El reflejo de la belleza

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 Foto Pixabay | Creative Commons
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«Quien realmente me importaba no era ella, la amada, sino yo mismo, el que amaba. ¿No es siempre así? ¿Acaso el amor no es el espejo de oro bruñido en que contemplamos nuestros relucientes yoes?» John Banville. Imposturas.

«La belleza quizá está en la exageración de las formas cotidianas que amamos. Creo que prefiero el reflejo a la realidad». Ricardo Reques. Piernas fantásticas.

Son diecisiete los relatos que componen Piernas fantásticas, libro de Ricardo Reques. Recién publicado por la editorial Adeshoras, contiene ilustraciones sugerentes de Soledad Velasco. Las imágenes de la cubierta del libro son también de esta pintora e ilustradora.

Las piernas de mujeres, presentes en los cuentos, se vuelven un motivo que insinúan otras cosas. Suelen ser fascinantes y, como todo objeto bello, producen en los observadores tanto atracción como espanto. La belleza, se sabe, es la última barrera del horror. Las piernas se muestran cargadas de un conjunto amplio de significados potenciales a desentrañar. Símbolo de la sensualidad femenina y del afán de posesión de la mirada ajena, nombran con frecuencia una ausencia o una falta. Despiertan en los personajes del libro sentimientos encontrados. En los relatos asoman el sentido de fragilidad, la culpa, la tristeza, el alivio, el consuelo y desconsuelo, la envidia y los celos, el placer y la felicidad.

Adeshoras
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Eros y tánatos se dan la mano en los relatos. A veces literalmente, como ocurre, por ejemplo, en El secreto de Tramell, primer cuento del libro que recuerda la figura de la mantis religiosa capaz de devorar a su compañero durante o después del apareamiento. Otras veces se muere de amor por una pérdida real o imaginaria. Es el imaginario el lugar donde transcurre la mayoría de las acciones. Por eso también se pierde lo que nunca se ha poseído realmente, así como se producen muertes dulces. En Piernas fantásticas parece insinuarse que el deseo o la realización del amor pasa factura. Se paga una prenda, porque tener es asimismo perder. Sucede, a modo de botón de muestra, en el cuento La loba, en mi opinión, uno de los mejores, junto a El saxofonista de la calle Preciados y Dedicatoria. Con referencias implícitas a Shakespeare y a Macbeth, su atmósfera inquietante se asemeja, además, a ciertos relatos de Joseph Conrad. Su protagonista se sumerge en un viaje al fondo de la noche. Desea conquistar a una joven inmortal extremadamente bella y termina recibiendo, a cambio del amor correspondido, el peor de los castigos.

Piernas fantásticas contiene un amplio abanico de reflexiones filosóficas, pero persigue sobre todo la idea de la belleza. ¿Por qué seducen las piernas de las mujeres?, se pregunta uno de los personajes. Recuerdan a la tentadora serpiente del paraíso terrenal, piensa. Es una respuesta cautivadora, pero a la vez tan solo una contestación entre otras tantas posibles. No en vano escribe con cierta ironía Ricardo Reques que “siempre podemos inventar explicaciones para lo que no entendemos.”

La belleza es inasible, parece querer decirse en los cuentos. No obstante, los personajes no se rinden y buscan aquellas cualidades que puedan definirla. Se admite la subjetividad en la idea de la belleza, pero al mismo tiempo se la busca en la suma de los bellos rasgos particulares de los cuerpos y, en concreto, de las piernas. También en el vacío que deja la ausencia de determinadas formas, como el hueco que dejan los pechos de una mujer que estuvo tendida en la arena. En cualquier caso, proclama un personaje:

«La belleza tiene que conmovernos, alterarnos e incluso inquietarnos.»

Igual el arte:

«El arte debe ser salvaje, entrar por los sentidos; el arte debe escupirte a la cara lo esencial, lo inefable.»

Lo importante es, por tanto, la experiencia creativa que tenemos de lo bello y la capacidad que nos da de trascendernos a nosotros en nuestra imperfección. Escribe Ricardo Reques:

«La belleza es solo una idealización sublime de nuestra imperfecta realidad.»

En la mayor parte de los relatos no coincide la apariencia con lo que se ve. Supuestos verdugos son víctimas. Mujeres triunfadoras bajo la mirada de los demás   (como en Catherine de noche, que parece homenajear a Katherine Hepburn) muestran su lado sombrío. La verdad no suele ser lo que se piensa, ni encontrarse en el lugar que se busca, y de las mentiras imaginadas surgen nuevos interrogantes irresolubles (sucede en Dedicatoria).

Los cuentos transcurren en tiempos y lugares diferentes, evocando y sugiriendo, como se dice en la contraportada del libro, universos literarios, pictóricos y cinematográficos identificables para el lector. Ariadna y Teseo, Plinio, Aristóteles, Mary Shelley, Lovecraft, Balthus, Klimt, Klee, Escher son algunas de las referencias que aparecen, junto a otros guiños literarios, en este libro de prosa fluida y bien escrita, cuya lectura recomiendo.

Elisa Rodríguez Court

Elisa Rodríguez Court (Canarias, 1959) es licenciada en Filosofía y profesora de alemán. Ha escrito relatos publicados en volúmenes colectivos y las novelas 'Decir noche' y 'Dime quién fui'.
Como columnista ha participado en la Cadena Ser, en revistas y en diferentes periódicos de las Islas Canarias. Actualmente colabora regularmente, desde hace años, con una columna semanal en el periódico 'La Provincia-Diario' de Las Palmas.
En 2003 ganó el accésit y al año siguiente el primer premio Mejor labor informativa de Canarias, otorgado por el Instituto Canario de la Mujer.

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