Leopoldo MarÃa Panero (Madrid, 1948) es un poeta desarraigado, un hombre desclasado que trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, un ser que sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Leopoldo MarÃa Panero, aquejado de malditismo, se suicida a cámara lenta y, de esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar inacabada, esa misma obra. Panero, que busca la poesÃa en la abominación, reivindica como clave poética la máxima de Mallarmé: «La destruction fut ma Beatrice» (1).
En este caldo de cultivo, el poeta maldito Panero vive de conjurar lo oscuro, lo telúrico, de atraer el misterio, de investigar en el tarot y la alquimia. Persiguiendo lo luciferino como fuente de inspiración. El maldito siempre se reconoce a sà mismo en el área de influencia de Satán. Sin embargo, no es hasta 1987 (con treinta y nueve años) cuando aparece publicado en Poemas del manicomio de Mondragón (Hiperión) su “Himno a Satánâ€, composición de profunda alabanza que ensalza la figura del ángel caÃdo. Una pieza de marcado carácter exaltado, bordeando cierta inocencia al establecer relación tan Ãntima con tamaña fuerza maligna. El poeta, ajeno, gozoso (“yo que nacà del excremento/te amoâ€), vislumbra en Satán a ese ser con quien compartir la vida y el destino:
Himno a Satán
«Ten piedad de mi larga miseria»
«Le fleurs du mal», Charles BaudelaireTú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente
a la muerte.
Tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano dÃa tras dÃa
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nacà del excremento
te amo
y amo posar sobre tus
manos delicadas mis heces.
Tu sÃmbolo es el ciervo
y el mÃo la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina
y sangre las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.
Antes de continuar con el análisis, explicaré que no es azaroso que Leopoldo escoja la composición poética del himno, pues el himno se ha utilizado fundamentalmente para ensalzar a Dios, la Virgen o los santos, asà como también a grandes hombres o sucesos memorables; o sea, el poeta desea, ya desde el tÃtulo, estrellar lo consabido, las convenciones religiosas imperantes, con su visión de Satán. Una visión formada en los momentos de exaltación por el descubrimiento de la imponente figura de Lucifer. El maldito Panero escribe estos versos enamorado (“desnudo de todo/salvo de tu nombreâ€). Incluso imagina, con cierto candor, fechorÃas que llevar a cabo en compañÃa de Satán (“rociaremos con vino, orina/y sangre las iglesiasâ€). El resultado, en mi opinión, es admirable: un gran poema de amor, un amor sumiso y frágil, por supuesto, un amor fruto de la idealización del poeta sobre un ente de enorme poder.
En cualquier caso, no debió quedar totalmente satisfecho, o, mejor dicho, su filiación con Satán evolucionó a lo largo de los siguientes años hasta que en 1994, dentro del poemario Orfebre (Visor), vuelve a publicar otro “Himno a Satán†y, curiosamente, ofrece tres versiones del mismo:
Himno a Satán
Solo la nieve sabe
la grandeza del lobo
la grandeza de Satán
vencedor de la piedra desnuda
de la piedra desnuda que amenaza al hombre
y que invoca en vano a Satán
señor del verso, de ese agujero
en la página
por donde la realidad cae como agua muerta.
Himno a Satán (2ª versión)
La grandeza del lobo
no es penumbra
ni aire
es solo el fulgor de una sombra
de un animal herido en el jardÃn
de noche, mientras tú lloras
como en el jardÃn de un animal herido.
Himno a Satán (3ª versión)
Los perros invaden el cementerio
y el hombre sonrÃe, extrañado
ante el misterio del lobo
y los perros invaden la calle
y en sus dientes brilla la luna
pero ni tú ni nadie, hombre muerto
espectro del cementerio
sabrá acercarse mañana ni nunca
al misterio del lobo.
