«Donostia», de Jon Lauko

Donostia. Jon Lauko
Meteora (Barcelona, 2011)

El célebre comediante Alan Whitney Brown ha dejado escrito aquello de que «el pasado es lo que realmente ocurrió y la historia lo que alguien escribió». Si nos atenemos a estas palabras, la representación del pasado nunca estará sujeta a unos parámetros reales. Deberemos atenernos, al menos, a dos interpretaciones subjetivas: la que nos ofrece el autor y la que nosotros mismos recreamos mediante esa transmisión. Si la experiencia lectora se comparte, obtendremos tantas lecturas como personas formen parte de ella, algo que puede comprobarse en los siempre interesantes clubs de lectura. Por lo tanto, jugar con la memoria, más aún siendo colectiva, conlleva para el autor una suerte de experiencia en la que participarán de manera dinámica aquellos que se acerquen a su obra y hayan tenido referencias directas o cercanas con los hechos narrados o los personajes que intervengan en ella, ya sean reales o ficiticios.

Toda esta neurótica elucubración, partiendo de la lógica por otra parte, viene a cuento tras leer de un tirón Donostia, la primera novela publicada de Jon Lauko (seudónimo de Francisco Rubio).

La vida de Kepa Garabain, un empleado de banca de vida bastante rutinaria, da un giro cuando es víctima de un atentado en la San Sebastián de finales de los ’70. Por supuesto, todo apunta a que ha sido la organización terrorista ETA. A partir de entonces, Kepa se verá envuelto en una laberíntica huida hacia adelante. A pesar de padecer «miedo, angustia y recelo» consecuencia del infortunio, no parará hasta saber qué ha sucedido, por qué han querido asesinarle. Los hilos le conducirán a una vecina, cuyo hermano tiene fuertes vínculos políticos, y a una reportera gráfica que investiga a un activista que pretende introducirse en ETA.

Jon Lauko (Foto: Meteora)

Donostia es una nouvelle (no llega a las ciento cincuenta páginas) adictiva y contundente con la que su autor demuestra una habilidad poco habitual en el uso de personajes entregados a la historia. Y escribo esto porque, lejos de buena parte de la narrativa española contemporánea, los implicados, incluso el propio Kepa Garabain, no son más que simples comparsas de la trama. No digo que no estén bien presentados y trabajados, sino que, una vez los deja sueltos en la escena, Lauko se desentiende de ellos a su suerte, quedándose atrapados en la narración. ¿Muy hitchcokiano? Quizás, pero eso no significa que sea fácil. Mientras otros autores se preocupan de sus personajes y son los que hacen avanzar la trama, en Donostia es ésta la que empuja a los personajes. La medida en que el peso de la historia, y no el de los individuos, fundamenta la novela, es lo que la hace diferente y lo que permite que el lector, a su vez, quede atrapado en unas páginas en las que interviene continuamente la carga de un pasado común y que permanece, por desgracia en algunos aspectos, hasta nuestros días. Y de ahí la vivencia comunitaria.

Poco importa que el narrador se salte a la torera los días posteriores al atentado y sus consecuencias inmediatas, retomando la historia tres meses más tarde. De igual manera que Guillermina Anglada, la reportera, sea el personaje que inicia la novela y no vuelva a aparecer hasta mucho más tarde. O que los hechos, incluso los que puedan parecer más rocambolescos, se nos muestren con una simplicidad que asombra. Y no importa porque, como los personajes, nos dejamos llevar por un argumento creado con inmaculada claridad por Lauko. Somos lectores-observadores. El ritmo frenético de las escenas permite que la interacción sea total. Difícil no quedar atrapado en el coche en el que es tiroteado Kepa, en uno de los momentos más brillantes de la novela. O no acompañarle por las calles y locales de Donostia, detallados con rigurosidad fruto de un intenso proceso de documentación, conduciéndonos hasta un 1977 no tan lejano.

Hablar de ritmo cinematográfico es comprensible. Citar a otros autores, inevitable, comenzando por John le Carré, inspirador del seudónimo «Jon Lauko». Pero lo que hace de Donostia una novela más que recomendable es su ambición de relato bien trabajado, de máquina engrasada con esmero para que la experiencia a la que me refería más arriba sea tan satisfactoria que nos haga desear saber más de este nuevo autor tan apasionado por lo que cuenta.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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