«Leer es traducir», con una afirmación tan clara y rotunda, comienza W. H. Auden (York, 1907 – Viena, 1973), uno de los ensayos incluidos en el volumen que la editorial Lumen acaba de publicar, edición de Andreu Jaume y traducción de Juan Antonio Montiel, con una selección de sus ensayos más importantes, bajo el tÃtulo El arte de leer. Y es que más allá del placer de la leer, Auden postuló en sus escritos y conferencias una conciencia de la lectura, imprescindible para acercarse a la poesÃa, especialmente a la contemporánea, carente –en gran parte– de los recursos formales que la hacÃan reconocible y definible en épocas anteriores. Como dice Andreu Jaume en el prólogo del libro: «Auden fue un poeta extremadamente consciente de su oficio». Es cierto, más que desde la erudición, Auden escribÃa desde la lucidez y el criterio que le habÃa proporcionado haber escrito, pero sobre todo haber escuchado y leÃdo vorazmente mucha poesÃa y no solo poesÃa, y desde el convencimiento de que el lector de poesÃa es un extranjero adentrándose en el idioma de cada autor; asÃ, únicamente una lectura en la que la especificidad o individualidad de cada autor es traducida a la individualidad de cada lector, puede ser fructÃfera. O, mejor dicho, la poesÃa exige, más que ninguna otra faceta de la literatura, ser interpretada. Sin duda, el extrañamiento que la mayor parte del público lector siente frente a la poesÃa actual, solo se puede superar desde esa traslación consciente, un esfuerzo gratificador que, por lo visto, muy pocos están dispuestos a hacer.
Con estas premisas, en consonancia con su idea de lectura como traducción, y gracias a una prosa ágil, amena y clara –mérito en este libro también del traductor– Auden nos hace partÃcipes de sus propias reflexiones sobre la crÃtica literaria: «Dios sabe que los escritores pueden ser bastante estúpidos, pero no tanto como parecen creer algunos crÃticos». Las malas poesÃas: «Por tanto, resulta innecesario atacarlas, porque perecerán de todos modos». El ego de los autores: «En teorÃa, el autor de un buen libro deberÃa permanecer en el anonimato, puesto que es su obra, y no él, la que es digna de admiración». O el aprendizaje de los poetas jóvenes: «Descubrirse a uno mismo es un proceso pasivo porque lo que verdaderamente somos siempre subyace a lo que hacemos».
Y, no podÃa ser de otra manera, uno de los apartados más interesantes se centra en el eterno debate sobre la posibilidad de traducir o verter la poesÃa, como arte ligado hasta la médula a la lengua en la que se escribe, a otro idioma y que Auden resuelve desde la concepción de la obra como expresión de la individualidad de cada autor: es decir, que las caracterÃsticas propias de un idioma, -el vocabulario, la sintaxis, etc.- y de la cultura que lo rodea son prácticamente intraducibles; en cambio, si tenemos en cuenta que un autor es un ser humano exactamente igual a cualquier otro en su individualidad, entonces podremos traducirlo a la individualidad de otra persona. Y aquà Auden introduce el término de autenticidad, frente al de originalidad, como aquello que debe subyacer tras una buena traducción. AsÃ, pone el ejemplo de C. P. Cavafis, un poeta que escribió mezclando griego demótico y culto, propio de la idiosincrasia de los hablantes de griego moderno de finales del siglo XIX y principios del XX, cuyas caracterÃsticas de diglosia son, indudablemente, intraducibles a cualquier otra realidad lingüÃstica; mientras que, por el contrario, cabe destacar la gran popularidad que el poeta griego ha alcanzado en el mundo entero, pues lo que subyace o permanece, después de haber sido traducido a cualquier otro idioma, es una autenticidad de cariz humanista que todo lector puede entender.
Considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa de todo siglo el siglo XX, junto a Pound, Yeats, Eliot, Spender o Isherwood, Auden se nos muestra en esta ocasión también como excelente prosista. Inglés de nacimiento, durante su juventud viajó por toda Europa y se casó por conveniencia con Erika Mann, hija de Thomas Mann, para que consiguiera la nacionalidad británica y pudiera salir de la Alemania nazi. Justo antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, en 1939 se trasladó a los EEUU, donde en 1948 recibirÃa el premio Pulitzer de PoesÃa -tras haberse nacionalizado estadounidense en 1946- y donde conocerÃa a su compañero, el también poeta Chester Kallman. No obstante, volverÃa a Inglaterra al ser nombrado profesor de poesÃa en la Universidad de Oxford en 1956, cargo más bien honorÃfico y de gran prestigio, que únicamente le obligaba a dar tres conferencias anuales. Esas conferencias formarÃan parte de sus ensayos, publicados principalmente en tres libros: The Dyer’s Hand (1962), Secondary Worlds (1967) y Forewords and Afterwords (1973), y donde Auden desarrollarÃa sus apreciaciones en torno a la poesÃa y al hecho poético, además de incluir de forma sorprendentemente aseverativa opiniones y especulaciones en las que la ironÃa se hace muy presente.
Gran conocedor de la poesÃa de todos los tiempos en lengua inglesa, en el presente volumen encontraremos sus estudios crÃticos sobre los sonetos de Shakespeare, o la poesÃa de Tennyson, Poe o D.H. Lawrence o de algún contemporáneo como la poeta Marianne Moore, pero también de la poesÃa francesa –mostrando, por ejemplo, siempre una admiración no almibarada por Paul Valery– y europea en general. También aparecen en estos ensayos otros intereses, más allá de la poesÃa, como los estudios clásicos, la filosofÃa o la teologÃa.
Este Arte de leer es un libro magnÃficamente editado y felizmente traducido al castellano, que hará deleitarse al conocedor de la obra de Auden, y que proporcionará un aprendizaje de primer orden al amante de la buena literatura que quiera adentrarse con perspectiva y sensatez en la poesÃa.
Gracias por el artÃculo.
Interpretar la poesÃa desde el concebir y ordenar la realidad de un modo personal, fiel al origen, auténtico…
Hay otro «interpretar»?
Un tema apasionante!
Gracias AgustÃn y felicitaciones por tu trabajo.
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[…] AgustÃn Calvo Galán17 febrero 2014 –  REVISTA DE LETRAS […]