L’arquitecte. Daniel Greig
Dirección: Julio Manrique
EscenografÃa: Max Glaenzel
Vestuario: Maria Armengol
Iluminación: Jaume Ventura
Sonido: Dani Aznar
Intérpretes: Marta Angelat, Pere Arquillué, Pol López, Lluïsa Mallol, Jordi MartÃnez, Marc RodrÃguez, Mar Ulldemolins
Producción: Teatre LliureTeatre Lliure (Barcelona), hasta el 13 de febrero de 2011
No estaba en el diseño. Ésa es la frase que se repite constantemente en L’arquitecte, obra de David Greig que Julio Manrique ha llevado al Teatre Lliure, hasta el 13 de febrero.
Manrique no se la juega y para el papel protagonista, el arquitecto Leo Black, ha escogido a Pere Arquillué. Una vez más, una interpretación excelente. Es un buen profesional, un buen padre y un buen marido, al que le gusta tenerlo todo bajo control. Los edificios que idea, la familia que ha levantado, o la relación de pareja que mantiene desde hace años. Pero no todo está en el diseño. Ni siquiera en los cimientos.
L’arquitecte nos habla del fracaso, de lo que no funciona, simplemente, porque no funciona. Sin culpables, sin errores concretos y computables. Su mujer ya no le admira. Su hija no sabe comunicarse con él. Al hijo, le cansa su presencia. Su obra maestra, por la que fue premiado, un barrio construido a base de viviendas sociales en forma de dolmen, no ha impedido que la gente que vive allà sea tremendamente infeliz. Cada vez se tiran más personas por el balcón. La representante de los vecinos, a la que da voz Marta Angelat, le pide que firme a favor del derribo de los pisos.
La metáfora del hundimiento recorre toda la pieza. Dos horas, con pausa incluida, que son una reflexión sobre la fragilidad de nuestros destinos. Manrique acierta con los actores, con algunas escenas, pero no consigue imprimir ritmo a la propuesta, ni ofrecernos momentos de clÃmax. Simplemente, todo pasa. Un relato que puede llegar a aburrirnos por esa carencia de altibajos.
“Que todo se pueda controlarâ€, insiste el arquitecto. Pauline Black, interpretada por Lluïsa Mallol, se ha convertido en una neurótica que teme ser infectada por cualquier agente externo. Un virus, una bacteria, cualquier cosa que corra por el aire. Le molesta el mundo exterior. Le tiene miedo. Le pide a su marido que transforme el césped del jardÃn en cemento de un patio frÃo y estéril. “Más fácil de limpiarâ€, repite. También hay ahà el pánico a que, cualquier cosa en cualquier momento, pueda alterar lo que nosotros hemos planeado.
(…)
Albert Lladó
www.albertllado.com
Fotos: © Ros Ribas / Teatre Lliure
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