
Se pretende desmitificar la herencia culta de una musicalidad “antes anclada en un sistema psíquico que definía la memoria como vía perceptiva adecuada para la comprensión”, reconvertida “en una pluralidad de sistemas que acoge lo que se encuentra más allá de lo psíquico y lo mecánico”. El tratado de estética, a merced de sus divagaciones tangenciales, controla su ritmo, “cuestiona y atiende lo que deriva de la sensibilidad, sin nostalgia de un sistema”, que no sea el ecléctico afecto por las más diversas disciplinas. Deambula el ensayo Música y pensamiento. Apuntes de un encuentro (UJA editorial, Universidad de Jaén, 2020) por las avenidas de la erudición melómana, impulsado por la ambición de evocar ese lugar nada común, la creatividad.

El discurso de la profesora de la Universidad de Girona, Carmen Pardo Salgado, explora la vulnerabilidad en expansión del oyente, persigue cada pista que resuena en la iconoclasia de, entre otros, el músico John Cage, un homenaje a “la vida que surge con el entorno al lugar desde el que se establecen las valoraciones, un retorno a un tiempo cero, a una tabula rasa”. Se promulga un cambio de conciencia que intenta sumergirse en las alentadoras complejidades de los artistas György Ligeti o Karlheinz Stockhausen, una experiencia en la que “los sonidos no se ven ni se sienten en movimiento en el espacio y la escucha, en consecuencia, pasa a ser concebida como un proceso en que se interioriza el sonido”.
Se consigue democratizar el elitismo sin esfuerzo en un manifiesto sonoramente democrático, infinitamente curioso, donde “la entrada del espacio en el sonido es también la entrada en el laberinto sensible del oído, laberinto que no hace cuerpo, que no reconoce el espacio, sensible solo en movimiento, sin adentro ni afuera”. El empuje omnicomprensivo encaja en el sistema de valores como una negación total del mismo. Nos enseña la pensadora de La escucha oblicua (2007; Sexto Piso, 2014, galardonado con el Coup de cœur 2008 de l’Académie Charles Cross) a aprender un idioma ajeno para abordar las inauditas perspectivas del propio.
El esclarecedor análisis del genio de Iannis Xenakis deja sentir su “asimetría, al tiempo que tiene por objeto buscar el equilibro entre esa discontinuidad y la continuidad”, donde las partes constituyentes giran en diferentes direcciones antes de encajar. Su espíritu ecléctico reconstruye el pasado en busca de un futuro diferente, hambriento de oportunidades, pendiente de un lenguaje compositivo donde “lo inaccesible se materializa en una concreción sonora, a veces también visual (…) resultado de una antigua afirmación: la música es abstracción”.
Ahondar en la maraña del legado nos permite vernos a nosotros mismos desde ángulos diferentes, porque “hay que hay que mantener una actitud no teleológica, no lineal, para permitir a los diferentes sonidos alcanzarnos”. Este vademécum explora todas las formas de pensar sobre el fenómeno sonoro, consciente de que “para el oído la cuestión no es salir del laberinto, sino habitarlo”. Se desmitifica aquí la clásica complejidad de obras maestras atemporales, una especie de memoria de la profesora del Máster en Arte Sonoro de la Universidad de Barcelona, que se encuentra a sí misma en una interpretación “desligada de las imposiciones del mercado”.
“Ojo y oído se hallan en estrecha conexión en el proceso de lectura”, concluye la creadora catalana en el prefacio. Una irónica actualización del mito de Narciso nos descubre ocupados admirándonos en las redes sociales, lo que nos impide darnos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor. Mejor sería contemplarnos en la empresa digresiva de “un libro (…) una caja de música que espera ser abierta para encontrar un oído (…) un cuerpo y un pensamiento que se transforma con lo escuchado”, un estudio en el que la profesora Pardo Salgado piensa en la música, “entra en una tensión determinada”, y pone música a pensamientos “capaces de acoger una distensión extrema”.