El Pecho

Philip Roth
Mondadori
93 Pag.

Aunque hay quién considera que situar el ‘Pecho’ de Philip Roth en el mismo plano que ‘La metamorfosis’ o ‘La Nariz’ es, quizá, concederle demasiados honores al laureado escritor americano, por el contrario, creo que la comparación más que honrosa es justa. De esta manera, de la misma forma que los relatos de Kafka y Gógol ponen de manifiesto la plausibilidad de lo increíble, también el de Roth nos coloca en la misma perspectiva y lo hace de la misma forma que ellos, a saber, utilizando la literatura para acercarse a una realidad a la que sólo, tal vez, se pueda acceder desde la imaginación, y esto lo hacen utilizando la literatura no como medio sino como fin en sí. En este sentido, siguiendo a Barthes y Kristeva por lo que toca a la intertextualidad, se da en ‘El pecho’ la incorporación, en el discurso de Roth, de una tradición que se remonta desde Hesíodo y Homero cuando las musas aprenden a escribir hasta su aportación, pasando por Kafka, donde en este caso no es Gregor Samsa quien al despertarse un mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto sino el profesor David Kepesh quien, esta vez, empezó de una manera rara y acabó convirtiéndose en un pecho. Lo interesante es notar, siguiendo a Roth si, pero ¿habría podido empezar de otra manera, al margen de cómo empezara?

No obstante, vayamos por partes. Por lo que se refiere a la historia, como comentamos, nos encontramos ante un hombre de unos treinta y ocho años que se convierte en un pecho de unos 73 kilos. El profesor David Kepesh comienza notando una comezón en la ingle y acaba postrado en una habitación de hospital conjeturando sobre su transformación. Pasa por una primera fase de horror, de repulsa de su nueva forma; sigue con una segunda fase dónde parece estar a gusto con la dimensión de placer que le abre su nuevo estado, para finalizar en una fase de negación que achaca a la locura. Por lo que se refiere al tema, lo interesante, a mi modo de ver, es tanto la importancia de la construcción subjetiva de la identidad sexual contemporánea (donde se hace necesaria la referencia al psicoanálisis), como uno de los litemotiv de la sociedad en que vivimos, a saber, el acento que se pone en la realización de uno mismo. Estos dos elementos se conjugan en el relato en el momento que el profesor relata una escena que se da con su novia Claire en la playa, donde explica el placer que sintió al identificarse con el objeto de su deseo, el pecho de su novia, y Kepesh continua, no me niego a supeditar mi desconcierto a la teoría de la satisfacción de los deseos. Por pulcra, moderna y deliciosamente punitiva que sea, me niego a creer que esto es algo que deseaba ser. ¡No! La realidad es más imponente que eso, la realidad tiene cierta distinción. Aunque la realidad se impone, es, sin embargo, la imaginación la que nos da una de las claves interpretativas de la obra, ya que, como comenta el profesor, más kafkaiano que Kafka, ha sido capaz de convertir la carne en palabra de forma que, cual hidalgo caballero, ha convertido los molinos en pecho, pero, no sin antes advertirnos que ante la realidad y su principio Kepesh seguirá siendo una broma.

Diego Giménez

Diego Giménez, doctor en filosofía y pensamiento (UB) con una tesis sobre "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa, ha realizado diferentes actividades relacionadas con la literatura y el periodismo. Ha trabajado como redactor de LaVanguardia.com y en 2008 cofundó Revista de Letras.

1 Comentario

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

Nocilla Dream

Next Story

El lamento de Portnoy

Latest from Críticas

La memoria cercana

En 'La estratagema', Miguel Herráez construye una trama de intriga que une las dictaduras española y

Adiós por ahora

Eterna cadencia publica 'Sopa de ciruela', volumen que recupera los escritos personales de Katherine Mansfield