[TÃtulo español de la última novela de Thomas Ruggles Pynchon traducida con honores al castellano por Mr. Vicente Campos y editada en «Ejpaña» en mayo del año del Señor 2010, nada más y nada menos que cinco y pico después de su salida al mercado anglosajón el 21 de noviembre de 2006 con el tÃtulo Against the day].
Let’s get cynical
No he leÃdo casi ninguna crÃtica sobre esta novela de Thomas Pynchon, aunque sà un manojo escuálido de reseñas y balbuceos. No he leÃdo crÃticas porque no las hay, son tan raras como una fotografÃa del autor. No hay crÃticas porque los crÃticos no se han leÃdo el libro. No se han leÃdo el libro porque han perdido la costumbre de leer. Han perdido la costumbre de leer porque, como se dice por ahÃ, ahora se estila más el solapismo ilustrado, que yo corrijo o aumento y llamo lectura caótica o de las cien primeras páginas o al azar —lecturas de todo a cien o random readings—. Tampoco he leÃdo reseñas de crÃticos porque crÃticos ya no hay, y en las revistas literarias lo que encuentro son chistes disfrazados de recensiones, cáscaras de crÃtica y crÃtica de las cáscaras. Proliferan los fisioterapeutas no ejercientes que hablan sobre libros, los teólogos marianistas que escriben noticias sobre libros, los agrimensores y los bodegueros que pontifican sobre libros, todos los anteriores traficando impresiones subjetivas y desnortadas sobre libros, algunos bloggers dando la lata con libros. Muchos libros y poca lectura. Pocas verdaderas palabras y sólo uno o dos filólogos que hacen su trabajo y luego callan, por vergüenza ajena.
Por ejemplo: decir una y otra vez que tiene más de 1.300 páginas y que su lectura está reservada para los cultores del autor, un cuarto de reseña. Teclear la palabra «entropÃa» y delinear un par de pensamientos baratos a su alrededor, otro ¼. Resumir las únicas 100 páginas leÃdas con los nombres de las ciudades donde se desarrollan los acontecimientos y los de un grupito de personajes, ¾. (Venga, que ya queda menos…). Uno o dos párrafos más con anécdotas históricas, cientÃficas y un palmetazo en la espalda al traductor, las últimas gotas de una polución indigna y a dormir. Mañana habrá que lavar las sábanas.
No os creáis nada de lo que se escriba sobre sus obras porque todo es mentira, mero producto del afán de protagonismo de quienes se erigen en apóstoles suyos. Para hablar de Pynchon antes hay que haberlo leÃdo, con tranquilidad y sin el acoso absurdo de una torre de otros libros esperando a ser comentados. La lectura de Pynchon es ya una actividad en sà misma, un trabajo cuya remuneración es su conocimiento. Y los, asà llamados, crÃticos, se comportan con esta y otras altas literaturas como los bebedores en los pubs londinenses, hace tiempo, cuando el tañer de una campana anunciaba la última ronda: los London Drinkers se aglomeraban en la barra para pedir la última pinta y tragársela rápidamente, sin ganas y aun con menos gracia, con el único afán de amortizar la noche, la salida, el estar ahà consumiendo bebidas alcohólicas de tal hora a tal otra, rodeados de borrachos semejantes —de semejantes borrachos—, al calor de su compañÃa, afuera el frÃo de la calle y la incomprensión de quienes, en sus casas, se disponen a acostarse. Por lo que esos crÃticos, esos reseñistas, esos comentaristas, parece que han puesto el libro a Contraluz —¿entendéis el chiste, eh?, ¿lo entendéis?— y sólo han percibido la luminosidad sucia que nimba su margen externo, un halo de desperdicios aprovechable para sus propósitos de ponerlos por escrito, porque quién se atreve a leer de verdad a este Grande, eh, quién se atreve.
