Como el agua que fluye por las venas del mar y que no cesa es la poesÃa. Sube a la cresta de las olas (risas de los mares las llamó Esquilo) o se abisma en las profundidades de coral y silencios. Estallido de lluvia en otoño o sol abrasador en el estÃo, asà la poesÃa se adentra en los bosques y en los pájaros vuelo es. En lo absoluto existe, principio y fin, luz y sombra al mismo tiempo, alegrÃa y tristeza, cara y cruz de la misma moneda, hondo silencio trascendido. Una música que se clava tal cuchillo en el pecho y que ensordece y nos nubla y enloquece hasta no ser nada y todo.
PoesÃa es un ave que espera la vuelta de sus crÃas y es rito en la entrega amorosa, y un dulce fruto, sin duda, en la voz de la poeta Encarna León (Granada, 1944). La poeta, aunque nacida en Granada, reside en la ciudad Melilla, cuyo gobierno homenajea con la creación en el año 2000 de un Certamen Internacional de Relato Corto que lleva su nombre y mantiene en la actualidad. Su obra es extensa, con trece tÃtulos de poesÃa y tres de narrativa; su poesÃa reunida hasta ahora se halla en el libro El color de los ritos. Obra poética 1984-2010, lo que nos da una idea de su incansable labor en pro de la literatura, y en concreto de la poesÃa. Asimismo pertenece a las asociaciones Colegial de Escritores de España, Andaluza de CrÃticos Literarios y de Humanismo Solidario. Su último libro Esta espera de ave es el que hoy traemos a este espacio. La madurez poética de Encarna León está de sobra demostrada por el ya largo camino recorrido y por la calidad de su obra, influenciada por la mejor tradición clásica y su renovada concepción de la poesÃa como instrumento no solo de transmisión de conocimientos, sino de la vital trascendencia de la palabra y su esencia emocional.
De una primera lectura de Esta espera de ave hallamos una plena sensación de paz y armonÃa en comunión perfecta y amorosa con la Naturaleza en su más amplio sentido. Asiste a la poeta una continua melancolÃa, un hálito que embarga su espÃritu y hace que su mirada hacia el pasado sea el motivo principal para construir un universo propio donde el Amor y el Tiempo son los asideros, los pilares que sustentan su particular concepción de la poesÃa, donde la Belleza también ocupa un lugar de relevancia. Parte Encarna León de lo cotidiano para crear otro mundo en el cual el yo poético trasciende hasta convertirse en otra realidad, como asà lo expone Fernández de la Torre en su estudio sobre la obra reunida de la poeta:
«La poesÃa de Encarna León parte de un principio vital ineludible, ese que se re-produce y transmite en imágenes el yo, un sujeto poético en el que la ‘verdad’ en la escritura se libera de los lÃmites de lo cotidiano».
Esta espera de ave contiene 28 poemas divididos en dos partes, a saber: Un juego de inquietudes y Con ropaje de adagio, a las que precede un prólogo de MarÃa del Carmen Hoyos Ragel, que nos aproxima con rigor a los poemas contenidos. DestacarÃa de este poemario su lenguaje, sencillo y cercano, esa cierta nostalgia en la mirada, la natural cohabitación de forma y fondo, tanto por uso de recursos retóricos (anáfora, aliteraciones, oxÃmoron, metáfora, paralelismos, etc.), como por la temática muy en su lÃnea de libros anteriores; el amor por encima de todo, el paso del tiempo, y la mar al fondo, siempre. Ya desde el tÃtulo del poemario viene a confirmar dichas circunstancias. El ave como sÃmbolo de la libertad, de su majestuoso vuelo hacia todo lugar, y también de la naturaleza, y el tiempo en la continuada “espera†de un tiempo que pasa y nos deja sus huellas, sus cicatrices, sus soledades y silencios:
«A veces el silencio te otorga / una liturgia de sueños encontrados / al pasear caminos con sus duendes / prendidos al filo de un deseo».
Y todo, a su vez, envuelto en la sedosa forma del amor:
«Cómo me gustarÃa retornar a ese / tiempo de escalofrÃos tenues. / de jilgueros cantando en el centro / del pecho. // Cómo me gustarÃa encontrar ese tiempo / dormido en la memoria. // Cómo me gustarÃa conocerte de nuevo».
Encarna León ahonda en la naturaleza de las cosas sencillas y cotidianas para descubrirnos otras realidades, otras verdades, quizá las de un yo que es otredad en sà mismo, que necesita del tú y el nosotros para ser y estar en el mundo que ella misma edifica cada dÃa desde su más sentida soledad, de saberse en la espera y esperada:
«La butaca sostiene esta espera / de ave y cobija tu esfuerzo / y tu cansancio en estancia de olvido».
Y es por ello que su voz se alza hasta las nubes y las estrellas, y en ellas vive, como el sueño en las noches de otoño, al compás de una música que se repite como un eco y adormece los sentidos nutriendo de esperanza  todos los miedos que el tiempo ha ido sembrando:
«Ahora, cuando se ven caer / las hojas finales de los años / en ramales imprecisos de vida, / cuando los ojos perdieron su luz / y su armonÃa y piden un milagro / para cruzar las últimas estancias, / ahora, el miedo es el más ferviente / amigo, el que siempre acompaña, / y no quiere dejarte completamente / a solas perdida en esa melodÃa».
Pero siempre, antes, durante y después del camino, el Amor (de y con Rafael) salvador de abismos:
«Amor, / solo tengo ternura al filo de los labios / y con ella te ofrezco este abrazo infinito».
PoesÃa y emoción en la voz singular y clara de Encarna León.