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Personas casi humanas

¿Somos únicos? ¿En qué nos convierte el lenguaje de la sociedad de consumo? Kazuo Ishiguro con 'Klara y el sol' y Evan Dara con 'Biografía provisional de Mose Eakins' plantean, a través de la ficción especulativa, las preguntas que nos interpelan a día de hoy | Foto: Anna Shvert, Pexels

Voy a lanzar una idea loca: el interés por la naturaleza de los personajes ficcionales es muy parecido al relacionado con los avances de las inteligencias artificiales. En ambos casos nos encontramos frente a seres muy cercanos a las personas reales que no acaban de serlo por una u otra razón. Los primeros no pueden convertirse en alguien de carne y hueso por culpa de ese maldito salto ontológico que los sitúa tras una frontera insalvable para ellos (que no para nosotros, los voyeurs que disfrutamos de sus historias y dramas más variopintos). Las segundas aún son versiones muy rudimentarias de la inteligencia que surge de nuestra actividad neuronal, pero démosles un poco de tiempo y veamos si esa posible Singularidad de la que hablan algunos teóricos no les lleva a superar con creces nuestras capacidades y a decir aquello de aquí estoy yo.

Toda esta reflexión para decirles que este mes he podido disfrutar de un par de obras cuyos protagonistas han resonado con fuerza en mi interior a pesar de que sus puntos de partida no podían estar más alejados. En Klara y el sol, Kazuo Ishiguro ha construido una fábula en la que a través de los ojos de Klara, una Amiga Artificial, nos adentramos en lo más profundo del corazón humano. Por el contrario, en Biografía provisional de Mose Eakins, Evan Dara nos propone una obra de teatro en la que su protagonista sufre un extraño trastorno que le incapacita para comunicarse con cualquier persona a no ser que se cumpla una condición muy peculiar.

Anagrama

Seres artificiales
Como no podía ser de otra manera, la primera obra de Ishiguro tras obtener el Premio Nobel (a pesar de que ya la tenía en marcha por aquel entonces) había generado una gran expectación entre sus lectores más fieles. No es para menos: conforme se acercaba la fecha de su publicación, las notas de prensa se esmeraban en avisarnos de que el autor británico de origen japonés volvía a la ciencia ficción, y los que nos enamoramos en su momento de la genial Nunca me abandones no pudimos hacer otra cosa que empezar a mordernos las uñas con impaciencia. Klara y el sol recuerda en muchos aspectos a aquella otra gran novela, empezando por compartir esa fuerte inquietud que la narración es capaz de generar en sus lectores mediante un discurso en apariencia transparente pero que, sin embargo, nos hace sospechar a cada página que algo oscuro se mueve por debajo.

El uso de Klara como narradora permite a Ishiguro construir un punto de vista sesgado de forma muy estratégica. Ella, como nosotros, es nueva en ese universo, y juntos tendremos que esforzarnos por comprender los códigos de esa sociedad que parece tan cercana a la nuestra y que, a pesar de ello, está muy lejos por un conjunto de acontecimientos que no se explican (decisión tomada con muy buen tino para no distraernos de lo importante). Además, Klara no es un mero foco desde el que conocemos la historia, sino que en ese juego entre lo que percibe, lo que entiende y lo que nos cuenta vamos adentrándonos poco a poco en una psicología muy bien lograda. El gran reto de Ishiguro era el de adentrarnos con coherencia en el discurso de un ser artificial con el que además pudiéramos empatizar, y creo que cumple con su objetivo con solvencia y gran elegancia.

Tal vez debido a esa arriesgada apuesta del autor a sumergirnos en la psique de un ser artificial, la ciencia ficción que respira el resto de la obra es de un marcado carácter costumbrista. No hay alardes de grandes tecnologías, futuros distópicos (aunque en parte lo sugiera) o imaginarios ciberpunk porque, sencillamente, la obra no los necesita. Sí, se acostumbra a decir que toda ficción especulativa de lo que habla en última instancia es de nuestro presente, pero este tipo de novelas que se mueven en un casi presente logran mantenernos mucho más atrapados en ese principio de mínima desviación desde nuestra realidad de origen. Por lo tanto, bienvenidos serán los lectores aficionados a la mencionada Nunca me abandones, a películas sobre futuros que son casi presentes como Olvídate de mí o, por supuesto, series como Black Mirror.

Pero como decíamos al principio, Klara y el sol trata, aunque pueda sonar contradictorio, sobre lo que nos hace humanos. Aunque ahora que leo lo que acabo de escribir, creo que no tiene nada de contradictorio. Porque muchas veces necesitamos conocer lo que no somos para entender dónde están los límites de lo que sí somos. En esta novela, los personajes se ven continuamente asediados por ideas y reflexiones que les enfrentan a partes de ellos que intentan esconder bajo capas y capas de aparente normalidad. Y, de entre todas esas preguntas que nos hacemos a diario, Ishiguro nos tira a la cara la que probablemente sea la más aterradora: ¿somos únicos? O, aún peor: ¿seguiremos siendo únicos a pesar del avance de las nuevas tecnologías?

Pálido fuego

Seres artificiosos
Aunque poseedora de una gran capacidad de observación, Klara tenía problemas para entender ciertas conductas humanas por no entender el contexto del que surgían. En Biografía provisional de Mose Eakins, el protagonista es un humano normal y corriente (demasiado corriente, tal vez) que un mal día descubre que padece una dificultad comunicativa de muy distinta naturaleza a la de nuestra amiga artificial. Eakins sufre de imparlancia, un extraño trastorno que le imposibilita la comunicación con los otros siempre que su discurso no tenga ninguna intencionalidad mercantil.

Escrita como una obra de teatro con obvias referencias a las piezas más representativas del absurdo beckettiano (mención aparte para ese genial coro griego reconvertido en Remolino del que todos salen y al que todos vuelven), este pequeño gran libro de esa pequeña gran editorial que es Pálido Fuego nos presenta una inteligente crítica de la sociedad consumista en la que vivimos inmersos en la actualidad. El valor de las palabras no se calcula según su importancia a nivel humano sino económico, y la atención de los otros sólo se manifiesta en el caso de que exista algún tipo de interés comercial.

Si en Klara y el sol hablábamos de una inquietud latente a lo largo de su lectura, en Biografía provisional de Mose Eakins nos adentramos sin contemplaciones en el terreno de la incomodidad más absoluta ante los acontecimientos del relato y el propio relato en sí. Todo son interrupciones, frases a medias, monólogos cruzados que sustituyen al diálogo que no puede llegar a producirse e interpelaciones que nunca encuentran su objetivo. Y si nos incomoda es porque nos resultan horrorosamente cotidianos. Símbolos en todos los casos de una sociedad que poco a poco nos está aislando en nosotros mismos y está dándole la vuelta a aquello de que ningún hombre es una isla, y donde sólo importa lo que decimos si existe alguien que se beneficia del contenido que hemos generado. Todo lo demás es superfluo, y en ese todo no sólo está el discurso, sino las personas que lo crean. El humano ha muerto, larga vida al poshumano. Sea lo que sea eso.

Jose Valenzuela

Nacido en Terrassa, Jose Valenzuela es ingeniero, doctor en humanidades y papá de Llucia. Ha trabajado en laboratorios de física de nanomateriales o de realidad virtual, en departamentos de innovación biomédica y en agencias creativas. Apasionado de la narrativa en todas sus formas y del estudio de la mente humana, actualmente divide su tiempo entre su trabajo en neurociencia en el Brainlab de la Universidad de Barcelona, la docencia online y escribiendo en Jot Down Magazine y otros medios culturales.

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