Obviando a los autores clásicos de la antigüedad cuyas obras podrÃan incluirse en la clasificación de ficción especulativa, la ciencia-ficción europea y, por inclusión, la rusa, empezaron su andadura a mediados del siglo XIX, coincidiendo con el comienzo del desarrollo cientÃfico y con la percepción de que la ciencia contenÃa en sà misma el germen para ser una disciplina sujeta a evolución; lo que habÃan sido intentos aislados y anecdóticos se convirtió, por acumulación de tÃtulos, en una corriente que desembocó en la configuración de todo un género literario.
«Con el cambio de los gustos habÃa cambiado la concepción de la belleza, y con la transformación de la lengua se habÃa esfumado el encanto convencional: las palabras sonoras, como un eco vacÃo, se habÃan apagado en el aire, y las imágenes se habÃan desvanecido como las sombras al aparecer los rayos del sol. Tan solo habÃa quedado la altura de los pensamientos, la fuerza de los sentimientos, el hondo conocimiento del siempre constante corazón del hombre, el luminoso amor a la patria y la verdad sublime de la naturaleza; y la poesÃa meliflua, formada exclusivamente por palabras e imágenes, se habÃa hecho añicos.»
Los autores rusos que se adscribieron a este naciente género, a diferencia de los franceses y del mundo anglosajón, no fueron demasiado conocidos ni sus obras pasaron a formar parte de la literatura popular; es posible que el peso especÃfico de los novelistas realistas en esa verdadera Edad de Oro de la literatura rusa relegara al desconocimiento a los que cultivaron la ciencia-ficción, pero tuvo también su parte de responsabilidad, de forma parecida a lo que sucedÃa en el resto de Occidente, la infravaloración de este tipo de novelas comparadas con la literatura realista.
«-¡Pues me encantarÃa creer en algo!- dijo Pavel, animado por sus palabras-. Creer algo en verdad, con inocencia y pasión, como describen en esos libros. Pero me lo robaron todo cuando aún estaba en la cuna. Me envenenaron con su cinismo. Ahota todo me sabe a cenizas. Cómo envidio a esas antiguas familias, con padres y madres, en lugar de ciudadanos numerados.»
La idiosincrasia polÃtica rusa, tanto en el tiempo de los zares como en los albores de la Revolución de Octubre, señala otra diferencia fundamental en las obras de ciencia-ficción: el reflejo, la crÃtica o el enfrentamiento abierto con la situación polÃtica presente o futura, referencia que será fundamental en el devenir del género a partir del triunfo del bolchevismo. De hecho, existe una vaga pero interesante correlación entre la época histórica y la naturaleza de muchas de esas obras, la que relaciona a las producidas en la época zarista, que acostumbran a ser utopÃas que desvelan un mundo mejor, y las escritas en época pre-revolucionaria, que adquieren un carácter distópico nada esperanzador.
«Las ensoñaciones cientÃficas de nuestro camarada al principio me provocaban una sonrisa;: pero las teorÃas se pegan, como la fiebre pútrida, y tal es el efecto de los estudios agudos o especiosos en una inteligencia humana débil, que precisamente las cabezas que antes que nadie alardean de incredulidad, habiéndose impregnado poco a poco de su principio volátil, se convierten en seguidores empedernidos y están dispuestos a defenderlas con fanatismo musulmán. Yo todavÃa discutÃa y sonreÃa cuando de pronto sentà que, entre tanta discusión amistosa, ese condenado alemán me habÃa inoculado su teorÃa; que ésta se distribuÃa por todo mi cuerpo junto con la sangre y que se deslizaba por mis venas; que su calor se me habÃa subido a la cabeza; que estaba enfermo de teorÃa.»
En cuanto a los temas tratados, no difieren en esencia de los comunes del género, aunque es cierto que existen algunas particularidades locales que los distinguen del resto de la ciencia-ficción occidental. La antologÃa no sólo incluye una representativa variedad de autores sino también una diversidad de enfoques, que incluyen un humor tremendamente ácido, y una selección de temas que ofrecen una visión general de una exhaustividad muy interesante: un viaje en el tiempo a un futuro modélico de progreso cientÃfico y humano; un viaje a una región mÃtica, una shangri-la de la naturaleza exenta de la intervención humana, que ha seguido un desarrollo progresivo debido a su evolución natural sin ninguna alteración; el descubrimiento de un pasado común en el origen de todas las civilizaciones de la Tierra, extintas y supervivientes, y de la contribución de la paleontologÃa al conocimiento del pasado; un intercambio epistolar entre dos corresponsales en un futuro lejano, después de un viaje en el tiempo de uno de ellos, entre diversos adelantos tecnológicos y con el ejemplo prestado por el pueblo ruso al frente de todos los avances sociales; un viaje onÃrico de alto tono didáctico a la Luna en el que se explica con todo lujo de detalles los efectos, al nivel conocido en la época, de la vida humana en el satélite; una distopÃa que, a pesar de estar fechada en 1906, anticipa la crÃtica al sistema comunista, a la colectivización y al pretendido paraÃso en la Tierra que prometÃa el sistema soviético; la invención de una máquina azotadora de alumnos dÃscolos que no supera la fase de demostración; el apogeo y destrucción de la República Antártica de la Cruz del Sur, trasunto terrestre de la colonización de otros planetas, organizada en torno a un sistema colectivista y bajo un régimen dictatorial de apariencia democrática, que sucumbe a una epidemia de «contradicción», una variedad de disonancia cognitiva; y, finalmente, en el que es tal vez el mejor de los relatos, se muestra cómo el avance de la ciencia ha conseguido una sociedad modélica, y la medicina la inmortalidad, y cómo, al final, después de milenios de vida, los sujetos caen bajo el hastÃo vital, considerando el suicidio como única alternativa posible a la inmortalidad.
«-La vida eterna es una tortura insoportable… Todo se repite en el mundo, asà de cruel es la ley de la naturaleza… Mundos enteros cobran forma gracias a la materia del caos, brillan, se extinguen, chocan con otros, regresan al estado de dispersión de la materia, y, de nuevo, cobran forma. Y, asÃ, sin fin… Se repiten los pensamientos, los sentimientos, los deseos, los actos. Incluso es posible que la idea misma de que todo se está repitiendo nos venga ahora a la cabeza por milésima vez… ¡Es horrible!»