No voy a hablar del espato de Islandia porque este mineral tan sólo constituye en Contraluz el transporte utilizado para arrancar las múltiples derivas narrativas que se ofrecen en la novela. Solamente diré que el fenómeno de la doble refracción que favorece la calcita devuelve dos rayos, uno ordinario y otro extraordinario, a estas alturas esto deberÃa saberlo todo el mundo. En la novela, la historia ordinaria de una venganza por la muerte de un padre anarquista a manos de unos asesinos pagados por capitalistas; la extraordinaria de sus hijos, refractados a velocidad y ángulos variables, vale decir con diferentes vectores, por diferentes partes del Globo, lugares cool en la época en que la historia está ambientada.
Veo en la novela, más que en sus precedentes, una estructura, además de refractaria, hiperenlazada. Como en las entradas informativas de determinadas webs en las que un link con la leyenda Leer más invita a continuar la lectura en una dimensión diferente por desconocida. A Pynchon le gusta abrir ventanas dejando las precedentes abiertas. Pynchon es el maestro del zapping. Consume mandos a distancia como otros galletas Oreo a punto de caducar. Leer Contraluz también es como sentarse ante una consola repleta de pantallas en la que todo está sucediendo a la vez. Ejecuta varias partituras simultáneamente. Ofrece varios libros en uno. Sé que fue Pynchon quien verdaderamente inventó el pague uno pero llévese más, y los hipermercados plagiaron su idea.
También quiero decir: frótate las manos cuando aparezca un nuevo nombre en una página, pues posiblemente se repita más adelante en un aparentemente cerrado ecosistema narrativo donde, cual medio único y definitivo y amniótico, parezca ya imposible refractar de nuevo la historia hacia otros personajes, lugares o derroteros. Dijo Nabokov que se reconoce a los mejores lectores porque son capaces de anticiparse a lo que vaya a decir a continuación el autor. Pero con Pynchon, que fue alumno suyo, esos lectores experimentados se enfrentarán a la horma de su zapato, pues nunca tendrán ni idea de hacia dónde dirigirá aquél sus palabras en cada momento.
AC/DC War
A Pynchon, en sus recorridos largos, le gusta comenzar con eventos que den juego pero que no hayan tenido un lugar preponderante en la Historia popular. Dicho de otra manera, aúpa hacia la avenida principal de sus narraciones acontecimientos que no cabe sino considerar apócrifos dada la falta de consignación extensa de los mismos en la Historia comúnmente digerida/aceptada. La secular, reimprimida cientos de miles de veces en libros de texto, enciclopedias y best-sellers, la despacha con menciones a veces de un solo párrafo y otras de un trozo de frase, para que no estorbe ni enturbie lo que verdaderamente interesa: esa electricidad semioculta pero que aún irradia energÃa, y que pocos escritores han arriesgado en conectar a sus novelas. Como es lógico, me refiero a buenas novelas.
Es el caso en Contraluz: la Feria Mundial de Chicago de 1893, en la que Nikola Tesla resultó efÃmero vencedor en la guerra cientÃfico-empresarial por hacerse con el control del mercado eléctrico. Tesla y Edison aparecen en la novela, el primero con un papel secundario aunque indudablemente activo e influyente en la atmósfera tecnológica bizarra en que se cuece la narración.
Contraluz es también electricidad narrativa. Un mazo de cables pelados y desperdigados a través de sus páginas van repartiendo electrones aquà y allá para que personajes que en realidad son átomos se atraigan entre sÃ. Macho y macho, hembra y hembra. Machohembra, claro. Dos machos y una hembra en dos ocasiones —deux ménages à trois— y en dos continentes distintos. Toda la tabla periódica aparece retratada en la novela.
Principio de incertidumbre y narrativa cuántica
Aunque Contraluz no sea una novela matemática, sà recoge aglomeraciones humanas con tales fines, conversaciones acerca de y alguna disquisición breve sobre numerologÃa. Por simple diversión, probad a hacer la raÃz cuadrada de menos uno (√-1). Luego pintad los recorridos de los personajes sobre un mapamundi apolÃtico desprovisto de accidentes naturales. Inferid entonces una función que sea capaz de representar cada una de las curvas bezier que, como segmentos de la totalidad, reflejan dichos itinerarios. Las áreas encerradas entre la suma de dichas derrotas podréis hallarlas mediante simple cálculo integral. Cuando tengáis los dibujos, hacédmelos llegar para contrastarlos con el mÃo.
