Franklin Mieses Burgos es uno de los grandes. De eso no me cabe la menor duda. Este poeta dominicano, a quien se le dedicó la pasada feria del libro, es uno de nuestros autores más hondos y su voz ha alcanzado cimas que a otros vates no les ha sido posible escalar. Franklin, el de la poesÃa sorprendida, el de la lÃrica emocionada y las deliciosas metáforas, es uno de esos autores con una obra verdaderamente valiosa que lamentablemente son pocos conocidos y pocos estudiados.
Quizás el hecho de que sólo un selecto grupo conozca su trabajo poético se deba a la escasa difusión de la literatura dominicana o simplemente al sino fatal que sumerge a ciertos autores en las oscuras aguas del olvido, de las que sólo son rescatados algunos y en la mayorÃa de los casos, luego de que han pasado muchos años. Por tal motivo es que considero necesario recuperar y preservar su obra y de alguna manera hacerle justicia a su inconmensurable genio.
La poesÃa de Franklin Mieses Burgos posee un registro ancho, profundo y fértil que se mueve en distintas direcciones y abarca diversas temáticas, todas ellas abordadas siempre con mucha lucidez, pero sobre todo con mucha emoción y fuerza. Si se analiza toda su producción poética, se verá cómo es capaz de construir un poema a través de la versificación libre, o como es capaz de hacer lo mismo sometiéndose a la versificación tradicional, sin que su trabajo pierda ese toque moderno y actual, pero sobre todo poniendo en cada lÃnea su sello personal, su voz inconfundible, su propio discurso.
La obra de este autor se nos presenta como un verdadero festÃn rico y variado, debido a que no se limitó a un tema ni dejó que una corriente cercenara su ser creativo. Todo lo contrario, hay en Franklin una gran libertad, una transparencia y apertura que se siente en cada uno de sus versos. Esto me recuerda lo que decÃa el poeta portugués Fernando Pessoa: “Sentirlo todo de todas las maneras posiblesâ€. Esta manera de asumir la vida que propone Pessoa, concuerda perfectamente con Mieses Burgos, quien poéticamente se presenta como una entidad abierta, porosa, desnuda, desgarrada y absolutamente entregada a su arte.
Mariano Lebrón Saviñón dijo una vez del autor que nos ocupa que éste era un poeta entero y también que habÃa en él “hondos temblores y emociones. Sobre todo emociónâ€. Esto es totalmente cierto, pero también hay que apuntar que su poesÃa no solamente apela a la emoción puesto que en su producción hay ondas serenas, hay una idea, un pensamiento y una postura sobre la vida y todo lo que tiene que ver con el ser humano, que siempre es presentado por él con un tratamiento que muestra su peculiar concepción ontológica de las cosas.
Las personas somos entidades enteras y al mismo tiempo criaturas fragmentadas, con diversos yo que no siempre la gente conoce. Uno de esos yo es el que mostramos en nuestra vida cotidiana, otro el que mostramos en la intimidad a un pequeño cÃrculo de personas cercanas y otro yo es el que predomina cuando estamos a solas. Es justamente ese yo solitario el que considero más auténtico y el que todo artista muestra en su obra. Rilke decÃa que para escribir se requiere de infinita soledad, ya que la escritura es un acto de desnudez y de entrega absoluta. Franklin, quien era un creador genuino, no amordazaba ese yo y por eso su creación muestra esa total devoción que él sentÃa hacia su arte y por supuesto que su libertad creativa, la cual le permitió explorar y sumergirse en las más hondas y soterradas cavidades.
