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Diálogo entre Reyna Grande y Sandra Cisneros

Las escritoras mexicana y norteamericana se acercan e interpelan a través del género de la autobiografía y la biografía novelada | Foto: RachH, Pixabay

A priori se podría pensar que, por su naturaleza introspectiva y personal, la autobiografía es un género literario con poca capacidad de intercambio, de escaso flujo recíproco entre las escritoras y sus lectoras. Sin embargo, como dice Angel Loureiro, «la autobiografía es un acto dialógico que se dirige siempre al otro y que requiere una respuesta», de modo que podemos constatar «la presencia de destinatarios textuales, los cuales siempre están necesariamente presentes en la autobiografía (más que en ningún otro género) a veces de manera implícita, pero muy a menudo de modo explícito». Así, esos destinatarios tienen la oportunidad de coger el testigo que se les ofrece para establecer un diálogo con el que crear una identidad colectiva partiendo de la suma de cada experiencia individual.

Aceptando esas premisas, podemos acercarnos al encuentro entre las autoras chicanas Reyna Grande y Sandra Cisneros. Porque la primera, en su texto autobiográfico La distancia entre nosotros. Memorias de una niña emigrante, reaccionó a la voz que la interpelaba desde La casa en Mango Street, aparecida 18 años antes. Y es que Cisneros recreó a través de su novela biográfica, no solo parte de su vida sino la de otras personas como ella. Tal es el caso de Sally, uno de sus personajes y que en el discurrir de ese collage de historias que habita en Mango Street, es de los que atesora un mayor relieve:  «Sally es la chica con ojos como Egipto y medias color de humo […] No ríes, Sally. Miras a tus pies y caminas derechito a la casa de donde no puedes salir […] Y podrías reír, Sally. Podrías dormirte y despertar sin tener que pensar nunca en quién te quiere y quién no». Y Sally es también la mujer con la que Reyna Grande se identificó profundamente.

La Casita Roja

La distancia entre nosotros, biografía novelada publicada en 2012, cuenta su experiencia migratoria como niña entre la pobreza de México y la carestía de Estados Unidos y en sus páginas explica cómo se le apareció el texto de Cisneros: «Tomé el libro y leí el título: La casa en Mango Street. […] Es difícil describir el impacto que ese libro causó en mí. […] Pero había otra cosa en ese libro que me hizo amarlo más allá de la forma de escribir de Cisneros. Cuando llegué al capítulo titulado Sally, rompí en llanto. Me acometió una intensa tristeza e impotencia. Ese capítulo trataba sobre una muchacha que vivía con un padre maltratador. Todos los días regresaba corriendo a su casa después de clase y luego no podía salir. «Sally, ¿a veces no deseas no tener que regresar a tu casa? ¿No te gustaría que un día tus pies siguieran caminando y te llevaran lejos de Mango Street, muy lejos…?».

El género autobiográfico pues como reconocimiento, como identificación, pero también como conversación que transciende las líneas de una obra literaria. Y que permite que en ese diálogo, en ese llanto y en esa especie de iluminación que experimenta Grande se vaya gestando un nosotras a partir de cada yo, para configurar la identidad de las escritoras y sus lectoras, con las protagonistas de los textos como mediadoras. Y es a esa toma de conciencia, canalizada por la intertextualidad y convertida en catarsis, a la que llega Reyna Grande al hacer referencia a la Sally de Mango Street. Emociona ver cómo se produce ese vínculo entre ambas, asoladas por igual por la pobreza, la marginación y la violencia: «Lo que Sally decía: No me pega fuerte nunca. Dice que su mamá le unta manteca en todas las partes que le duelen. Y luego en la escuela dice que se cayó. De allí vienen todos sus moratones. Por eso su piel está llena de cicatrices siempre». También lo estaba el cuerpo y el espíritu de Reyna Grande: «¿Cómo sabía Cisneros que así era exactamente como me había sentido durante tantos años? Simplemente, deseaba que mis pies siguieran caminando, que siguieran hasta otro lugar, un hermoso hogar donde me quisieran y amaran. Releí ese capítulo y, con cada palabra, sentía que Cisneros intentaba acercarse a mí para hablarme. Sentí una conexión con la autora, aquella mujer que nunca había conocido. De pronto, quería conocerla y preguntarle: «¿Cómo lo supiste? ¿Cómo supiste que es así como he me sentido?».

L’Altra Tribu

Lo importante no es solo cómo lo supo Cisneros, sino cómo leyó todo aquello Grande, qué grado de honestidad percibió, cómo se sintió identificada con la verdad de Sally, y cómo encontró en su historia una realidad que era la suya. Porque más allá de una escritora y de un libro en concreto «la autobiografía muestra su naturaleza de orientación hacia el otro » (de nuevo son palabras de Loureiro). Es eso mismo lo que en su relación con Cisneros hizo Reyna Grande, que guarda también la vocación de seguir sumando personas en ese encuentro ya que, a la vista de sus empeños, ambas parecen tener claro que «un trabajo colectivo solo puede hacerse asumiendo que los resultados deben ser útiles también a los demás», como afirma Kwame Anthony Appiah.

Y es que a través del poder que le da la escritura, unido a la profunda conciencia de sí misma, Reyna Grande no solo acude a la cita como lectora sino que asume también su responsabilidad, tal como lo hizo Cisneros, como escritora y emisora de un mensaje: «Es una bendición poder crear puentes entre nosotros con palabras. A través de mis libros, ayudo a los lectores a entender la vida de los emigrantes y fomentar la compasión, comprensión, y respeto hacia ellos». Grande establece un compromiso ético con su literatura para seguir construyendo una comunidad para las más desfavorecidas y para conseguirlo, Grande deja en las páginas de La distancia entre nosotros una buena parte de sí con el deseo de conocerse y entregarse a su propia verdad.

De ese modo, desde la valentía y la sinceridad, Grande ha trabajado en esa dirección, a la luz de Cisneros y en consonancia con ella, con el objetivo de que la niña de La distancia entre nosotros, la Sally de La casa en Mango Street y otras tantas como ellas encuentren algo de consuelo y compresión. Porque la autobiografía, el diálogo entre sus autoras y el compromiso con una identidad colectiva, tal y como han demostrado Grande y Cisneros, pueden ayudar a que las más desfavorecidas no se topen con el silencio como réplica a su búsqueda interior y a su necesidad de amparo.

Rosauro Varo Cobos

Rosauro Varo Cobos. Cordobés nacido en 1982. Es pediatra y cooperante. Ha ejercido en países como Costa Rica, Perú, Sudáfrica, Malawi, República Centroafricana o Mozambique. Ha publicado artículos de opinión en diferentes medios, un cuaderno de crónicas de viaje y un libro de cuentos titulado 'El embudo' (Andrómina, 2014). Recientemente, ha publicado su primera novela: 'Plagio' (Ediciones en Huida, 2018)

2 Comentarios

  1. Quizás eso sea lo que le exijamos al arte: que remueva, que no nos deje indiferentes. Por eso las dos obras literarias que contrapones son, para mí, obras de arte.

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