Por decirlo de otra manera, los no iniciados se sorprenderán de la indeterminación direccional de la narrativa de Pynchon. ¿Adónde va este tÃo? es una pregunta habitual que no hay que temer hacerse. Este tipo de narrativa puede denominarse, sin rubor alguno, cuántica: porque los conceptos de narrativa clásicos no pueden utilizarse para explicar su funcionamiento. Cada partÃcula o fragmento se comportan de manera autónoma, y su trayectoria parece no estar definida de antemano como en la fÃsica de Newton o en la novelerÃa de manual. Sin embargo la energÃa se conserva, nunca se pierde. Es más: la energÃa se multiplica.
Anarcocorridos
Contraluz trata de la anarquÃa. En sentido metafórico y explÃcito. ¿Quién decÃa que las novelas de Pynchon versan sobre la nada? Todas tienen un hilo conductor. En este caso es la electricidad pero no la entropÃa ni la guerra. Tampoco la fantasÃa ni los inventos ni la especulación sociológica. Se trata de algo más prosaico y estúpido y que precisamente por ser tan prosaico y tan estúpido domina las vidas de unos cuantos miles de millones de personas incluidos todos nosotros.
AnarquÃa contra el capital, está de más decirlo. Hay un par de párrafos cerca del final en los que el malo de la novela, Scarsdale Vibe, millonario malvadÃsimo, dice:
«Claro que los utilizamos […], los enjaezamos y los sodomizamos, fotografiamos su degradación, los mandamos arriba, a las vÃas, y abajo, a minas, alcantarillas y mataderos, los ponemos debajo de cargas inhumanas, cosechamos su músculo, su vista y su salud, dándoles como muestra de nuestra generosidad unos años miserables de espigueo. Claro que lo hacemos. ¿Por qué no? Sirven para poco más. ¿Qué probabilidad hay de que lleguen a la madurez, de que se eduquen, de que engendren familias, de que mejoren la cultura o la raza? Nosotros tomamos lo que podemos mientras podemos. Miradlos, llevan la marca de su destino absurdo a la vista. La estúpida música del juego de las sillas está a punto de detenerse, y serán ellos los sorprendidos, torpemente, la mayorÃa carentes de oÃdo musical y ni siquiera remotamente conscientes de lo que pasa, y muy pocos, si alguno, con la sensatez de abandonar la partida a tiempo y buscar refugio antes de que sea demasiado tarde. Porque puede que entonces ya no haya refugio.
»Lo acapararemos todo —añadió haciendo el esperado gesto con el brazo—, este paÃs entero. El dinero habla, la tierra escucha, allá donde se agazape el anarquista, donde cabalgue el cuatrero, nosotros, pescadores de americanos, lanzaremos nuestras redes de malla perfecta de diez acres, nivelada y a prueba de gusanos, preparada para construir sobre ella. Allá donde indeseables y patanes desconocidos se arrastren tras sus miserables sueños comunistas, los buenos ciudadanos de las praderas llegarán como redes desbordantes a estas colinas, limpios, laboriosos, cristianos, mientras nosotros, mirándolos en sus pequeños bungalows de vacaciones, moraremos en los palacios suntuosos que corresponden a nuestro rango, cuya construcción pagará el dinero de sus hipotecas. Cuando las cicatrices de estas batallas se hayan borrado hace mucho, y las escorias estén cubiertas de matojos de hierba y flores silvestres y la llegada de las nieves ya no sea la maldición anual sino una promesa, esperada ansiosamente por la afluencia de aficionados acaudalados a las diversiones invernales, cuando los ramales brillantes del teleférico hayan sometido todas las laderas, y todo sea fiesta y deporte saludable y ganado eugenésicamente seleccionado, ¿quién quedará ya para recordar a la farfullante basura del Sindicato, a los cadáveres congelados cuyos nombres, falsos en cualquier caso, se habrán desvanecido para siempre?, ¿a quién le importará que en el pasado unos hombres lucharan como si una jornada de ocho horas, unas cuantas monedas más al final de la semana, lo fueran todo, merecieran soportar el viento implacable bajo el tejado desvencijado, las lágrimas helándose en el rostro de una mujer desgastado prematuramente hasta el estupor, el llanto de niños cuyos buches nunca fueron satisfechos, cuyo futuro, el de aquellos que sobrevivieron, se redujo siempre a trabajar hasta reventar para nosotros, servirnos, alimentarnos y criarnos, recorrer las vallas remotas de nuestras fincas, hacer guardia entre nosotros y aquellos que pudieran entrometerse o cuestionarnos? […]. El Anarquismo pasará, su raza degenerará hasta el silencio, pero el dinero engendrará dinero, crecerá como las campánulas azules en el prado, se extenderá, brillará y tomará fuerza y postrará a todo ante él. Es sencillo. Es inevitable. Ya ha empezado».
