Escritor de una cosecha de los primeros años ochenta del pasado siglo, en una ciudad sureña de España, epicentro de uno de los principales focos culturales de hoy dÃa: Málaga. ¿El nombre del escritor? Rafael GarcÃa Maldonado, autor de novelas y libros de relatos, boticario y humanista, colaborador de prensa. Nuestro entrevistado ha publicado en Anantes su última novela, Tras la guarida; una novela con la que nos invita a una historia de incógnita, sugerente y emotiva. Hablamos con GarcÃa Maldonado de toda cuestión literaria, de la elaboración del relato, del oficio del escritor, de sus propósitos y sus inquietudes culturales.
¿Por qué recomendarÃa usted, como boticario en ejercicio, literatura?
Porque, entre otras cosas, es el mejor analgésico que conozco. Un analgésico que palÃa el dolor aunque no quite la causa del mismo. Para mà la literatura es cultura, evasión, conocimiento, diversión, aprendizaje y vida. Y digo vida porque yo a veces no sé o no recuerdo bien lo que he leÃdo o vivido. Yo soy un buen y disciplinado lector; un boticario lector que escribe, y tengo la certidumbre de que he viajado por el Congo con Conrad en una barcaza, de que he estado en la Rusia invadida por Napoleón en casa de Pier Bezujov y de que he sido el boticario de Madame Bovary. No que haya vivido en las páginas de esos libros, sino esa realidad. Por tanto, recetarÃa literatura, o sea vida, para dar unas dimensiones convenientes a la existencia. Para dar sentido y lucidez.
¿Y qué movimiento estético me receta? ¿Qué escritor? ¿Qué obra?
No suelo recomendar libros, no suelo acertar. Me da la impresión de que no estoy al dÃa en los gustos literarios de la mayorÃa. He leÃdo muchÃsimo este año -y sigo en ello- a los autores contemporáneos de mi generación y la de un poco por encima, sobre todo los que tienen excelentes crÃticas, y no logro entender dónde está la genialidad de buena parte de esas obras. Yo, como escritor, sólo hago lo que me hubiese gustado leer o lo que me hubiese encantado vivir. En la actualidad no encuentro casi nada asà en España: ni lo que Benet llamaba Gran Style -un estilo poderoso que haga grande una obra- ni grandeza en las historias, que suelen ser poco o nada interesantes, sin épica ni poderÃo alguno. Seguramente el problema sea mÃo, de elevada exigencia, pero es un hecho. De mi generación me interesan Manuel Astur, Sergio del Molino y Eva DÃaz Pérez, entre otros. De los clásicos, recomiendo siempre a unos pocos entre miles, por decir algo. Nostromo, de Conrad, Viaje al fin de la noche de Céline y La vida breve, de Onetti. Decir el Quijote o la Odisea (que son los únicos libros que he releÃdo más de una vez), me parece una cursilada y un atrevimiento.
¿Cómo llega de la medicina a la literatura? ¿Cómo se viven mutuamente estas dos artes?
No creo que se llegue, se está, aunque uno no lo sepa. Yo nacà en la casa de un sanitario con una biblioteca inmensa. Tuve esa suerte. Mis antepasados fueron boticarios y médicos con libros y eso me lo dieron hecho. Eran hombres de ciencia pero humanistas, pequeñoburgueses cultos. Los libros han sido desde la infancia algo natural, como la merienda o los partidos de tenis, no un latazo al que me obligasen en el colegio. Primero los libros de mi padre los usé como porterÃas para jugar con mi hermano Antonio al fútbol en los pasillos de casa, y luego, poco a poco, me fui acercando a ellos de otra forma. Hoy dÃa soy un lector contumaz y un aprendiz de novelista gracias a esa biblioteca, y a que aprendà a leer por ósmosis, por ver a mis padres hacerlo siempre y ser felices con ello. Se viven bien, se compagina sabiendo aprovechar el tiempo como hago yo. Dedico aproximadamente una hora, algunos dÃas dos, a escribir, y otras dos o a veces tres a leer. Eso todos los dÃas, domingos y festivos incluidos. No pierdo el tiempo, no dejo que se escape ni una gota de la vida.
Leyendo su nueva novela Tras la guarida advertimos el tono confesional y pausado, de prosa melódica y parsimoniosa. ¿Hasta qué punto considera usted que es el estilo un elemento más de la trama?
Yo estaba convencido de que escribir era muy complicado, y lo sigo creyendo, pero que se trataba de contar buenas historias. Cuando publiqué mi primera novela -de la que estoy muy orgulloso- me di cuenta de que no, de que con eso sólo no es suficiente. Entre la primera y la tercera novela, que son por asà decirlo convencionales, realistas y con narrador omnisciente, me puse a practicar el punto de vista, el testigo de la historia, la subjetividad, la prosa cuidada y poética, etcétera. Para eso llamé a la puerta de mis referentes, y ellos me enseñaron a hacerlo, a intentarlo. De repente me encontré con un estilo, el que ahora creo tener. Cuando uno se da cuenta de que tiene un sello propio, algo que ya permanece en lo que escribe, es todo más fácil, y ya la inspiración no es el problema. El escritor es la buena historia más su estilo, al cincuenta por ciento. Creo sinceramente que Tras la guarida, contada de otra forma, no tiene sentido.
