Si decimos que este libro se lee de una sentada, no estamos diciendo que es de lectura facilona, sino que este relato tiene un anzuelo que te engancha desde la primera página. Como señalaba el hispanista alemán, Kurt Spang en una de sus célebres publicaciones sobre la teorÃa literaria:
“La novela es actualmente el género literario más cultivado y, teniendo en cuenta el afán de los autores de ser originales, se observa una permanente metamorfosis del género.â€
La novela es el género que más transformaciones ha sufrido y seguirá recibiendo, porque desde el punto de vista temático, se va reciclando, ampliando con aspectos del presente, siempre nuevos, interesándose por la psicologÃa, por el lenguaje o por la identidad; ensayando insólitas técnicas narrativas y estilÃsticas… De ahà que el crÃtico literario, actual director de la Real Academia, DarÃo Villanueva, afirmase que:
“La novela es el reino de la libertad de contenido y libertad de forma, y por naturaleza resulta ser proteica y abierta.â€
Sabedora de esa condición cambiante, Elena Marqués ensaya una novela bien pertrechada, experimental, en El juego de la invención (Arma Poética, 2018). Se trata, pues, de un libro placentero de leer. Pero los placeres no son fáciles, no suelen entregarse gratuitamente, exigen la dedicación del lector, en un pequeño esfuerzo, porque se deleitarán con esos laberintos de sonoridades y significados de la prosa de la escritora sevillana. La recompensa no tardará en llegar: pronto el lector descubrirá el enorme poder de sugerencia y fabulación que posee estos laberintos o ficciones.
Efectivamente, en esta especie de partida que nos propone la autora, galardonada también en numerosos certámenes literarios tanto en la modalidad de relato como en la de poesÃa, es el lector quien sale ganando. Como señala tan certeramente el novelista sevillano José Luis Ordóñez en el prólogo:
“Elena Marqués […] ha tejido una novela única, tradicional y experimental al mismo tiempo, y sembrado desde el tÃtulo en su mente y alma el interés por este magnÃfico juego de la invención del que, como en todos los juegos, hay un claro ganador.â€
Tras la publicación de Año sabático (Arma Poética, 2017), Elena Marqués nos propone, en esta ocasión, una historia sobre el tiempo, la memoria y la escritura, como si fuesen dos dimensiones, a través un juego de espejos tras el que se oculta uno de los narradores, el personaje Yago Creuet, quien se vuelca tanto en la obra de otro personaje, Diego Amat, que, al escribir sobre Diego Amat, termina por perder su identidad, y esa serie de reflejos homogéneos y de personajes alter ego nos mantiene en vilo por conocer qué afirma uno y qué, el otro. Dos personajes que nos despiertan ternura, pese a que ninguno de los dos son modelos de buenas conductas. Acaso sea este libro un nuevo itinerario ante la sacudida de incertidumbres que recibimos dÃa a dÃa.
PodrÃamos calificar El juego de la invención como una novela estructurada en narraciones, pues si bien los personajes se intercambian y cruzan sus historias, lo que conforman este libro, el conjunto, por su unidad temática y formal, es el de una novela. La estructura, cruce maravilloso entre Borges, Cortázar, Onetti y GarcÃa Márquez, de apariencia arbitraria o, incluso, sostenida por una yuxtaposición de capÃtulos o apartados muy breves, está muy bien planificada sin dar la impresión de ser un artificio, lo que le otorga un mérito notabilÃsimo.
Puede parecer que la autora dejara al lector en libertad, que recorriese las vidas de Yago y Diego, pero no es asÃ; antes bien, lo conduce, y muy sutilmente, lo lleva adonde quiere: el del juicio ético de la escritura. De un modo hábil las reflexiones irán surgiendo por contrastes, dos polos que siempre han tenido enfrentados a algunos artistas y, ciertamente, objeto de polémica de pensadores, en torno a las razones de la escritura (¿ingenio o trabajo?, ¿verdad o ficción?, ¿creación o imitación?, ¿creación artÃstica o superventas?, ¿escritura automática o corregida?, ¿la Literatura, un arte?…), que nos devendrán en otras, acaso más existencialistas (¿soy yo?, ¿existo?, ¿vivo o he muerto?, ¿presente o pasado?). Y son esas teorÃas las que mantienen ocupado buena parte de los pensamientos de nuestro Yago.
Pero habrÃa que decir que esta novela es, ante todo, literaria, asà salen a la luz, en referencias explÃcitas, lecturas de Antonio Machado, Ãngel González, el Siglo de Oro, Shakespeare, Peter Drucker, Bukowski, Ramón Llull…, y todo el arsenal de la mejor novela hispanoamericana (Borges, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, GarcÃa Márquez, José Eustasio Rivera, Ãlvaro Mutis). Y es que ya sea en el DÃa de Perros o en otro espacio, el lector termina oyendo las teclas de una Olivetti mientras cae la lluvia, tal vez, con la que escribiese Yago, o, tal vez, con la que escribiese un joven aficionado a la escritura. Quizás, fueras tú.
Con grandes aciertos estilÃsticos, como la urdimbre entre apartados con finales como máximas (“El paso del tiempo le darÃa la razónâ€), con esa dialéctica entre el yo y el otro, entre Diego y Yago (“Ni siquiera si soy yo quien hablaâ€), el humor que desata el comportamiento o los comentarios de los personajes (“… no tienen conciencia del paso del tiempo. Ser un animal tiene sus ventajasâ€), los sÃmiles o juegos de palabras, Marqués consigue articular una historia creÃble, equilibrada, donde el suspense narrativo, que permanece intacto desde la primera a la última página, se combina con la mirada interior. A grandes rasgos, los mecanismos empleados El juego de la invención son: atención exquisita al detalle, distanciamiento irónico, suplantación de la identidad, la memoria, el pasado y el presente en uno y en el otro, la escritura y la lluvia cuando ocurren sucesos importantes, ponderada condensación (“O llega la verdad, que andaba disfrazada en su escrituraâ€) y, en suma, un infinito placer de narrar y por leer.