En estas tres versiones se observa que el poeta se posiciona a mayor distancia de Satán que en el Himno de 1987. Una distancia más real, en este caso, pues antes la idealización ya comentada hacÃa parecer próximo lo que sin duda estaba a años luz. Se intuye también que esa extensión que Panero coloca entre él y Satán nos quiere poner en aviso sobre la enormidad, y la fatalidad, que acarrea la tarea de intimar con Satán. De ahà que en estos nuevos versos Leopoldo introduce, principalmente, el concepto de “misterioâ€. También es de destacar la presencia del lobo: el diablo, ahora lejano, misterioso, es abordado mediante la identificación con el lobo. Lejos de la seguridad anterior, del trato de cercanÃa autoimpuesta del primer himno, reconoce el poeta su auténtico desconocimiento de Satán (“Solo la nieve sabe…â€) a pesar del esfuerzo realizado para aproximarse (“ni tú ni nadie, hombre muerto/…/sabrá acercarse ni mañana ni nunca/al misterio del loboâ€). Es notorio el poso dejado por las batallas libradas en el alma del poeta, las heridas sufridas. La exaltación es mucho menor en este himno, las alabanzas a Satán son más veladas. El poema rezuma deshumanización y dolor (“de noche, mientras tú lloras/como en el jardÃn de un animal heridoâ€). Además, no queda ni rastro de amor. El amor era imposible desde el inicio. El diablo no ama. Eso sÃ, aún pervive la sumisión (“…Satán/señor del verso…â€), la necesidad de Satán en su concepción de la poesÃa.
Panero acierta, en mi opinión, al escribir estas tres versiones, ninguna de ellas perfectamente trabajadas, pero que contempladas en conjunto, leÃdas con y sin orden, ofrecen una composición no rÃgida, abierta a que cada uno de los lectores compongan con los materiales sugeridos ese misterio que es Satán.
No obstante, tampoco estas tres versiones complacieron a Leopoldo, es decir, tampoco estos tres himnos conservaron su validez con el transcurso de los años. El poeta no le vuelve la cara a Satán, persiste, y asà en 1998, en el poemario titulado Guarida de un animal que no existe (Visor), publica un nuevo Himno, esta vez dedicado a Satanás. El cambio en el tratamiento de la figura luciferina no es radical, el nombre se modifica muy escasamente. El porqué trastoca el tÃtulo me es desconocido. Aventuro que el poeta quiere desmarcarse de los himnos precedentes, porque por fin ha encontrado algo real y quiere evidenciarlo desde el inicio, pero sin desconectarse de las anteriores composiciones para que podamos seguir el hilo de su filiación satánica. Este hecho le da al “Himno a Satanás†cierto cariz de himno definitivo (2):
Himno a Satanás
A Belfegot, dios pedo o crepitus
Tú que modulas el reptar de las serpientes
de las serpientes del espejo, de las serpientes de la vejez
tú que eres el único digno de besar mi carne arrugada,
y de mirar en el espejo
en el que solo se ve un sapo,
bello como la muerte:
tú que eres como yo adorador de nadie:
ven aquÃ, he
construido este poema como un anzuelo
para que el lector caiga en él,
y repte
húmedamente entre las páginas.
