha caÃdo. Su venganza se le vuelve en contra, puesto que la vÃctima elegida es también un vengador.
Estos son ejemplos de los cuentos de Ceremonias, de los cuales es mejor no seguir revelando datos, porque se trata de leerlos y descubrir la genialidad narrativa de Ednodio Quintero. Apuntar solo que, al igual que en Combates, por sus páginas danzan continuamente los dobles. Personajes que se desdoblan y llevan existencias paralelas, permutables o alternantes, desafiantes de la confortante y unitaria concepción de la naturaleza humana.
Una caracterÃstica propia de la narrativa quinteriana es la mezcla de lo real, lo imaginario, lo ficcional y onÃrico, que antes señalé de pasada. Sin interrupciones y sin paréntesis de ningún tipo, estos diversos ámbitos se conjugan de forma indistinta como se juntan las aguas en un rÃo. A modo de muestra, transcribo un pasaje del cuento Amanecer en la terraza, contenido en Combates y que recuerda a la flor de Coleridge.
(…) Amanece y estoy hablando solo en la terraza. Recuerdo que me levanté después de medianoche: el calor, el insomnio y la presencia muda y rencorosa de Laura se me hacÃan insoportables. Una estrella fugaz dibujó en el cielo negro la silueta de una mujer, me abandoné a ella y el aire puro de la madrugada apaciguó el tormento de mi piel.
(…) ¿Ahora te vas? Nadie te detiene. Si nunca has venido, puedes irte. Adiós, aligera tus pasos, no te detengas, sé flecha, viento ligero, ave fugaz. Vete ya. Pero antes de que tu imagen se disuelva en la claridad de mañana, mÃrame desde el fondo de tus ojos glaucos y dime qué debo hacer para que Laura no descubra la marca de tus dientes en mi piel.
Desafiando el sentido común y las narraciones confortables, Ednodio Quintero nos sumerge en otros mundos posibles. Lo logra a través de los protagonistas de sus cuentos, capaces de contemplarse como sujetos que sueñan y a la vez, con todas las escisiones que se derivan de ello, como objetos soñados. Cuando no -sobre todo en Combates-, se ven de espaldas a sà mismos, un modo de desposeerse y vaciarse para explorar en su revés y en el reverso del mundo. Lejos, muy lejos del ensordecedor ruido de fondo que todo lo encubre.
También caminan silentes en lÃnea recta, sin volver la mirada. Saben que dejan tras de sà un rastro efÃmero, que no son nadie. Otros personajes se sientan a contemplar el paso de las nubes, mientras se observan a sà mismos de reojo, reconociéndose vulnerables. Es el caso del protagonista del cuento (una verdadera pieza poética) de Combates que lleva el tÃtulo El silencio. Recostado a un árbol y alimentándose del aire, piensa en un momento determinado: “Identificarme con las bestias, los árboles o la niebla serÃa un acto de humildad, es decir de soberbia.†Sin embargo, el sentido de la existencia precaria y el reconocimiento previo de la derrota no conduce a la claudicación. Todo lo contrario: parece afianzar los lazos de los personajes de Combates con la vida. Como dice el protagonista de otro cuento, “la dicha no necesita justificaciones.â€
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