Ante una novela como Patos, Newburyport (Automática Editorial, 2022), el lector tiene que asumir un lugar muy particular para abordar y disfrutar de su lectura: debe enfrentarse a una novela de más de 1.200 páginas compuesta, casi en su totalidad, por una sola frase que, puntualmente, es interrumpida de manera breve por un relato narrado desde el punto de vista de una leona. La protagonista es una mujer de mediana edad que vive en Ohio y que fue profesora universitaria. Después de superar un cáncer, la narradora se desplazó hacia la cocina en donde piensa sobre su vida, sus hijos, sobre todo la mayor, Stacy, sobre el mundo que la rodea, y sobre su presente pasado y futuro. AsÃ, la novela de Lucy Ellmann se articula alrededor de un flujo de conciencia sin punto y aparte, por un largo párrafo que componen esas más de mil páginas de novela, exceptuando las puntuales, ya mencionadas, interrupciones con esa narración animal. Las frases comienzan con “el hecho de queâ€, suerte de letanÃa semántica con la que el lector acabará familiarizándose y que sirven como puntuación para saber cuándo empieza una cavilación y cuando ha terminado otra. Al menos, en apariencia.
Patos, Newburyport es una obra que, publicada originalmente en 2019, nos retrotrae a una cierta idea de modernismo literario iniciado a comienzos del siglo pasado. Más que un capricho posmoderno, estamos ante una obra que evidencia cierta artificialidad de la narración tradicional y, a su vez, se erige, de manera extraña y casi imposible, como una suerte de ejemplo de lo que podrÃa ser en verdad una novela realista: para seguir lo que podrÃamos considerar algo parecido a una trama, se debe ir eliminando lo superfluo, porque Ellmann nos sitúa en la mente de una mujer en la que todo confluye: sus recuerdos, sus deseos, sus sueños, múltiples imágenes, escenas de pelÃculas, nombre de famosos, marcas de todo tipo de productos, canciones, libros… en un flujo de memoria, en apariencia, totalmente caótico, que pone de relieve, desde la mente de la narradora, que vivimos en un mundo en el pasamos de unas cosas a otras sin apenas interés por nada, acumulando datos y datos, nombres y nombres, pero sin que nada, en el fondo, acabe calando del todo. Y dentro de esa cacofonÃa, surge una historia, o algo parecido a ella, que para poder entender y seguir debemos atender a lo importante. Pero no es sencillo. Porque la lectura de Patos, Newburyport es absorbente en su falta de linealidad hacia un lugar o, por el contrario, en su absoluta linealidad dentro de la lógica del pensamiento: podrÃa extenderse mil páginas más. O dos mil. Pero en lo que ofrece, lo contiene todo. Una polifonÃa que construye, como un puzle errático y enloquecido, una visión de Estados Unidos a partir de los pensamientos de la protagonista.
Que la escritora sea hija de un importante estudioso de la obra de James Joyce, Richard Ellmann, resulta llamativo si se quiere ver la relación entre Ulises y Patos, Newburyport, la octava novela de Ellmann. En cualquier caso, sà nos parece que esta novela, tan excesiva como épica, apela a una forma literaria que va contracorriente en tiempos de pereza lectora, proponiendo un enorme esfuerzo para afrontar un itinerario que, por otro lado, resulta fascinante y complicado de abandonar según se avanza a través de los pensamientos de una mujer que se mueve entre estados de ánimo y de pensamiento, pero siempre con un humor más que apreciable.
Patos, Newburyport apela a la literatura como forma de representación de lo real, mostrando, en este caso, que la realidad está tanto fuera como, especialmente, dentro de cada uno. Y asÃ, entre la absoluta subjetividad de aquello que la narradora recuerda o piensa, y la objetividad extrema al introducir al lector en su relato, la novela de Ellmann avanza y nos sitúa frente al mundo en el que vivimos, asà como ante las posibilidades de la literatura como vehÃculo para dejarse atrapar sin una dirección clara para evidenciar que vivimos en un caos interior y exterior y que la manera más realista, quizá, de ponerlo sobre por escrito, se encuentre en una enumeración casi neurótica que recoja el sinsentido de todo lo que nos rodea.