*Â Â *Â Â *
Los pájaros vuelan sobre tus ojos
y la calavera de un caballo dibuja la silueta de la mentira
de la mentira de Dios en una habitación a oscuras
donde vuelan los pájaros
Como podemos comprobar, Leopoldo MarÃa Panero retorna al plano de mayor cercanÃa que atisbó en su primer himno. Además repite las fórmulas de 1987 para comenzar el poema y en un par de versos: “Tú que…â€/ “Tú que eres…†Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, este himno de 1998 se encuentra en las antÃpodas del de hace doce años, pues donde antes Leopoldo le confesaba su amor a Satán, ahora, en cambio, el poeta no adora a nadie igualándose, en consecuencia, a Satanás (“tú que eres como yo adorador de nadieâ€) y cayendo de esta forma, ineluctablemente, en la soledad. La soledad que no es nombrada, pero que cohesiona toda la composición. Una soledad abismal, absoluta, rotunda. La deshumanización se ha completado. La alabanza a Satanás es meramente testimonial. En estos versos el poeta nos habla mucho más de él mismo que de Satanás. El poeta toma el protagonismo y se dibuja encerrado, centro único de un mundo saqueado. Satanás no es ya un misterio. Tampoco es exaltado el diablo como una figura poderosa. El tono al principio, en la dedicatoria, es más bien burlón (“A Belfegot, dios pedo o crepitusâ€). Leopoldo, incluso, lo llama sin la más mÃnima ceremonia (“Ven aquÃ…â€) para que su presencia confiera vida al poema; poema que, en realidad, es una astucia para atraer la compañÃa del lector a su destierro, para existir como poeta desde tan lejos de todo (“…he/construido este poema como un anzuelo/para que el lector caiga en élâ€). Ni rastro de amor, ni rastro de sumisión. PodrÃa decirse que el poeta maldito Leopoldo MarÃa Panero, tras tantos esfuerzos, lo ha conseguido. Se trata con Satanás. El precio (que también es la consecuencia y aun el motivo, el porqué) se describe en la coda del himno: la locura. O como Panero la define, sintetizando con maestrÃa,“la mentira de Diosâ€.
Estanislao M. Orozco
http://www.estanislaomorozco.blogspot.com.es
***********************************************************************************
NOTAS:
(1) «La destrucción fue mi Beatriz»
(2) Para este estudio sobre el “Himno a Satán†he utilizado la edición de Túa Blesa publicada por Visor que recoge la poesÃa completa de Leopoldo MarÃa Panero hasta el año 2000. Es por esta razón por lo que aclaro con esta nota la palabra “definitivo†(sabiendo, además, que el carácter de definitivo de cualquier hecho, excepto de la muerte, es relativo), pues en este caso al haber Panero seguido publicando poemas tras el cambio de milenio, al Panero aún escribir y aguantar el peso de la losa que la vida impone tarde o temprano, bien pudiera faltar una nueva vuelta de tuerca al “Himno a Satán†(ya fuese publicado posteriormente al 2000, ya fuera que aún está por publicar). No habrÃa problema en cualquiera de los supuestos, este estudio tendrÃa similar vigencia, la lectura deberÃa ser idéntica, tan solo habrÃa que añadir al final un “Continuará…â€.
muy bueno
Diario de un hombre infinitamente envenenado:
¿Panero le robó las credenciales a Dios o al diablo?
Rolando Gabrielli
El loco mirando desde la puerta del jardÃn
hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
has de saber que no fue por matar un pelÃcano
sino por nada por lo que yazgo aquà entre otros sepulcros
y que nada sino el azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o dios debo mi ruina.
Leopoldo MarÃa Panero, Poemas del manicomio de Mondragón, 1987
Leopoldo MarÃa Panero es el poeta más importante de España, aunque España le haya puesto una camisa de fuerza y lo envenene con el calmante haloperidol.
Encerrado en un manicomio hace casi dos décadas, el diario español El PaÃs pareciera haberle descubierto, y le entrevistó en un lugar conocido como la Residencia de Estudiantes. Escoltado, el poeta, por su colega y amigo Félix Caballero y una sugestiva admiradora, llamada Amaraba, habló de lo humano, divino, la poesÃa, España, la democracia, el Quijote, Neruda, la psiquiatrÃa, sus preferencias sexuales, Freud, el Papa, RasputÃn, Lacan, todas las etcéteras de las preguntas y de lo que le rodea: la locura. Panero, creo, no le deja un solo pelo a la lengua de sus palabras.
Panero viajó este año a Chile, invitado, bajo una estricta custodia, y recitó su poesÃa en el manicomio de Santiago de Chile, sitio de una vieja capitanÃa hispana, cuyo capitán general perdió la cordura en los momentos de apremio.
La conversación de El PaÃs con Panero, autor de una poesÃa en el lÃmite, sin fondo, un lenguaje en escombros permanentemente, no incluyó poemas de su factura, sino dejó funcionar la escopeta con su pólvora acorralada en el manicomio del doctor Rafael Inglod, en Islas Canarias.
