Álvaro de la Rica | Foto: N. Horstmann

No te vayas sin mí

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Álvaro de la Rica | Foto: @N. Horstmann
Álvaro de la Rica | Foto: N. Horstmann

“La realidad es que en la biografía íntima de un ser humano, en el terreno sagrado que verdaderamente importa, no se puede considerar el tiempo en su pura linealidad; unos hechos condicionan a otros con independencia de su lugar en eso que llamamos la cadena del tiempo. El futuro y el pasado juegan constantemente al pilla-pilla. Y en medio está el presente, como un tercero de buena fe.”

Ediciones Alfabia
Ediciones Alfabia

No te vayas sin mí, novela de Álvaro de la Rica (Madrid, 1965), publicada por Ediciones Alfabia, narra una larga y complicada historia de amor. Como novela es, además, el resultado de un experimento narrativo, sustentado en una gama variada de géneros literarios, en el que diferentes voces cuentan a su manera los tortuosos caminos para llegar al amor. Lo importante es, por tanto, esa travesía y los tres estadios, concentrados en los verbos verse, entenderse y tocarse -según se relata en la novela- por los que hay que pasar para acercarse a la posibilidad de amar y ser amado. Un camino para nada de rosas, durante el que se van revelando los obstáculos, las propias limitaciones, los dilemas, los miedos y los fantasmas de los personajes. En última instancia, sus elecciones o la falta de decisiones y su posicionamiento ante la vida, puesto que la actitud amorosa es también una manera de entender aquella.

No te vayas sin mí es una novela hecha de novelas contada a base de fogonazos, siguiendo un curso narrativo alejado de la linealidad. Contiene en su primera parte la novela anterior de Álvaro de la Rica, La tercera persona, reescrita con añadidos nuevos. Prolongándose en seis nuevos capítulos o narraciones largas, No te vayas sin mí parece anunciar la idea de la obra literaria como una continuidad, con sus vueltas de tuerca, siempre inacabada.
¿Qué sería del amor entre dos sin esa tercera persona, que de forma fabulosa aborda esta novela? Elijo ahora una cita memorable del libro sobre la esencia de la tercera persona que se interpone entre los dos miembros de una pareja. Son palabras de Jacob dirigidas a Claire, ambos protagonistas principales de la novela. Los dos están casados, son amigos y terminan enamorándose mutuamente.

“¿Sabes qué? Hay una tercera persona, que orienta las relaciones en la buena dirección. Entre tú y yo ha estado siempre presente mi mujer. Entre mi mujer y yo has estado tú presente, y eso me ha servido para darme cuenta de lo mucho que la quiero a ella. La tercera persona, Claire. En toda relación hay que buscar siempre a la tercera persona.”

En la novela se profundiza sobre la necesidad de la tercera persona como una presencia ante la cual poder relatarse uno a sí mismo, compartiendo los pensamientos más íntimos. Pensamientos difíciles de confrontar en tantas ocasiones con la pareja, cuyos vínculos estrechos parecen, paradójicamente, separar más de lo que unen.

La existencia de la tercera persona suele suponer una amenaza que se cierne sobre la pareja, o el matrimonio en esta novela. Pero también, y en ello se centra Álvaro de la Rica, la realidad de la pareja oficial se vuelve un tormento para los amantes que, casados o comprometidos con otras personas, sufren un amor imposible. Hablo de amantes potenciales o reales, porque la consumación del deseo no parece ser lo más relevante. Al fin y al cabo, el poder que ejerce el deseo irrealizado en el imaginario es igualmente doloroso.

Como dice Jacob en la novela, la pasión amorosa es “como una máquina que tritura las entrañas y ante la que no puedo hacer nada.” Tampoco le sirve de nada saber que dar rienda suelta a sus sentimientos implica ingresar en “un patíbulo al que se entra cantando y del que se sale con los miembros destrozados y con la boca ensangrentada.” Aunque Jacob se evidencia en la novela como un individuo reticente a entregarse plenamente a Claire, tal vez su comportamiento se deba antes a su incapacidad de encontrar un lugar propio en la vida. En cualquier caso, ningún razonamiento parece lograr imponerse contra su enamoramiento de Claire.

