“Seguimos creyendo que al otro lado del mar, Europa (y el mundo) está en vilo, esperando al siguiente capÃtulo de nuestra triste historia. El mundo no nos está esperando. Ahora hay otros cuyas voces suenan con más fuerza. Africanos. Rusos. Refugiados. Cuentan cosas terribles con palabras que tienen que traducirse. A su lado somos como papel mojadoâ€.
La escritora norirlandesa Jan Carson sitúa su segunda novela, Los incendiarios (Hoja de Lata, 2020), dieciséis años después del fin del llamado “conflicto norirlandés†(The Troubles en inglés) con la firma del Acuerdo de Viernes Santo en 1998. Carson estructura la novela en tres bloques correspondientes al verano: junio, julio y agosto con el 12 de julio –“El doceâ€- y la marcha de la Orden de Orange como centro alrededor del cual desarrollar a dos personajes principales, el doctor Jonathan Murray y Sammy Agnew, un antiguo paramilitar unionista. El primero vive una existencia más o menos anodina hasta que una noche recibe una extraña llamada de una mujer quien, con su voz, atrae al doctor durante unos dÃas; de su relación, nacerá Sophie, a quien Jonathan deberá cuidar con el miedo de que pueda hacer daño a los demás al considerar que, como su madre, es una sirena. Por su parte, Sammy reconoce a su hijo Mark en el “Incendiarioâ€, un joven que por redes sociales incita a la población de Belfast a llevar a cabo los llamados fuegos altos que preceden a la celebración del “doceâ€, en esta ocasión, sin el contexto polÃtico de otro tiempo. Carson combina la primera persona narrativa -Jonathan- con la tercera -Sammy- y, entremedias de los capÃtulos que, alternativamente, siguen a ambos personajes, breves narraciones de niños norirlandeses que presentan anomalidades: algunos pueden volar, otros son vampiros diurnos, otros se transforman en vehÃculos… niños desgraciados de los que nadie quiere hablar, aunque todo el mundo en Belfast sabe de su existencia.
“Pero Sammy sabre que, si se deja que fermente, la dureza engendra ira y que lo siguiente a la ira es la crueldad, y es eso lo que va cada vez que mira a Mark: cómo esta ciudad está corrompiendo a su hijo igual que en el pasado lo corrompió a élâ€.
En Los incendiarios, Carson nos introduce en una narración que se mueve entre el fuego -las hogueras, los incendios de edificios, coches y casas- y el agua -las lluvias torrenciales, las inundaciones, la presencia de una sirena que, quizá, pueda ser salvadora y no como piensa su padre una maldición-; entre el realismo descriptivo y el realismo fantástico para crear un escenario tan reconocible como metafórico de una ciudad como Belfast, paisaje tanto real como simbólico; entre un retrato social y un acercamiento a dos figuras masculinas que, desde diferentes problemáticas, se enfrentan a unas paternidades convulsas; y, finalmente, entre el pasado de Belfast y un presente en el que a nivel social, de la calle, los conflictos pasados parecen estar, más que superados, hibernando a la espera de estallar de nuevo: la novela de Carson asume un interés añadido si se tiene en cuenta que una de las posibles consecuencias del llamado Brexit puede ser el resurgimiento de la disputa por Irlanda del Norte entre unionistas y republicanos irlandeses. Por otro lado, los altercados que ocupan una parte de la novela están despolitizados, al menos en cuanto a lo que el conflicto norirlandés se trata, dado que el autoproclamado “Incendiario†absorbe el malestar de la juventud norirlandesa para proponer un fuego constante y conducir la ciudad hacia la anarquÃa; a este respecto, resulta magnÃfico el pasaje en el que unos jóvenes hablan sobre el tema tras ver un vÃdeo del “Incendiario†manifestando un desconocimiento absoluto sobre polÃtica hasta niveles, quizá, incluso básicos; pero expresando también un cierto descontento, o puede que, simplemente aburrimiento, que sirve para alentar sus deseos de quemar y agredir.
“Tu madre no entiende que todo esto nunca fue una cuestión polÃtica: que si las banderas y la libertad, que si Dios y que si la patria. Solo eran palabras tras las que me escondÃa. Lo que hice una y otra vez con los puños, con pistolas y a veces con bombas lo hice por la pura e intensa sensación de sentirme vivo. Créeme, hijo, siempre te vas a sentir superior cuando tienes a alguien en el suelo delaten de tiâ€.
Muchos de estos jóvenes entienden que, si sus padres tuvieron su conflicto y su lucha, ellos deben tenerlos también; el problema es que mientras aquellos, por violento y cruento que fuese, parecÃan luchar por algo, ellos no tienen ni idea de los motivos por los cuales lo hacen. Carson elige la perspectiva unionista para la novela en vez de la republicana, sobre todo a través del personaje de Sammy, un hombre que ha vivido del odio y la violencia y que si no está en la cárcel se debe a las amnistÃas firmadas tras 1998. Pasados los años, siente que su hijo Mark ha heredado de él esa violencia, una cierta deshumanización que Sammy piensa que puede trasladarse a los hijos como si de una enfermedad congénita se tratase.
A partir de Sammy, Carson lleva a cabo un interesante trabajo de relación de pasado y presente en Belfast de cara a pensar en un futuro en el que puede de nuevo explotar la violencia debido a unos conflictos, en verdad, no resueltos del todo. Al igual que con Jonathan, la escritora habla en Los incendiarios de la paternidad, pero no solo desde dos puntos de vista masculinos opuestos -uno más tradicional y, en su caso, más agresivo; el otro más cohibido, inseguro, inestable-, también sobre una paternidad social que, al no haber resuelto sus conflictos, sigue anclada en ellos. Sammy no comprende a la juventud que representa su hijo y aquellos quienes siguen a este a través de sus vÃdeos en redes sociales, pero puede identificar un mal mucho más amplio que, en este caso, no surge, como en el suyo, del resentimiento y de una guerra civil, sino de un malestar social que puede usarse e instrumentalizarse de muchas maneras.
“Tienen miedo de no poder volver a casa antes que se haga de noche. Esto no es solo por los incendios. Es algo endémico a este lugar; tiene que ver con los tiempos del conflicto y con el miedo a esas criaturas, las mortales y las fantásticas, que se mueven sin ser vistas por entre las sombrasâ€.
Por otro lado, la introducción de elementos fantásticos a través de esos hijos con anomalidades y poderes sirve a Carson, quizá no de una manera del todo bien integrada en el conjunto pero efectiva en última instancia, a incidir en esa herencia en las nuevas generaciones de una Irlanda del Norte en la que el conflicto sigue estando latente. Tan solo hace falta una chispa para hacer que todo comience a arder de nuevo. Aunque Sophie, la bebé sirena, quizá, pueda con su canto conducir a los norirlandeses hacia la paz y la conciliación.