Ni los anuncios de televisión (donde todo el mundo es guapo-anuncio y sabe manejar un barco de vela), ni las pelÃculas que prometen sexo seguro bajo el barro, han podido borrar la autenticidad a este pedazo de tierra tranquila que es Formentera.
Ibiza ha ido desapareciendo detrás, con la música en directo del viejo Teatro Pereyra, un skyline que no es un sombrero, sino una boa que intenta digerir el elefante y sus peores turismos. El ferry te deja en la otra punta, en el puerto de la Savina, y con una motocicleta vas sorteando los italianos que quieren (¿serán ellos los aerolitos de Verne?) invadir la isla. Ya se sabe, el abismo tiene los dientes afilados, y nos asomamos -con la mirada y el estómago centrifugado- para observar de cerca las lenguas azules que lamen la noche fantasma del faro, y sus emergencias. La bocina es un ombligo.
Ilustración de P.D. Philippoteaux para ‘Hector Servadac’
En la Mola queda el salvajismo del agua embistiendo la roca húmeda, negra. El ritmo constante del golpe seco, la espuma y su saliva, la vegetación púbica, los rizos verdes de unos matojos sin jardinero fiel.
El horizonte, ese hilo que tiembla. Friedrich, en pantalón corto y chancletas, está en todos los acantilados. Una playa, sÃ, es el único paÃs que cambia su bandera según sople el viento. Los erizos de la piel erizada por el sol y sus brisas. Y el fin del mundo, que acecha en cada oficina, acaba allÃ, en la silueta de carbón que posa, sin saberlo, en la piedra desnuda. Mientras, a su lado, se secan las algas marinas.
Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros tÃtulos, de 'MalpaÃs' y 'La travesÃa de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).
1 Comentario
No es cierto que Julio Verne se inspirara en el faro de Formentera, donde quizás nunca estuvo, para escribir Hector Servedac. No confundas leyendas y realidad y lee el libro
No es cierto que Julio Verne se inspirara en el faro de Formentera, donde quizás nunca estuvo, para escribir Hector Servedac. No confundas leyendas y realidad y lee el libro