El puto infierno, dice Panero
Les confesó en el arranque a sus entrevistadores, Miguel Mora y Jesús Ruiz Mantilla, que España es la que está loca, no él. Sus respuestas están llenas de lucidez, humor, del peso rotundo de su palabra. Y ese fue el titular de El PaÃs. “Lo de RasputÃn fue una noche y a puerta cerrada; lo mÃo va para 20 años y es a la luz del dÃa: el diario de un hombre infinitamente envenenadoâ€.
Es probable que Mora y Mantilla no conozcan su poesÃa, pero Panero ha dicho esto: Se cantan himnos a la virgen y loas a la cruz / que no existe, y al más allá, mientras Dios quema / y mi cuerpo escupe sobre el suelo el martirio / y vomita la cerveza y el vino del sufrimiento. / Porque la religión no son dogmas ni anhelos abstractos / sino el sufrir de otro sufrir, el matar por amor / hasta llegar a este final en donde sólo se habla de odio / Que Dios perdone mi odio, y lo perdona / pero tú no, animal hispano, bestia que no perdonas / el genio que no tuviste nunca caridad / mientras San Juan de la Cruz llora en la pradera de la / noche.
En este recreo con la prensa y que El PaÃs supo destacar en primera plana de su web durante todo el dÃa, Panero califica su hogar en Inglod, de puto infierno, sÃ, el manicomio, donde pasa la vida junto a una ventana que mantuvo tres años abierta, lo que le ha significado ingerir dosis de haloperidol para atontarlo, comenta. Atonta. Pero más inteligente que yo, imposible. Soy tan inteligente como Nieztsche. Seguramente Panero pensó en la escena del 3 de enero en TurÃn, Italia, 1888, cuando el filósofo alemán se abrazó llorando a un caballo que un cochero golpeaba brutalmente. De ese acto de amor partió la locura de Nietszche, dicen.
El diagnóstico de Panero es esquizofrenia, una enfermedad normal en el mundo actual. Salga a la calle, converse con un polÃtico, vea la disociación en el discurso y la realidad, cómo los semáforos son unas luces decorativas en el paisaje urbano desolado, reventado por los avisos de neón, bajo el desamparo del hombrecito troglodita que consulta su celular como un librito mágico lleno de entretención.
Donde vivo, en el quinto mundo a mano derecha, los locos entran y salen del sanatorio, se confunden en las calles, forman parte de la sociedad, la que les anima a compartir sus proyectos en el manicomio local. La gran frase, locos de atar, ha quedado totalmente obsoleta donde vivo. Es una feria de idiotez erigida en la suprema causa perdida.
La realidad de Panero es otra, y como interno, acusa que no le dejan fumar, le obligan a hacer la cama siete veces al dÃa (¿alguna cábala para locos?) “y aquà azuzan a los locos contra mà y no los atan, sólo lo hacen con los viejecitos por nadaâ€, les comenta a los de El PaÃs. El periodista le pregunta por otra medicina habitual: ¿Le dan electroshocks? Es como una especie de desayuno, al parecer, por la pregunta nada de poética. “López Ibor te daba electroshocks y luego te ponÃa una imagen de santa Teresa en la mesilla. No he visto un nazi parecido en los dÃas de mi vida. Ahora, la lobotomÃa y el electroshock están prohibidos, y las correas también, salvo en caso de sangre o peleaâ€, complementa su respuesta Panero a El PaÃs.
Los años han roto mi cara
Ya el diálogo se ha animado: ¿mienten los locos?, los periodistas buscan la verdad de primera mano y arrojan esa pregunta de patinazo. Y viene la lucidez de Panero: los locos yerran, pero no mienten. Él, remató, a los cuerdos reporteros: Un loco tiene la perniciosa manÃa de decir la verdad, como el borracho.
