«El pequeño Billy Twillig subió a bordo de un 747 de Sony con destino lejano. Esto es lo que se sabe con certeza. Que subió al avión. El avión era un 747 de Sony, rotulado como tal, y efectivamente estaba previsto que llegara a un punto determinado un cierto número de horas después de que despegara. Esto es algo a verificar, un redondeo (un khalix, un cálculo), tan real como el número uno. Pero delante estaba el horizonte somnoliento, latiendo en el polvo y los gases, una ficción cuyos lÃmites los determinaba la propia perspectiva, no muy diferente de esas cantidades (la raÃz cuadrada de menos uno, por ejemplo) que conducen a nuevas dimensiones.
»El avión rodó hacia una pista apartada. Billy estaba amarrado a un asiento de ventanilla. Junto a él según el diseño de asientos cinco-dos-tres-dos-cinco del avión habÃa un hombre leyendo una revista de embarcaciones y al lado del hombre habÃa una, dos, tres niñas pequeñas. Eso era todo lo lejos que Billy se habÃa preocupado de explorar por el momento. TenÃa catorce años y era más bajo que la mayorÃa de los de su edad. Visto desde cerca podrÃa decirse que ofrecÃa un extraño aire de concentración, una intensidad fija que compensaban sus evasivos ojos marrones y su actitud por lo general apática. Desde lejos daba la impresión de no estar completamente a gusto con su entorno actual, recelosamente encorvado en su asiento, un recién llegado en aquel reducto de tecnologÃa y luz viciada. El sonido del sistema de propulsión en miniatura se hizo más fuerte y pronto el avión estuvo en el aire. Su ángulo de ascenso fue lo bastante pronunciado como para asustar al chico, que nunca antes habÃa estado en un avión. Con Suecia en guerra, habÃa recibido su Premio Nobel en una breve ceremonia sobre un trozo de césped en Pennyfellow, Connecticut, viajando a y desde aquel escenario en el asiento trasero del pequeño Ford de su padre.
»Fue el primer Nobel en Matemáticas que se otorgó. El trabajo que condujo al premio sólo lo entendieron tres o cuatro personas, todos matemáticos, por supuesto, y fue su exhortación confidencial la que hizo que el comité del Nobel, tradicionalmente perdido en este campo, se decidiera finalmente por Twillig, nacido Terwilliger, William Denis Jr., cuya cada pulgada era prematura, la cabida justa de una jarra de un cuarto.» (Comienzo de Ratner’s Star, Don DeLillo, 1976).
Esta novela de DeLillo no está traducida al español o castellano, como quiera llamárselo. Un error editorial más, porque se trata de una de sus novelas cuya lectura es más asequible o cuyo esfuerzo lector resulta más democrático sin que por ello suponga un insulto a quienes se niegan a perder el tiempo con narrativa banal y descafeinada, una subespecie dentro de la narrativa hardcore que abunda poco y quizá sea esta otra de las razones de por qué es tan complicado ir sumando adeptos a la ficción literaria verdaderamente valiosa. Don DeLillo ha escrito 16 novelas, 5 obras de teatro, un guión de cine, un puñado de ensayos, 21 relatos “computados†o “computables†—9 de los cuales han sido recogidos recientemente en The Angel Esmeralda, aún no traducido al español—, y sobre su trabajo se han escrito decenas de libros (25 según la wikipedia pero yo tengo otros que no se mencionan en la lista), ha recibido 18 premios literarios a lo largo de su carrera y ha quedado finalista o ha sido nominado a otros 7, todos importantes. Pero no todo su trabajo está en nuestro idioma, y los lectores se están perdiendo parte del fascinante trabajo de uno de los mejores escritores del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Personalmente siento fascinación por la escritura de Don DeLillo. No sólo por lo que escribe sino por cómo lo escribe. Aquà está la diferencia fundamental entre la especie de autores a la que él pertenece y el resto. Sus resultados no son especialmente complejos, pero sà exigen del lector una capacidad para rellenar huecos, inferir expresiones, ponerse en situación. Es un maestro en la introducción en ambientes, en la disposición escénica, y un crack en desarrollar aspectos psicológicos a través de los diálogos. Además, no caigo ahora mismo en otro autor cuya poesÃa —sÃ, poesÃa, en cada frase— sea tan clara y poderosa como la suya, una manera de metérsela doblada al no lector de poesÃa por medio de imágenes irresistibles y extrapolaciones insólitas, y todo ello sin caer en la baratura ni en el sÃmil desaforado; la mayorÃa de las veces sin siquiera utilizar el socorrido sÃmil.
Pero Ratner’s Star no está traducida, tampoco End Zone, ni Great Jones Street, ni Amazons. De esas cuatro sólo he leÃdo la primera, y ha sido recientemente. SabÃa de su existencia, e intuà su calidad cuando encontré esta imagen:
Entonces la compré y la leà y quedé fascinado por la inteligente mezcla de géneros y temáticas (matemáticas, ciencia ficción, futurologÃa, socioespeculación) como por los múltiples recursos que en ella usa DeLillo (cinismo, humor, devaneos lingüÃsticos). Y como aprendà en un seminario de marketing viral al que asistà el año pasado que a un campesino chino “sólo†le separan seis niveles de relación del presidente de Estados Unidos, busqué y pregunté a la agente literaria de Mr. DeLillo si los derechos en español de Ratner’s Star estaban libres o no. Y para mi sorpresa (pensaba: a ninguna editorial española le interesa esta novela, pero podrÃa darse el caso de que hablando de ella alguna se animara, no serÃa la primera vez que sucede, y DeLillo es un tótem, etc.), la señora, muy amable, me respondió que los derechos en español de todas las novelas de Mr. DeLillo están acordados, o bajo acuerdo, o contratados, o directamente vendidos, con/a Seix Barral. Genial, pero entonces ¿por qué carajo no sacan ya la versión española de Ratner’s Star?