Esa exploración lo llevó no solamente a definir su mundo exterior, sino también a conocerse a sà mismo, a descubrirse a través de sus versos. En su poema ¿Qué serafÃn es ese?, nos habla de ese niño que todavÃa subyace en su interior y que a pesar de las desgracias del mundo, todavÃa posee la capacidad de asombro: “Pero a pesar de todo yo sigo siendo un niño/ sorprendido entre tantos/ crespones transparentes/ y entre tantas verdades podridas como sombras.â€
De igual manera, su búsqueda lo llevó a determinar cuál era su motivo escribir, el cual no era tener una teorÃa, sino hallar su tono exacto, su estilo propio e inigualable, su voz personal que le permite descubrirse, definirse y proyectarse como luz o como sombra a todas partes: “Escribo para hallar una voz, no un pensamiento/ porque en la voz –mi voz-/ oscuramente siempre me descubro/ como algo más que una soledad/ o que una muerte viviente.†(I Canto)
Pero asà como habla sobre su vocación creadora y su motivación para escribir, también habla sobre el oficio del poeta y su actitud, la cual debe estar orientada, según él, hacia la libertad de conciencia y nunca comprometerse con intereses económicos o dejarse seducir por el poder. Queda claro que ésta es también su manera de conducirse como autor y que para él no hay otro modo más noble de ser que no sea el de actuar en completa autonomÃa, aunque eso le cueste un precio muy alto o traiga como consecuencia el ostracismo. Esto lo manifestó en su texto 4 Canto, en el que al referirse al poeta dice: “Otro designio más noble y alto le persigue;/ otro designio, que no es por fortuna/ el de relacionar la solitaria obra de su espÃritu/ con las bajas exigencias de su estómago;/ no, nada de vender el alma,/ la libre conciencia/ por un duro mendrugo de gloria vomitada:/ la vida y la poesÃa requieren del poeta/ una sola actitud, aún cuando el arcángel de la muerte,/ implacable como siempre, lo fulmine/ con el rayo de la soledad el abandono más hondo.â€
Cuando se leen los poemas de Franklin Mieses Burgos uno va creado una especie de archivo de referencia con las palabras recurrentes en su producción y que en muchos casos funcionan como sÃmbolo. Rosa, ángel, muerte, soledad, luz, oscuridad y ángel son algunos de los vocablos que conforman su universo lingüÃstico y que en su obra cobran un significado especial. Este es el caso de la palabra soledad, que aparece en muchos de sus poemas y que denota esa sensación de aislamiento, de angustia, de no entendimiento que acongoja a muchos artistas. Esto que explico se percibe en versos como los que aparecen en su poema Ariel Esperanzado: “Vamos sobre los muertos levantando ciudades,/ erigiéndoles falsos monumentos al miedo/ de nuestra propia honda soledad enterrada/ de horror hasta los huesos.â€
Como ya he señalado, esa sensación de soledad aparece asociada Ãntimamente con un recóndito sentimiento de angustia y de inconformidad. Antonio Fernández Spencer dijo que la poesÃa de Franklin deviene angustiada, desesperada y que hay en su pensamiento “la entraña de su vivir atormentadoâ€. Un claro ejemplo de esto se encuentra en su poema Monólogo del hombre interior, en el que dice: “Hay que ser solamente lo que hemos sido y somos/ un hombre, que es lo mismo que decir: una angustiaâ€. También en su poema Prometeo Mortal habla de esa pena que siente y que llega a extenderla a toda la humanidad: “¡Pobres dioses humanos/ a un inmenso dolor de eternidad, atados!â€. Y en su poema Segunda Variación habla además sobre la limitación que significa el sólo hecho de verse contenido por la carne: “Porque no soy un bosque de hojas, sino un hombre,/ limitado en la forma de su humana presencia.â€
Otro aspecto de su poética que no debe pasarse por alto es su sentir metafÃsico, sus preocupaciones ontológicas, su forma de explicar el mundo y cómo sus textos abordan tópicos interesantes sobre la existencia y la verdadera razón de ser del hombre. El ensayista Nelson Julio Minaya definió el sentir metafÃsico como “la facultad de acatamiento y asombro frente a las intimidades del existir†y esto es precisamente lo que vemos en la obra de Mieses Burgos, este asombro y esta apertura ante todo cuanto habita en la tierra y cómo él era capaz de adentrarse en una rosa, en la raÃz de un árbol o en cualquier otra cosa, y de ahà extraer la savia vital de la vida. El mismo Minaya catalogó a este autor como un metafÃsico en el clásico y propio de los sentidos: “Es el perpetuo enamorado de las esencias, oteador de inholladas latitudes que palpitan y asoman en las cosas y perdemos de vista en la cotidianidadâ€. Un dato que considero interesante mencionar es que fue justamente Nelson Julio Minaya quien propuso una de las tesis más controvertidas elaboradas por un intelectual dominicano. En su ensayo Franklin Mieses Burgos: ¿Maestro de Borges?, este santiaguero presenta la teorÃa de que la obra del poeta dominicano tuvo una gran influencia en la carrera literaria de Jorge Luis Borges, hasta el punto de llegar a postular que Mieses Burgos fue el maestro literario del escritor argentino, y no Lugones como otros proponen. Para esto se vale de argumentos presentados con mucha lucidez y hondura, los cuales pueden convencer o no, pero lo que sà no dejarán de producir es respeto en el lector.
