De la misma forma en la que René Char preparó una selección de la obra de Arthur Rimbaud incluyendo dos de sus cartas, en la antologÃa de poemas de Hart Crane (1899-1932) realizada por Adalber Salas Hernández (El sol que reventó en el mar, [PoesÃa y Prosa], Amargord Ediciones, 2017) se incluyen dos ensayos y una carta del poeta norteamericano.
La comparación no es causal si consideramos la admiración que sentÃa Crane por Rimbaud, y sus similitudes experienciales: una muerte temprana (Crane por suicidio a los 32, Rimbaud por carcinoma a los 37 años), la producción de una obra hermética y sin precedentes localizables, y la visita de ambos autores a paÃses y lugares extraños.
Crane no se consideraba un vidente, en el sentido en el que Rimbaud forjó voluntariamente sus vértigos, aunque sà un acumulador de experiencias. Sus ensayos sobre poesÃa, además de la carta enviada a Harriet Monroe (Poetry, Chicago), permiten una mejor lectura de su obra.
Al igual que S. T. Coleridge, el poeta norteamericano creÃa en el poder de actuar creativamente bajo las leyes de su propio origen. Hart Crane no niega la tradición, pero enseña que un poeta debe aprovechar su propia sensibilidad, piedra angular de su experiencia. Mientras más vastas sean estas últimas, más puro será el acto de creación. Esto es lo que le advertÃa a Harriet Monroe, editora de Poetry, hacia 1924:
“Siempre habrá una justificación perfecta para ignorar esos versos declarados y oscuros, excesivos, etc., hasta que, a través de alguna experiencia propia, las palabras acumulan las connotaciones necesarias para completar su conexiónâ€.
PodrÃamos extender la comparación de Crane con Rimbaud y considerarlos de cerca, abrir las puertas de la eternidad, y exiliarnos con ellos de Occidente. Porque ambos autores exigieron alejarse de las tradiciones europeas, y cada uno a su forma terminó arrojándose a los abismos del silencio. Sólo sus adioses difieren: el de Rimbaud fue imaginario, porque su cuerpo permaneció con vida; en cambio Crane se arrojó al Atlántico, saltando por la borda del vapor Orizaba cuando navegaba el Golfo de México.
Pero mucho antes del silencio, y mucho antes de sus despedidas, los lÃmites del lenguaje quedaron descoloreados por sus poesÃas.
Hart Crane reaccionó a su época de forma honesta y experiencial. Porque su trabajo, sencillamente, representa el transparente resultado de su curiosidad y de su experiencia.
Como Walt Whitman, tuvo la capacidad de fundir las fuerzas de los Estados Unidos y de América en una versión universal, a diferencia del eurocentrismo predominante de la época de poetas como T. S. Eliot.
Porque la integración formal de la experiencia en la poesÃa de Hart Crane, aún sin encontrar claras similitudes con sus predecesores (aunque sabemos de su admiración por Melville, Whitman y Dickinson), responde a lo reclamado por Emerson y Thoreau, es decir, a la época fundacional de la literatura norteamericana.
Estos autores, al igual que Crane, comprendieron que vivir y escribir no sólo eran hechos complementarios, sino que constituÃan el mismo acto cuando se consideraban desde una determinada perspectiva. Todos buscaban un pensamiento y una experiencia dirigida hacia el interior, la condición hogareña del propio yo, en detrimento de las tradiciones.
Cualquier lector norteamericano, incluso iletrado, caminará firme por el puente de Brooklyn tramado por Crane, “soltando blancos anillos del tumulto, construyendo libertad en lo alto, sobre las aguas encadenadas de la bahÃaâ€.
Al momento en el que un poeta sólo le reclama experiencias a sus lectores, la dificultad se acrecienta, aunque de forma distinta.
Si un lector de la obra de Rimbaud viaja por el interior de Francia, llega hasta Reims y transita las Ardenas de la comuna de Charleville, encontrará mejores sustancias en la cotidianidad y en los paisajes de la verde campiña que en las bibliotecas de ParÃs. Y es probable que, y de la misma forma, conozcamos más a la poesÃa de Crane visitando los lugares que pasaron por su vida, como Cleveland, Manhattan, Brooklyn, Ermenonville, Key West, Isla de Pinos (Cuba) y Ciudad de México.
La nueva antologÃa reúne una considerable muestra de cada uno de sus trabajos, desde Edificios blancos, Key West, El Puente y hasta poemas no incluidos en libro.
Hasta el dÃa de la fecha no existÃa un trabajo tan completo de selección y traducción como la de Adalber Salas Hernández en nuestra lengua. Su selección y su prólogo, además de los ensayos y cartas incluidos de Crane (como señaló Heidegger respecto a la selección e introducción preparada por Char de Rimbaud), abren nuevos horizontes.
«Que el peregrino no vuelva a verse,
aunque se dirija a un lento destripamiento, como
esas enormes tortugas marinas que amanecen en el muelle, con
sus ojos escabeches horneados —
¡pinchadas, volteadas, tanto trueno en sus esfuerzos!
¡Y picos apretados tosiendo en busca del oleaje!Desecho arrancado al huracán — yo, forjado en su flujo,
cuajado por estos atardeceres, terso y vacante.
Me has dado la concha, Satanás — amuleto carbónico,
seco, del sol que reventó en el mar.»“¡Oh, isla caribe!†– Key West, de Hart Crane.