Parrafada alucinante y demostrativa de que la afición de Pynchon a insertar canciones en sus novelas no se limita a lo puramente anecdótico o estético, sino que también persigue intenciones polÃticas. La muerte a manos del anarquista en Sarajevo resulta errada, por la identidad sus vÃctimas, si se es capaz de advertir cuáles son los beneficiarios de este tipo de desviaciones de atención. ¿Quién o quiénes son los verdaderos enemigos? ¿La sangre y las lÃneas sobre un mapa o el dinero, global y sin fronteras?
Mind the gap
Contraluz es un festival de intertextos literarios y no literarios. Basta consultar la wiki construida por sus fans anglosajones para descubrir la magnitud de cita que se permite este escritor para el que todo está permitido. Me pararé sólo en un ejemplo, reflexivo, además.
Pig Bodine es un viejo personaje pynchoniano. Aparece por primera vez en Slow Learner, su libro de relatos de juventud, y está presente en V., El arcoiris de gravedad y Mason y Dixon. Siempre hace de marinero. La palabra Pig, además de un famoso y profético acrónimo de la trÃada Portugal-Irlanda-Grecia —aunque en origen era plural y, por ello, también incluÃa a España (Spain); es decir: tiempo al tiempo—, significa Cerdo. Bodine se comporta habitualmente como tal. Y reaparece en Contraluz como O.I.C. Bodine, sin el Pig delante.
En la Thomas Pynchon Wiki dicen de esta rentrée: “Fogonero americano a bordo del Stupendica. O.I.C. es la abreviatura en la Marina estadounidense de Officer in Charge (Oficial al Cargo). Si no se abrevia el in en las iniciales, se convierte en O.in.C., pronunciado ¡Oink! Y si las iniciales son deletreadas se convierten en Oh, I see (ou-ai-si). Probablemente Pynchon sabÃa que sus viejos fans buscarÃan a Bodine en su nueva novela, y estas iniciales anticiparÃan sus reacciones al encontrar a su personaje favorito: Oh, I see Bodine! (¡Oh, ya veo a Bodine!)â€. (Como puede apreciarse, sus jugarretas desbordan una imaginación que se echa de menos en otros ámbitos vitales).
Pero lo que no se detecta es el paralelismo entre este fogonero, viajando desde América a Europa, y el fogonero original y kafkiano. Efectivamente, el protagonista del relato escrito por Kafka (llamado El fogonero por él en su primera publicación, más tarde y algo más relleno América por Brod y después, y definitivamente inconcluso, El desaparecido) en las mismas fechas en que Bodine hacÃa el viaje inverso es otro intertexto más, otra broma más, media gamberrada genial de un Pynchon que deshace el flujo de la historia para restituirla a un origen algo más movido que el de su predecesor.
Consumismo pynchoniano
En Contraluz como en sus anteriores novelas la narrativa es hiper. HiperThomas, HiperRuggles, HiperPynchon. Lo excesivo como medida de lo imposible y lo inabarcable. Su narrativa se trasforma en un fantástico expositor donde todo está representado. Una Feria Mundial de los Acontecimientos Consumibles.
El escritor es también una máquina perfecta del tipo input-output. Lee y asimila y es su escritura la que, al desarrollar sobre el papel lo previamente ingerido, otorga un valor añadido imposible de encontrar en el resto de sus coetáneos.