Y el cuestionario continúa por el mismo camino, mostrando una supuesta soga en la casa del ahorcado: ¿Acaso existe la locura? “No. Los locos son gente muy puteada y se esconden para que no les hagan más daño. El mito de la enfermedad mental, de Thomas S. Szasz: si el loco es un hipócrita, no está loco, es un hipócrita y punto. Yo aprendà telepatÃa en ParÃs, entendà que pensar venÃa de hablar, y hablaba y leÃa en voz alta. Me quedé telépataâ€. Algo parecido a un vidente, un transmisor psÃquico, quien se comunica con los sentidos, sin Internet ni otros intermediarios fÃsicos.
En su libro, Poemas del manicomio de Mondragón, Panero dice que la locura se puede definir, muy brevemente, como una regresión al abismo de la visión o, en otras palabras, al cuerpo humano que ésta gobierna. Yo he sido la diversión de España, acusa, por mucho tiempo, a la menor tentativa de defenderme, encontraba la muerte, primero en Palma de Mallorca en forma de una navaja, y luego, en el manicomio del Alonso Vega, en Madrid, en forma de una jeringa de estricnina.
Los años han roto mi cara / y dicen que no es sangre, sino pus la que corre / lentamente por el tembladeral de mis venas / donde agoniza un dios del pasado / que desde el poema nos llama con la llama de un muerto.
Panero habló con la lámpara y la vela encendida, de acuerdo a los claroscuros del momento. No en vano, sobre la mesa habÃa siete paquetes de cigarrillos entreabiertos y el poeta es una chimenea en tiempos de elección papal. El humo se hace más humo en silencio. Nos ha dicho en su poesÃa y en esta entrevista, que es un poeta culto, con memoria, actual, de una vigencia extraordinaria en un planeta caótico, de notorios climax esquizofrénicos, de una banalidad rica, sustancial, irritante, para saturar un paisaje con un nuevo escalofrÃo y fantasmas que el viejo Marx hubiese preferido nunca mencionar.
Lacan, Marx, Ana Torroja
Los periodistas se sorprenden, es uno de los pocos comentarios que hacen en su entrevista, que tampoco describe el lugar donde suele habitar fÃsicamente el poeta. Por ser las únicas definiciones sobre ese momento y relacionadas con lo que perciben de Panero, escondido en la mala conciencia española, aquà las incluyo textualmente, como un paréntesis de estos comentarios: “Leopoldo MarÃa Panero (Madrid, 1948) fuma como un loco pero apaga los pitillos antes de la mitad. Sufre esquizofrenia, o eso dicen los psiquiatras. Los únicos sÃntomas aparentes son sus murmullos inaudibles, su enganche a la coca light y su paranoia (comprensible) con la CIA. Por lo demás, su lucidez destellante, su inteligencia sarcástica, su cultura-baúl (suelta citas y recita en varias lenguas y sectores: Lacan, Marx o ¡Ana Torroja!: “Y los jamones son de Yorkâ€) y su curiosidad insaciable (poesÃa, literatura, psiquiatrÃa, antipsiquiatrÃa, fÃsica…) le convierten, más bien, en estos tiempos lelos, en un cuerdo tan indispensable como inalcanzableâ€.
Ahora sólo duerme adentro, en el manicomio del doctor Rafael Inglod, comentan los periodistas, bajo la carga demoledora del haloperidol, un tranquilizante que él desprecia, como toda la psiquiatrÃa que le han echado encima en estas dos décadas. Todo ingreso es un secuestro, ha dicho Panero, y reiterado, toda internación es ilegal. Los periodistas continúan su cuestionario limpio, como una navaja. ¿PsiquiatrÃa o poesÃa? “He pensado dejar la poesÃa como Rimbaud para dedicarme a la psiquiatrÃa, pero a la real, no a esa falsa que Wittgenstein llamó La máscara y el lenguaje.