Ese sentir metafÃsico del que hablé anteriormente hizo que Franklin se adentrara con ansias en el interior de las cosas para descubrirlas, para explicarlas o para elevarlas a otro plano, sin que por esto perdiera su toque humano. Por eso, cuando el autor habla de la luz, la oscuridad, la caÃda del ángel, el bien, el mal o cualquier otro tema, vemos en él su ferviente deseo de darle un sentido a todo y de entender lo que ocurre en las entrañas de aquello que le inquieta. Sin embargo, esta preocupación no impide que el poeta también hable de la realidad que le rodea y emita a través de su obra una crÃtica a la sociedad que queda clara en varios de sus poemas en donde estéticamente los versos pierden belleza, pero no dejan de ser interesantes porque nos muestran otra faceta del autor y nos permiten apreciar sus inquietudes sociales. Si bien es cierto que todo artista primero está comprometido consigo mismo y con su arte, no menos cierto es que la mayorÃa de los grandes creadores asumieron una actitud comprometida con la sociedad en la que les tocó vivir. Este es el caso de Mieses Burgos, quien a través de su poesÃa asume una postura de denuncia como en su poema Paisaje con merengue al fondo o en Al oÃdo de Dios: “Qué el hombre no es realmente un ente económico,/ ni un logro plenamente espiritual?/ Basta con verle ahÃ, Señor, como siempre/ debatiéndose entre inmundas ideologÃas encamisadas/ y descamisadas, sin saber lo que quiere, lo que aspira/ ni lo que realmente se merece.â€
Vale también destacar la musicalidad y la hermosura de las metáforas que emplea el autor. La poesÃa de Franklin es como el tintineo de un sonajero o el incesante rumor de un rÃo. Sus textos poseen esa naturalidad, ese ritmo hipnótico que embruja al lector, que lo envuelve en una atmósfera lúdica de principio a fin. Esto se debe a la maestrÃa con que el poeta recurre a los recursos estilÃsticos para darle belleza a sus versos y una connotación más elevada. Pero hay que aclarar que su poesÃa no es solamente bella y sonora, sino que, como ya han dicho otros estudiosos de su obra, esta belleza y esta sonoridad le sirven de vehÃculo de comunicación, de canal idóneo para llegar al centro exacto del alma del lector. Las metáforas empleadas por él no son un mero despliegue de florituras y artilugios, sino que componen la forma de darle mayor vivacidad a su idea, de manera que ésta se adentre con fuerza y emoción en el interior de quien lee sus versos. Estos recursos de los que se auxilia el escritor, le sirven para darle una profundidad y una dimensión más especial a toda su obra.
Otro punto realmente meritorio es que si bien su producción poética tiene un valor universal, ésta no se desliga de los referentes locales. Todo lo contrario, Franklin permite que su obra beba de todo lo que conforma su hábitat, de todo lo que percibe a través de los sentidos y que al mismo tiempo forma parte de su cotidianidad. En sus poemas se encuentran presentes el merengue, los paisajes dominicanos, nuestra realidad campesina, el mar caribeño, el sol, la palma, el acordeón, el bohÃo, el trópico, la tierra y el camino. Esto constituye un punto importante ya que demuestra que el artista dominicano no tiene porqué desligarse de su realidad, ni mucho menos tiene porqué deshacerse de su identidad y adoptar otros referentes para que su obra cobre importancia o signifique un legado portentoso para la comunidad literaria.
Franklin, quien fuera uno de los principales cabecillas de La PoesÃa Sorprendida, se alza como el principal exponente de la poesÃa lÃrica dominicana y como un escritor con una vasta obra conformada por una serie de poemarios que fueron rescatados por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y la SecretarÃa de Estado de Cultura. Este autor es además algo más que un nombre que se menciona ocasionalmente en una feria o en una tertulia. En realidad es un verdadero tesoro que debe ser estudiado en todas las universidades dominicanas y su obra difundida en el exterior para de esta manera, como dije en principio, hacerle justicia a quien con su labor creadora ha hecho un valioso aporte a nuestro acervo cultural.
Franklin Mieses Burgos (1907-1976) fue uno de los miembros más destacados de la agrupación PoesÃa Sorprendida, cuya revista del mismo nombre dirigió junto a otros integrantes del grupo. Dirigió el Instituto Dominicano de Cultura Hispánica, la revista Hispaniola y la colección La isla necesaria. Publicó los poemarios: Torre de Voces, Sin rumbo ya y herido por el cielo, Clima de eternidad, Presencia de los dÃas, Torre de voces, Trópico Ãntimo, Propiedad del recuerdo, 12 sonetos y una canción a la rosa, Seis cantos para una sola muerte, El ángel destruido, entre otros textos.
Rosa Silverio
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