Gaspar de Montenegro es un diletante de la alta sociedad que mira la vida con cinismo y cierta amoralidad. Su profunda misantropÃa modula su postura ante los demás, observando en derredor con los ojos de un dandi que siente un completo aburrimiento, también desprecio y cierta superioridad moral, ante lo que acontece a los demás. Se trata de un personaje muy presente en la literatura europea de entre finales del siglo XIX y comienzos del XX y, quizá, en una medida mucho menor, en la española. La sirena negra, publicada en 1908, es una de ellas. El deambular de este excéntrico personaje, sirve a su autora, Emilia Pardo Bazán, pero escribir una novela que sigue los postulados de su última etapa creativa, más simbolista y experimental, y más alejada del realismo y el costumbrismo de sus grandes obras decimonónicas, aunque siga estando presente de manera, eso sÃ, totalmente diferente.
La sirena negra es una novela extraña y oscura en la que Pardo Bazán denota unas claras influencias del naturalismo, el simbolismo, el decadentismo e, incluso, el esoterismo, que estaban presentes no solo en la literatura europea de la época, también en todas sus expresiones culturales. Un tiempo finisecular que la escritora gallega conduce hacia un terreno personal para elaborar una profunda mirada sobre el amor y el desamor, la vida y la muerte, el paso hacia una época en la vida en el que la madurez comienza a estas asolada por el canto de esa sirena negra que anuncia la posibilidad del deceso, del fin. Esto es, una novela sobre el paso inexorable del tiempo y la decadencia del cuerpo y la mente. Pero también que pone de relieve lo relevante de una existencia. Una novela en la que el drama trágico va desarrollándose paulatinamente entre los márgenes de una historia Ãntima que cala en lo social, en la que Gaspar, de repente, se verá en el centro de unas miradas que, antes, era la suya propia.
Pardo Bazán usa el lenguaje para configurar un espacio puramente realista a la vez que poético, irreal, trasunto de un interior, el de Gaspar, en el que las certezas que siempre lo han mantenido se derrumban para dar paso a una concepción de lo real totalmente diferente. Todo se desmorona, como la propia sociedad europea de la época, en constante transformación y a un paso de un cambio radical de las estructuras y el orden establecido hasta el momento. En este sentido, La sirena negra, leÃda con una perspectiva de más de cien años desde su publicación, se puede antojar como una suerte de revelación sobre esos cambios que estaban produciéndose y, ante todo, sobre aquellos que estaban por llegar. Gaspar resulta un personaje magnÃficamente dibujado, fascinante en todos los aspectos, pero también como sÃmbolo de una Europa en decadencia, de unos valores asentados en la perpetuación de unos modos sociales que ya habÃan empezado a dar señales de agotamiento y que, poco a poco, irán desvaneciéndose ante el devenir del continente.
Un contexto que Pardo Bazán transmite desde una poética y unas imágenes que provocan tanta extrañeza como fascinación, que se mueve entre la descripción realista y, por momento, algo costumbrista, y el relato casi de terror, entendido este como un espacio de asfixia y ahogo, un lugar de tránsito de un lugar en la vida al otro mediante, curiosamente, o no tanto, la comprensión y la empatÃa hacia el otro. Y la escritora lo hace siempre buscando la belleza del lenguaje, aunque sea para ahondar en las más profundas heridas del ser humano.