Ambos poetas están editados por la Colección Visor de PoesÃa y comenzaron a escribir desde muy joven. Rimbaud se deshizo de la poesÃa a los 19 años, pero ya habÃa vivido Una temporada en el infierno. Lo dice el poeta maldito: “He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creà que habÃa adquirido poderes sobrenaturales. ¡Pues bien!, tuve que enterrar mi imaginación y mis recuerdosâ€. Ãfrica consumió a Rimbaud, quien regresó a Marsella sólo para morir en brazos de su hermana Isabelle. Panero vive hace dos décadas en su Infierno, y sus versos dicen: “Y yo soy el cristal del infierno / el cristal para morir tan solo / para morir como en la página delgada del sufrimiento / como el sufrir del más atroz del sufrir que no existe / el sufrir en la página / que no existeâ€. ¿Cómo se hizo poeta? “A los cinco años. Mis padres estaban aterrados. El poema decÃa: Mi corazón temblaba y no era un sueño / fueron muriendo todos los soldados de la guardia del rey / y mi corazón seguÃa temblando’ â€.
¿Le robó las credenciales a Dios o al diablo?
¿Panero le robó las credenciales a Dios o al Diablo? Es una pregunta para la sociedad y las autoridades españolas, sus poetas, periodistas, intelectuales, la Academia de la Lengua que Panero destraba con sus gestos, sonidos, miradas, la desesperación de sus ruidos, su intacta palabra.
El cuestionario sigue viento en popa: ¿La literatura cura? “Alguna sÃ. Los literatos españoles se dividen en dos: el burgués ambicioso y los mamarrachos abominablesâ€. Panero no tiene pelos en la lengua y responde como si viviera en el Viejo Oeste. La soledad de la poesÃa, el desencanto, la infamia dorada, toda la pasarela para un pobre escenario y performances provincianas. La roja nariz del payaso sonriente en la palidez de la historia poética.¿Cree en la democracia? “Soy anarco individualista, pero creo. Me sorprende que alguien dijera que la democracia es un anacronismo. No creo que Tejero sea muy moderno. Pero los diputados están como cabrasâ€. No hay tema para Panero donde él no tenga su claridad, vigencia, actualidad. ¿Por qué El PaÃs no lo contrata como columnista? De pronto corresponsal en Afganistán. AllÃ, el viento tiene cinco esquinas. Panero podrÃa ser la alfombra voladora. Panero es admirador de Ana Torroja, autora del álbum Puntos cardinales. El poeta está al dÃa del dÃa, que vive y lo vive, en la marginalidad del escenario que se describe aparentemente en los periódicos en las páginas de obituarios. Los reporteros de El PaÃs podrÃan haber rayado a la salida del manicomio: Panero vive la locura de todos. Y podrÃan recitar: En el oscuro jardÃn del manicomio / los locos maldicen a los hombres / las ratas afloran a la Cloaca Superior / buscando el beso de los Dementes. Se sigue deslizando el cuestionario con la actualidad. ¿Qué le parece la ley de matrimonio homosexual? “Yo soy bisexual y sadomasoquista. Sádico con las mujeres y masoca con los hombres, aunque también sádico con algunos tÃos, depende de lo guapos que seanâ€. Ahà está Panero, frente a s u propio espejo, mirándose las entrañas y dejándolas al descubierto, para su público y admiradores. Es un triángulo de trece caras. La luz solitaria que nos ve en el reflejo. Tal vez, en el diván, todos los perros son azules, Panero. Y los lúdicos reporteros prosiguen su rutina con un disparador insaciable en su lengua. ¿Freud o Lacan?, porque no pueden preguntarle: Maradona o Pelé: están con Panero, con más formación que ambos, sagacidad y manejo de la locura.
“Freud se creÃa el anticristo, pero era ambiguoâ€, responde Panero, en su estilo filoso. “DecÃa: ‘¡¿SabÃa usted que soy el diablo y Dios construye catedrales en torno a mÃ?!’. Lacan sabÃa que los locos sabÃan que él era el anticristo. Según Jung, Cristo y el anticristo son el sà mismo. El yo no existe en la especie humana. Es lo que Lacan llamaba ‘el sombrero de Napoléon’. El yo es en lo que se pierde el loco. Y el anticristo son los bancosâ€. Ese es Panero, sin un pelo de retórica. Se pronuncia más que los intelectuales que están libres, en las universidades. Lo hace con la actualidad de un monje del siglo XXI.
