El gran mar. David Abulafia
Traducción de Rosa Salleras Puig
CrÃtica (Barcelona, 2013)
No habiendo de considerar el conocimiento de la Historia con criterios eurocéntricos -tal como en buena medida ha tendido a hacerse con reiteración-, es obvio que el Mediterráneo -el mar Mediterráneo y los vÃnculos que la naturaleza ha establecido entre distintos pueblos y culturas- ha jugado un papel esencial en el desarrollo de la Humanidad. Y Mediterráneo es también Europa, pero he aquà que su importancia como referente histórico supera al continente en sà (a este respecto, el de Europa como cultura, serÃa bueno recordar el trabajo del profesor Jean-Frédéric Schaub cuando reflexionó acerca de la cuestión: ¿Tiene Europa una historia? (Akal, 2013). Constituye un buen aporte complementario a la hora de considerar este tema).
El Mediterráneo -el mar Mediterráneo como vÃnculo de caminos, rutas e influencias- es, o ha constituido, el gran cruce de culturas, el nexo de unión de Africa, Asia y Europa como unidad diversa y afÃn a un tiempo. Asà lo señaló el historiador Braudel en su dÃa (también en un código más sociológico tal vez, el profesor Matvejevic) y ahora, el historiador Daniel Abulafia quien, por su origen sefardÃ, conoció de primera mano la importancia de este mar y su relevancia intercultural.
Él es quien nos anuncia la intención y contenidos de este libro riquÃsimo en información y, a la vez, de una lectura muy amena en razón de su claridad expositiva: “Este libro es una historia del mar Mediterráneo, más que una historia de los territorios que lo rodean; más concretamente, es una historia de los pueblos que cruzaron el mar y que vivieron cerca de sus costas, en sus puertos o en las islas†Y aclara, a continuación, lo que valdrÃa como argumento explicativo hasta el dÃa de hoy: “Mi tema es el proceso por el cual el Mediterráneo acabarÃa integrándose en grados diversos y variables en una única zona comercial, cultural, e incluso (durante la hegemonÃa romana) polÃtica, y cómo estos perÃodos de integración acabaron en algunos casos en una violenta desintegración a causa de la guerra o de las epidemiasâ€.
Sobre todo la guerra -esa constante inclemente como comportamiento en el hombre racional- ha diferido voluntades, ha propiciado pobreza material y cultural, ha roto el consenso del progreso. En buena medida por su causa es por lo que, en un momento dado de la Historia -casi con la coincidencia del nuevo perÃodo de la Edad Moderna- perdió este mar el centro de su importancia cultural y material -o, digamos, se debilitó- a favor del Atlántico y las empresas marÃtimas hacia el Oeste.
El libro recorre con exhaustividad las diferentes etapas históricas, y llama la atención en algunos puntos el aguzado punto de vista del historiador. Resalta, por ejemplo, el interés ruso por el Mediterráneo y escribe: “Durante el mandato de Alejandro, igual que el mandato de sus predecesores, el interés de los rusos por el mediterráneo estuvo estrechamente vinculado a la simpatÃa de los rusos por los esclavos ortodoxos, sobre quienes el zar intentaba extender su protección. Esta fue la razón por la que los rusos enviaron barcos a la bahÃa de Kotor, que daba acceso el montañoso principado ortodoxo de Montenegro, una región que los turcos nunca se habÃan molestado en poner bajo su control totalâ€.
Se trata, pues, de una obra de fértil consulta y, a la vez, de una lectura llena de interés, placentera incluso. Digamos que algo de la buena aventura tiene siempre, dada la “condición†de sus protagonistas, la Historia bien contada.
Ricardo MartÃnez
www.ricardomartinez-conde.es
Señor Abulafia, su libro me fascina pero hay un pequeño detalle, que me llama la atención ¿Por qué llama catalán continuamente lo que fue un reino aragonés? Resulta inquietante como los catalanes se han apropiado de esta historia común, que comparten varios pueblos de España, para promocionar su producto nacionalista, lo que es más preocupante es que intelectuales como usted secunden, consciente, o inconscientemente, esta supercherÃa histórica.