Narrativa barata de comprar, por obra y gracia de Mr. Campos, pero cara de leer. Una ruina editorial. Editar a Pynchon o escribir sobre él es en la actualidad una de las tareas literarias menos gratificantes desde un punto de vista económico. Porque a Pynchon no lo lee casi nadie. Porque mucho menos va a leerse lo que sobre Pynchon tenga que decir quien sea que se atreva a decir algo sobre él o cualquiera de sus obras. Pynchon no interesa por incomprensión en diversas acepciones de la palabra. Pynchon no interesa porque es un malnacido capaz de sacar los colores tanto a los demás escritores como a los lectores. Por todo ello es fácil atacarlo. Más aún ningunearlo. Lo que nos da, inversamente, la medida perfecta de su verdadera capacidad. A ver quién es capaz de hacer lo mismo.
José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com
* Todas las imágenes extraÃdas de Thomas Pynchon Wiki.
[…] This post was mentioned on Twitter by CÃrculo Lectura Roma, Revista de Letras. Revista de Letras said: “Against the day†(“Contraluzâ€), de Thomas Pynchon http://bit.ly/dKfwms […]
Completamente de acuerdo sr. Amores. Gracias por su dedicación; y ya que se me ofrece la oportunidad: alzo un brindis desde aquà por Mr. Campos, su trabajo bien lo merece.
Habrá que darle la razón. Dos meses después de su sensacional crÃtica (rastreé google buscando más; suerte que hallé Pynchonpedia), sólo un comentario la acompañe. AñadirÃa que los pocos que leen a Pynchon lo hacen como pose (ahora quisiera esconderme, pero mi nick me delata).
Asà pues, además de maravillado, me siento «reñido» por su artÃculo, aunque en mi defensa diré que cuando leo sus libros, lo hago sabiendo que voy a desentrañar tan sólo una pequeña porción de su contenido, yaque carezco, entre otras muchas cosas, de la formación de T.P.. El tiempo (¡soy tan inculto y queda tanto bueno por leer!) juega también en mi contra. Aún asà disfruto de su escritura (he llegado a llorar de risa en alguna de sus irónicas descripciones) y me emociono con algunos de sus discursos (estupendo el que ha incluido).
Lo dicho. Encantado de conocerle.
Un lector azorado.
Una de las mejores reseñas que leÃdo. Enhorabuena. AsÃ, en general.
Emocionado me hallo. Quizá lo mejor que he leÃdo sobre cualquier autor, y con más merito al ser sobre Pynchon.
Como no soy crÃtico, solo me guÃo por mi olfato de lector absoluto: Huelo que en el millar de páginas de Contraluz, está Borges, cada tres o cuatro (páginas) y huelo un agradable tufillo a DeLillo (el de Submundo).- Me pierdo, como en toda traducción, lo mejor de la música literaria de todo autor (en este caso Pynchon).- Me complace saber que nadie podrá disfrutar a Borges como yo, que soy argentino, y lo releo cada dÃa como quien silba una canción preferida.- Me sobresalté con ciertos arcaÃsmos en desuso en la traducción de Mr. Campos, vaya a saber porqué los prefirió.- Y porqué habrán traducido Contraluz? Solo lo debe saber Pynchon.- Y termino con lo que simplemente decimos los lectores en dos palabras sobre una novela (si es buena o mala, etc.): esta es casi mala y no llega a buena.- Un gran saludo, tocayo.-
Maravillosa. Un derroche. No veo cómo joseLillo puede compararla con Underworld, una novela programática con un margen de juego y de registros bien estrecho en comparación con esta. Además, siempre se nota que es Delillo el que va a la saga de Pynchon, y aquÃ, aunque mucha gente parece que no lo comparte, está uno leyéndolo en todo su esplendor
Contraluz es imposible de reseñar, por titanica, enciclopedica y despopilante.
Es buena a nivel genial, y tan genial que quieres estudirarla; definitivamente aprenderas cosas nuevas, eso quiere decir que debes usar un diccionario, …las palabras no estan mal escritas, solo las rescata del deshuso.
Buena lectura si es que pasas de las 100 paginas, ya te estara gustando por la 400 y no querras que acabe en adelante.
Vaya oficio! ayudante de dinamitero!