Jugant amb Molière.
Autor: Juan Antonio Castro
Versión y adaptación: Josep Maria Vidal
Dirección: Esteve Polls
Intérpretes: Jaume Comas, Carla Mercader, DÃdac Castignani, Alexandra Palomo, Jaume Pla, VÃctor Ãlvaro, Anna Briansó, Xavier Tor y Ramón Canals
EscenografÃa y vestuario: Montse Amenós
Iluminación: Kiko Planas (AAI)
Diseño de sonido y música original: Àlex Polls
Caracterización: Maria Carbajo
Producción: Accès Teatre S.L. y Esteve PollsTeatre Romea (Barcelona), del 13 al 24 de octubre de 2010
Estrenada hace cinco años en el Mercat de les Flors, como homenaje al veterano director Esteve Polls, Jugant amb Molière es un divertimento que va más allá del simple collage en el que se recuperan fragmentos de aquà y de allá. La recuperación, en este caso, es la de algunos personajes surgidos de la mente del autor francés para generar una nueva obra, inédita, con el mismo y ajustado traje.
La labor no era fácil. Pero el texto de Juan Antonio Castro consigue el milagro de, una vez bien combinados todos los integrantes de las diferentes farsas, lanzarlos al escenario, cual si fueran dados, en una nueva aventura. AsÃ, cruzando los caracteres de El enfermo imaginario, El avaro, Tartufo y Las mujeres sabias, comprobamos que no hay distancias en el canon del creador, que todos los mundos de Molière son uno solo y que las fichas permiten ser moldeadas siempre que se haga con arte.
Y arte es lo que encontramos en este espectáculo que lleva dando vueltas y vueltas desde su estreno. Con una escenografÃa perfecta en la que los actores se mueven por un escritorio gigante (o tal vez ellos se han hecho diminutos); con un acertado casting en el que resulta difÃcil destacar a uno por encima de los demás, aunque siento debilidad por Jaume Pla, quien interpreta a un estupendo Argán, el enfermo imaginario, y por la pareja de traviesos Dorina y Scapà (Alexandra Palomo y VÃctor Ãlvaro), únicos cuerdos capaces de devolver la razón a los demás, no sin antes divertirse un poco a costa de ellos. Pero no dejo atrás al resto del reparto, cada uno perfecto en su cometido.
Y, para el final, el gran acierto del montaje: la sensación de juego que domina desde el primer momento, a base de convenientes saltos que provocan la rotura de la cuarta pared y haciendo partÃcipe al público, sabiéndose los propios personajes elementos del juego. Lo real que se transforma en fantasÃa, lo ficticio que se traslada hacia una supuesta realidad que la propia ficción asimila como falsa, es parte de esa magia inexplicable del teatro. No sé si me entienden. Quizás lo mejor es que vayan a ver Jugant amb Molière si tienen oportunidad. Seguro que entonces asentirán esbozando la mayor de las sonrisas.
Josep A. Muñoz