El Quijote, una novela rÃo asquerosa
¿Por qué no abre un dispensario antipsiquiátrico? “Pensé hacerme millonario con la antipsiquiatrÃa y lo serÃa si me pagaran los derechosâ€. Sal y pimienta, el poeta, su materia y la de sus interrogadores. La poesÃa, literatura, ha sido su mundo. La pregunta no se hace esperar: ¿Su poesÃa es automática? ¿Pensaron en el surrealismo o simplemente que un loco escribe en automático, con el casete corrido, sin pensar, sólo aflojando el disparador del subconsciente incontrolable? ¿Es una pregunta vieja, de otra época o una viveza? Me pongo, intento ponerme, en el lugar del poeta-entrevistado, objeto de observación, ahora, y aniquilamiento, en los últimos 20 años. ¿Qué habrá pensado Panero, me pregunto, y sobre todo, que le habrá pasado por la mente cuando le preguntaron sobre su poesÃa, escritura, para ser exactos? Un poeta leÃdo y que tiene una particular visión, una manera de entender la poesÃa. Y asà responde, en la gracia de su gracia:
No me prohÃbo nada salvo cagar en la silla. Pero mi poesÃa es técnica. Hablando del cuerpo, Spinoza dijo: “Nadie sabe lo que puede el cuerpoâ€. Y Neruda: “Te escucho orinar al fondo de la habitaciónâ€. Voy a echar una meada.
[Se va, vuelve] Se refiere al poema de Residencia en la Tierra de Pablo Neruda, “Tango del viudoâ€, que por demás es un gran poema.
¿Cuál es su poeta favorito? “Neruda no me gusta. Mallarmé, sÃ. Escribe cientÃficamente†[recita un poema en francés].
¿PreferirÃa ser francés?
“QuerrÃa irme a ParÃs. Allà no están tan locos como aquÃ. Aquà no se puede pensar. No es raro que el Quijote sea el Ãdolo. A San Juan de la Cruz casi lo queman porque se lavaba todos los dÃas. Este paÃs está obsesionado con el sexo desde hace siglos y por eso odian a Dios, porque lo ven castradorâ€.
¿No le gusta el Quijote?
“Es una novela rÃo asquerosa. Me gusta El licenciado Vidrieraâ€. Ahà está retratado en sus gustos, verdades literarias, pero su poesÃa habla por él. Ahà está su mirada y la máscara. No viaja en automático el poeta, como suponÃan los reporteros. Se instala en la lucidez de su sombra, en las ruinas que lo dejan intacto para reconstruirse nuevamente. Es la sensación consciente de un pataleo de un ahogado que sabe respirar a sus ritmos. Panero trabaja donde nace y muere el poema. Crucifica la luz, arde en el sueño frÃo, es hermano de la muerte, pero sobrevive por temperamento a sus propias aguas y costes. Sólo asume. El verbo proveerá. Todo lo demás es Panero. Y viene el final del barranco de preguntas. Los que no son poetas, creen en una suerte de magia, inspiración celestial, un llamado del más allá, estando todos bien acá. ¿El poeta es un mago, un pequeño dios, un duende, que coño es Panero?
¿Quién le dicta sus poemas?, preguntan Miguel y Jesús, quienes le siguen crucificando a preguntas: ¿Escribe en trance? “Como no sea mi conciencia… El hombre no habla, es hablado, dijo Lacan. No creo en la bestia de la inspiración, yo cultivo el espanto como una cienciaâ€. Me pregunto en medio de este interrogatorio, ¿por qué El PaÃs no editó un solo verso de Panero? Un poeta desde un principio y final, es su poesÃa. Es el cuerpo a la sombra. Todos somos el delito.
