Y le está quedando una vida estupenda, que parece una de esas leyendas de self-made man que tanto triunfan en Hollywood, con un protagonista que gusta de tomar algunas decisiones locas que cualquier otro editor considerarÃa contraproducentes.
Alejo Cuervo | Carles Gironès
Hace poco, a un entrevistador que dudaba entre tratarle de tú o de usted, Cuervo le dijo: “Yo sólo admito dos tratamientos: el tuteo o el de santidadâ€, pero sus inicios, por supuesto, fueron humildes: A principios de los ochenta empezó a vender libros en una mesita en el Mercat de Sant Antoni y a publicar el fanzine Tránsito, aprendiendo enseguida que entre ambas actividades surgÃa una sinergia chula, que se realimentaban una a la otra.
Al poco tiempo estaba escribiendo reseñas en la revista Cimoc y los domingos en el mercado regalaba fotocopias de esas reseñas a sus clientes. Asà empezó a hacerse un nombre en el mundillo y a conocer los principales editores de ciencia ficción, y enseguida estaba asesorándoles y responsabilizándose de colecciones de nombres tan molones como Fantasy, Super Ficción, Gran Fantasy, Gran Super Ficción, Alcor Fantástica y Biblioteca Asimov.
Para presentar la primera de ellas escribió un texto apasionado que incluÃa la siguiente declaración de principios:
“PermÃtaseme que divida el mundo en dos mitades: los buenos y los malos. Los buenos, faltarÃa más, somos nosotros, ardientes defensores del derecho inalienable de imaginar lo imposible. Los malos son todos aquellos enanos mentales que defienden la superioridad de los valores de la narrativa realista frente al fantástico, mirándolo desde su pedestal como a una especie de pariente pobre que ha sucumbido a las desidias del escapismo. (Hay una tercera mitad que comprende a todos aquellos que nunca leen una novela: desde los analfabetos hasta los que dicen no tener tiempo. Obviamente, esta mitad no cuenta.)â€
Los sabelotodos le habÃan dicho que fuese con cuidado, que no era un buen momento para montar una editorial, y menos una editorial especializada en rollos de fantasÃa y ciencia ficción, que venÃan malos tiempos para la palabra escrita y que todas las grandes editoriales estaban cerrando este tipo de colecciones… A Cuervo le pareció que eso significaba que era un buen momento porque asà no habrÃa tanta competencia.
Aunque editar libros resultó más productivo que editar revistas, tampoco parecÃa algo como para ponerse a lanzar cohetes… hasta que a Cuervo le dio por comprar los derechos de una saga de fantasÃa medieval escrita por un señor de New Jersey llamado George Raymond Richard Martin. Este señor no era un total desconocido, llevaba escribiendo profesionalmente desde 1970 y su primera novela Muerte de la luz ya habÃa sido nominada para los premios Hugo e incluida por Cuervo en una lista de imprescindibles de la ciencia ficción, pero tampoco es que hubiese grandes peleas entre los editores españoles para hacerse con los derechos de una saga de fantasÃa medieval que encima contenÃa poca fantasÃa, parecÃa hacer gala de más rigor histórico que la mayorÃa de novelas históricas de corte realista, estaba orientada a un lector adulto y, sin estar todavÃa terminada, ya era larguÃsima.
Pero es que luego encima hicieron una teleserie. Ni siquiera Alejo Cuervo podrÃa haberlo previsto. Llevar a la pequeña pantalla los libros de Martin parecÃa una empresa improbable entre otras cosas porque sus tramas eran muy complejas y porque contenÃan bastante más sexo y violencia de lo que los telespectadores suelen tolerar antes de empezar a escribir cartas a los periódicos como locos. Los de la HBO se lo debieron tomar como un reto y nos trajeron un Juego de tronoscon mucho sexo, mucha violencia, un presupuesto descomunal y bastante respeto por la obra original. Los telespectadores quedaron fascinados hasta tal punto que a muchos de ellos hasta les entraron ganas de leer. Es alucinante el poder que tiene la televisión para promover la lectura.
Llegó un momento en el que Cuervo podrÃa haberse comprado su propio dragón robótico con diamantes en los ojos, rubÃes en las pezuñas y un mechero Bunsen de oro en la garganta, pero optó por invertir sus ganancias en algo más molón: la, cito textualmente, “librerÃa friki más grande de Europaâ€.
Y si esto fuese una pelÃcula de Hollywood nos estarÃamos acercando inexorablemente al punto en el que el protagonista inicia su decadencia y paga cara su ambición, pero en realidad Cuervo se conserva majo y bonachón, y, pese a haber tenido la suerte de pescar un best-seller, sigue pensando que la industria editorial está cometiendo un error al apostar cada vez más exclusivamente por los superventas.
Lo explica en su artÃculo Reproches al sector editorial, que si tanto los libreros como los distribuidores y los editores miman más lo que más se vende, las estanterÃas van perdiendo diversidad y se entra en un cÃrculo vicioso del que solo pueden salir beneficiadas las grandes firmas.
No parecen estrategias de negocio muy sensatas desde el punto de vista empresarial, pero tampoco parecÃa muy sensato tratar de aplacar a tres matones de colegio con un fragmento de un libro de Isaac Asimov.
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