Ellos sabrán lo que hacen, lo que no hacen y por qué, allá en las highlands de la edición. Por lo pronto acaban de reeditar otras dos novelas de DeLillo, Fascinación y Los nombres. Hablemos algo de la primera de ellas.
Su tÃtulo original es Running Dog, expresión cuyo significado el traductor, Gian Castelli, aclara en una nota a pie de página:
“expresión que alberga el significado de ‘perro acosado’ o, menos literalmente, ‘perro sarnoso’, con la que, concluida la guerra, denominaban en Vietnam a los estadounidenses que abandonaban el paÃsâ€, 33.
También es el nombre, en la novela, de la revista para la que trabaja la periodista Moll Robbins, uno de los personajes. Sin embargo Seix Barral prefirió alterar radicalmente el sentido que quiso darle DeLillo a su obra, cambiando el tÃtulo —pues ni siquiera mediante hipnosis podrÃa considerarse Fascinación una traducción de Running Dog— y con ello su objetivo o propósito. Según la sinopsis de la edición en español la novela trata del descubrimiento de una posible pelÃcula pornográfica rodada en el búnker nazi del Tiergarten dÃas antes de la caÃda de BerlÃn, “y cuyo protagonista serÃa, ni más ni menos, Adolf Hitlerâ€. Y un poco más adelante dice que los “personajes se olvidan de sus motivosâ€. Es decir, o hablando claro: la novela no va de eso, de ahà que los personajes “olviden sus motivosâ€. Hay, sÃ, una pelÃcula misteriosa por la que se ha llegado incluso a matar a una persona. Hay también una periodista —la que trabaja en “Running Dogâ€â€” que quiere ver la pelÃcula pero sobre todo escribir un buen reportaje sobre un polÃtico que colecciona obras de arte pornográfico de toda edad y condición. El polÃtico desea la pelÃcula, un jovencÃsimo empresario del porno —precursor de ciertos personajes de Bret Easton Ellis— quiere la pelÃcula por motivos obvios, un marchante de arte pornográfico está detrás de su rastro: hay, sÃ, fascinación por ver y saber, fascinación por el cómo y el porqué y el quién. Pero todo ello, sin ser ni mucho menos accesorio, tan sólo refleja la cuota de entretenimiento que DeLillo imprime a la historia (parte de esos “algunos ingredientes del thriller tradicional†que indica la contraportada), porque lo que verdaderamente hay en esta novela es la historia de un agente especial de la CIA entrenado para morir y de un militar bastante salvaje reinsertado tras la guerra de Vietnam como máximo directivo de Matriz Radial, una empresa de sistemas cuyo propósito fundamental es servir de tapadera financiera a las barrabasadas exteriores de la Agencia —“la prolongación lógica de los negocios es el asesinatoâ€, p. 111—, que termina viendo alterados o, mejor dicho, adulterados los fines para los que fue creada. Una deriva bastante menos concentrada y puntillosa que la recreada por Denis Johnson en su magistral Ãrbol de humo, sino más bien, en consonancia con el modus operandi de DeLillo, retratada en gran parte por las actitudes y hechos del presente (de la novela), y sólo con el relato más parco de acontecimientos pasados que pudieran ser imprescindibles para una comprensión cabal del ahora al que el lector asiste en su lectura.
Joseph Conte establece una interesante relación entre Running Dog (es decir, Fascinación) y Ruido de fondo: mientras que en la más temprana DeLillo habla de superabundancia de tecnologÃa en términos paranoides —“Cuando la tecnologÃa alcanza cierto nivel, la gente comienza a adquirir conciencia criminal. Alguien anda tras nuestra pista, quién sabe si los ordenadores, La policÃa mecanizada, acaso …â€, 138—, en la segunda los personajes sufren los sÃntomas de enfermedad por información —y de ahà el tÃtulo, White Noise, y su traducción tan acertada: Ruido de Fondo—. Y dice que si hubiera que trazar alguna relación entre el propio escritor y los personajes de ambas novelas (Gladney en Ruido de fondo, Mudger en Fascinación), DeLillo estarÃa más cerca de Earl Mudger por su “sensación de tecnofobia e intranquilidad, y la queja expresa de que la tecnologÃa de la información se ha convertido en algo incomprensible para sus propios sometidosâ€, Design & Debris, 2002, The University of Alabama Press, p. 235.
Paranoia, tecnofobia, acoso: “Perros acosadosâ€, o quizá “Acosados†solamente, pero no “Fascinación†para intentar denotar lo que no es. Aquà no hay un thriller sino un DeLillo temprano que sin llegar al nivel de Submundo o Ruido de fondo, roza muchos de sus méritos. Hay que agradecer las reediciones (ya hablaremos de Los nombres), e insistir en la traducción ya de lo que queda, sobre todo de Ratner’s Star.
José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com
Foto de Don DeLillo en portada: © Joyce Ravid/Seix Barral
Amores parece que haya descubierto la piedra filosofal en cada artÃculo
Amores, tu mencionado error garrafal tal vez sea que no te has informado. Si hubieras llamado a Seix Barral, editorial que publica todos los libros de DeLillo sabrÃas que están TODOS en proceso de traducción. Hasta el último renglón escrito por DeLillo. Un fuerte abrazo y felicidades por el artÃculo. Elena RamÃrez
Me lo ha dicho hoy mismo Javier Calvo, Elena, en un comentario a este mismo texto: http://bolmangani.blogspot.com/2012/02/fascinacion.html
Y sÃ, podrÃa haber llamado. La próxima vez será.