Una vez dentro, hasta el cuello, escribo ahora, refiriéndome a la pasión amorosa y haciendo uso de la célebre expresión de Céline en su Viaje al fin de la noche. De esta idea se deriva, quizás, el nombre Moïra, cuyo significado es “destino fatal”, que lleva la tercera persona en una de las narraciones de esta novela. En verdad, la misma tercera persona que desfila a lo largo del libro bajo identidades diversas, porque, como insinúa Álvaro de la Rica, convertido en personaje que habla desde el interior de la novela, la tercera persona son varios seres en uno. “O al menos”, puntualiza, “uno que se transforma en otro y después en un tercero…” Es lo que tiene esta novela, contada en forma de bucle o espiral, donde la tercera persona con diferentes rostros se convierte en motivo para indagar desde distintos ángulos sobre su condición intercambiable de carcelera, vigilante y amante. Una cita en una conferencia sobre la tercera persona que da Jacob como profesor universitario habla así:

“El tercero en el amor aparece casi siempre en el medio de un amor ilícito. El tercero en el amor puede ser el carcelero, el carcelero convertido en vigilante o en amante. En cada persona que ama con pasión a otra conviven un carcelero, un vigilante y un amante. Dispuestos al más cruel de los sacrificios, todos sufren un esquivo tormento…”

A los lectores de esta novela, cuya lectura recomiendo sin lugar a dudas, corresponde descubrir esa convivencia del carcelero, vigilante y amante en la tercera persona. También observar el intercambio de papeles que se produce cuando otros individuos se interponen entre dos miembros de una relación adúltera. Es el caso de Claire, quien, insatisfecha con su matrimonio, rompe con su pareja, se aleja en un momento dado de Jacob y se lanza a los brazos de otro hombre. ¿Lo hace porque de pronto se ha enamorado de este, o porque se siente sola, o debido a la indecisión de Jacob, o porque le ama y respeta su matrimonio con una mujer profundamente enferma?

¿Y qué frena a Jacob a la hora de plantearse dar el paso definitivo, además de la desidia que se instala en su vida? ¿Acaso su mujer Agnes, a la que ama, aunque los trastornos mentales propios de su enfermedad hayan quebrantado su identidad? ¿O quizás el sentido de culpa, o su cobardía, o el egoísmo de pretender simplemente abrazar la propia máscara a través de la búsqueda de una amante? Son, entre otros, interrogantes que surgen mientras se lee esta excelente novela de Álvaro de la Rica, cuyo desenlace, si lo hubiera, habrán de averiguar los lectores.

Escrita la novela a modo de work in progress, en ella se va narrando en un tiempo que no pocas veces camina hacia atrás. En igual medida, en otros capítulos se da grandes saltos temporales hacia adelante para a continuación cubrirse ciertos vacíos presentes en lo que se ha ido contando. Y matizo ciertos vacíos, porque la escritura de Álvaro de la Rica se aleja, por fortuna, de los cánones realistas discursivos y de la pretensión de alcanzar una unidad narrativa. Como personaje de esta novela, de la Rica se vale de la teoría del iceberg de Hemingway para establecer una analogía entre los datos escondidos y determinadas realidades cuya presencia o ausencia pudieran actuar de la misma manera que un dato escondido y producir efectos análogos. En esta dirección trascribo una cita que pone de relieve la concepción que sostiene Álvaro de la Rica sobre la novela:

“Alguien dijo que la novela era un espejo que se ponía al borde del camino para ver pasar la vida, y alguien más sutilmente añadió que era siempre un espejo roto y que era inútil siquiera la pretensión de recomponer la imagen entera.”

A estas alturas quedará claro a los lectores que No te vayas sin mí es también un conjunto de reflexiones sobre la esencia de la ficción. Por las páginas de esta novela se deslizan referencias literarias de la Biblia, Homero, Cervantes, Pirandello, Carver, Joyce, Kafka, Schnitzler…Además, se reflexiona sobre el modo en que se va construyendo la novela, en las voces, sobre todo, del narrador y del autor convertido en personaje de ficción.

Tal y como se apunta en la contraportada, “Staten Island, un siniestro restó en París, los parques de la ciudad de Boston o la Vielle Ville ginebrina son entre otros los lugares- testigo en los que se desarrolla una gran historia de amor que bien podría haber sido la nuestra.” En estos escenarios logra Álvaro de la Rica forjar una atmósfera inquietante que, lentamente, va atrapando sin vuelta atrás a los lectores.

Elisa Rodríguez Court

Elisa Rodríguez Court (Canarias, 1959) es licenciada en Filosofía y profesora de alemán. Ha escrito relatos publicados en volúmenes colectivos y las novelas 'Decir noche' y 'Dime quién fui'.
Como columnista ha participado en la Cadena Ser, en revistas y en diferentes periódicos de las Islas Canarias. Actualmente colabora regularmente, desde hace años, con una columna semanal en el periódico 'La Provincia-Diario' de Las Palmas.
En 2003 ganó el accésit y al año siguiente el primer premio Mejor labor informativa de Canarias, otorgado por el Instituto Canario de la Mujer.

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