¿Por qué es usted escritor?
Porque soy lector, porque es un privilegio inmenso poder crear nuevos mundos y ponerlos en circulación. Porque me gusta contarme historias a mà mismo y porque creo que es la única manera de no morirse nunca. Porque supongo que alguien puede quererme un poco más si lo hago. Porque no sé tocar ningún instrumento y me encantarÃa tocar el violÃn y el piano. Porque en el fondo intento reescribir los libros que me marcaron añadiéndoles mi propia vida. Porque me relaja y porque a veces creo que estoy obligado a hacerlo, a decir de alguna forma que yo he estado aquà cuando haya que cruzar la puerta negra. Porque quiero dedicarle los libros a la gente que quiero y admiro y mil razones más. O sea, que no lo sé.
¿Cómo descubre esa historia que se esconde en Tras la guarida?
En un bar, una taberna en las que suelo sentarme a escribir mis diarios o a leer la prensa cuando estoy por ahÃ, fuera de casa. Un anciano empezó a hablar conmigo y me acabó contando que su padre, el primer alcalde franquista de un pueblo andaluz, escondió en una cabaña al último alcalde republicano durante cinco años, que era su Ãntimo amigo. «El hombre más culto que vi nunca, siempre rodeado de libros y papeles», me decÃa aquel anciano, que era en aquellos años el niño que le llevaba al fugitivo de vez en cuando la comida, tabaco y tinta para la pluma. Me di cuenta de que ahà habÃa una historia fascinante.
¿En qué le ha ayudado esta novela? ¿Qué fin ha buscado con ella?
Supongo que, como decÃa antes, me ha ayudado a encontrar mi estilo literario. Pero, cómo no, también me ha ayudado a entender un poco mejor la condición humana y de paso a mà mismo. El fin era contar lo que yo creo que es una historia que no merece que quede en el olvido, y contarla con eficacia, estilo y honradez.
¿Qué hay de personal en su escritura?
Todo y nada. Yo soy y estoy en todos los personajes de mis historias, pero no soy ninguno en concreto. Flaubert decÃa que Madame Bovary era él, y estoy de acuerdo, nadie puede poner en los folios lo que no tiene, y yo también lo hago, qué duda cabe. Yo soy Javier, el protagonista de Tras la guarida, pero también Manuela.
¿Lo privado?
Lo personal, lo privado, lo vuelco en mis diarios, en lo que yo he llamado marineramente Diario de cabotaje, una bitácora que llevo algunos años escribiendo a mano y que no sé si publicaré algún dÃa. Supongo que no.
En la novela encontramos acotaciones, confesiones, en cursiva, en donde la voz que recorre la obra se eleva, más grave, digamos más poética. ¿Le interesa explorar como escritor otros géneros? ¿Admite su influencia en esta obra?
SÃ, claro, admito mis influencias. Todos los escritores de la historia han admitido haber copiado, imitado y admirado a otros. Desde Homero a Jesús Carrasco, todos bebemos de todos, y todos saqueamos bibliotecas cual bárbaros en Roma, unos más sutilmente que otros, pero es innegable. La voz cursiva era necesaria para mi historia, no creo que tenga más importancia. El lector lo ha entendido muy bien.
Todo en la novela es búsqueda y enigma pero ¿dónde está Majer?
DecÃa Ismael, personaje principal de Moby Dick -una de mis novelas preferidas- que sólo los territorios que no se pueden poner sobre el mapa existen en realidad. Majer es uno de ellos. Majer es un pueblo grande, a medio camino entre el pueblecito y el pueblo-ciudad, a pocos kilómetros del mar, bañado por el arroyo del Torca y que tiene cerca un inmenso bosque de pinos mediterráneos, que son la linde con las montañas de Lugencia, el pueblo perdido. AhÃ, en Majer, puedo hacer y decir lo que me da la gana sin que nadie me diga que Fulano es su tÃo abuelo y que Zutano no estaba allà en el año 44. Es mi territorio mÃtico, el que tengo en la cabeza y donde se desarrolla mi universo literario. Es un sitio maravilloso donde sueño con ir a vivir, como hizo el doctor DÃaz Grey de Onetti, que se fue a vivir a Santa MarÃa, a la ficción.
Esta novela es una novela de superación, de búsqueda y de victoria. ¿Cuál es la superación, la búsqueda y la victoria constante de un escritor según Rafael GarcÃa Maldonado?
Estar vivo y sano y razonablemente feliz es ya una victoria. No soy demasiado optimista con respecto a la situación actual de la cultura y el futuro humanista de occidente. Sé que el mundo en el que yo he crecido, el mundo en el que me educaron, el de las bibliotecas, la cultura, la educación como diferencia del resto y los solidarios estados de bienestar está en fase crepuscular. Yo lo sé, y mis personajes también lo saben, aun asÃ, no nos achantamos y seguimos peleando, porque siempre encontramos un motivo por el que seguir dando batalla. Tengo un hijo de 9 meses, y sé que ya no podré bajar la guardia nunca, que estaré siempre en combate.