El papa, mi doble
¿El nuevo papa?
“Un filonazi. Mi dobleâ€.
¿Zapatero?
“El prÃncipe de las tinieblas. ‘Oh, Satán, tú tienes dos cosas: el oro y el regazo de la mujer’ (Goethe)â€.
¿Negociar con ETA?
“Por supuesto. Hace siglos dije que sólo ETA hace oposiciónâ€.
Mis preguntas, las que le hubiese hecho, y no es de locos: ¿AceptarÃa el Premio Nobel? ¿Una Embajada en Bagdad? ¿Un poema es redondo, cuadrado, triangular o no tiene formas? ¿Cuántas veces cree haber hecho su cama? ¿Qué lee ahora? ¿Qué libros tiene en su biblioteca? ¿Participa en concursos de poesÃa? ¿Mira el calendario o el reloj? ¿Prefiere la noche o el dÃa? ¿Sabe quién es después de las dosis de haloperidol? ¿Ama a alguna mujer, persona, animal o cosa? ¿Recuerda el dÃa en que dejó su casa, la calle, la sociedad? ¿Sueña? ¿Qué recuerda de la vida que no sea la muerte? ¿Una palabra favorita, una pelÃcula, un libro, un animal? ¿Qué acto de locura no cometerÃa? ¿Si lo dejaran salir, a dónde irÃa primero? ¿La locura es un acto de fe? ¿La cordura es una cuerda que puede cortarse? ¿Qué le recomendarÃa a un loco? ¿Por qué punta entra a una madeja un orate? ¿Usted trabaja con Internet, tiene acceso? ¿Quién califica, administra y maneja la locura? ¿La locura es un tema personal o de Estado? ¿Una casa de locos es rentable? ¿Con qué personaje le interesarÃa conversar, entablar una amistad? ¿Quién fue el primero en abrir la puerta a la locura? ¿Está de acuerdo en que la imaginación es la loca de la casa?
Posdata
La poesÃa es un estorbo, una curiosidad no indispensable, un lenguaje cargado de malas intenciones para poner a pensar. Quizás, un acto de locura en un mundo esquizo, pero lineal. Panero es este espejo dormido en nosotros, un anillo para la boda con la realidad. Sólo veo su rostro sobre una ventana de España, su mirada peninsular, adentro de sus adentros, sus orejas y nariz larga, mirada de alguien sometido a la Inquisición. Pienso que Panero ya no está allÃ. Es un fragmento peninsular su rostro, el mapa árido de España, la fértil imaginerÃa de un mundo de locos, alguien que no llegará a puerto, porque no existe.
Panero, Panero
Panero ya conoció el infierno,
el diablo celeste de la creación
viene devuelta sin un respiro
y escupe en la cara de España.
Reina mÃa, se ha roto la luna
en la roja noche del cristal
y es puerco pensar ahora en Bizancio.
Locura serÃa, mi Dama, que mi poesÃa
estuviera en cartelera,
nada más teatral que el espanto
y el mundo arrodillado en un grano de arena,
meciéndose con la muerte
frente a nuestra vereda y de azul.
Falta poco para que ocurra
ese milagro, no lo sé.
Un niño cierra su primera vocal.
En alguna ciudad alguien
se siente un paréntesis.
¿Por qué lado abrirá el mundo
la mañana de mañana, Panero?
Rolando Gabrielli
palabras del otro lado eso es, amado Panero.
quien hayamos tenido contacto con lo que ahora llaman esquizofrenia sabemos que antes nos llamaban poseidos por el diablo en el caso de que nuestros comportamientos asustaran a los que nos amaban y en el caso de que de nuestras bocas saliera luz y palabras de bondad nos llamaban iluminados por el espÃritu santo.
Ahora nos declaran como restos de brotes psicóticos pero los que allà estamos sabemos lo que vemos y nos posee y ya nada es igual.
[…] Estanislao M. Orozco - 27 agosto 2012 - Crónicas – REVISTA DE LETRAS […]