Michel de Montaigne se hizo acondicionar una habitación en la segunda planta de la torre situada justo encima de la puerta de entrada de su maison forte, en 1571, para que contuviera su biblioteca y le sirviera, asimismo, de pabellón de trabajo.
Desde esa habitación, a la que se retiró a la edad de 38 años, con aberturas a los cuatro puntos cardinales y visión directa de su casa, del patio de armas, de los jardines, y de las viñas, bosques y colinas de sus dominios, Montaigne escribió la mayor parte de su obra, la obra de su vida, los Essais.
Montaigne convirtió esa única planta en dos habitaciones: la biblioteca propiamente dicha y un pequeño gabinete adyacente, al que se retiraba para escribir en invierno, debido a los rigores del clima y a la poca confortabilidad de la habitación grande. La biblioteca resulta pues de planta quasi-circular, y se presume que contenÃa, entre el espacio que dejan libre dos aberturas orientadas a sudeste y sudoeste, la estanterÃa semicircular que, siguiendo el muro de la torre, contenÃa su colección de más de mil quinientos libros colocados en cinco estantes; delante de esa estanterÃa, se situaba su escritorio y su silla, desde el que trabajaba a la vista de aquella y, detrás, la chimenea que hizo tapiar para evitar las corrientes de aire y que la suciedad malograra los libros.
El techo de ese habitáculo está compuesto por dos vigas maestras y cuarenta y ocho traviesas, pintadas de blanco, en las que están escritas, en negro, sentencias griegas y latinas, frases breves o versos de autores antiguos –con una sola excepción: Michel de l’Hospital-, recogidas directamente de las obras originales, de antologÃas o de otras obras dedicadas a las citas. Según una inscripción actualmente desaparecida pero reseñada parcialmente a finales del siglo XVIII, la habitación estaba consagrada a la amistad y a su amigo Étienne de La Boétie, cuyos libros legó éste a Montaigne a su muerte. La mayorÃa de sentencias, sin embargo, están dedicadas al escepticismo, al ejercicio de la duda; una duda activa y corrosiva que reniega de toda certeza racional, de toda ciencia libresca, de toda pretensión de conocimiento, de grandeza o de sabidurÃa, todo ello bajo la mirada de un Dios inaccesible a las capacidades humanas que bien podrÃa haber preferido antes a los locos que a los sabios y a los ignorantes y a los humildes que a los inteligentes y los presuntuosos.
Si fue realmente aquÃ, como el mismo Montaigne dejó a entender, donde fueron escritos los Essais, se puede presumir la importancia de haberlo hecho a la vista siempre presente de esas citas. Algunas de ellas se hallan, literales, en su libro, a veces al principio o al final de un capÃtulo; otras son traducidas o parafraseadas, o asimiladas en el texto. Un gran número figuran en la célebre «Apologie» (II, 12), en la cual las voces escépticas y las palabras divinas configuran, dispuestas a menudo como en la biblioteca, una particular polifonÃa. Asà se deduce, al menos, de la configuración final de las sentencias, en la que figuran multitud de referencias al Eclesiastés (en versión latina parafraseada, seguramente, a partir del original hebreo), ya que un examen más minucioso parece descubrir que existió una primera tanda de inscripciones en griego (textos extraidos, entre otros, de la antologÃa de Stobée, capÃtulos «Du bonheur» y «De l’orgueil»). Se ignora si ello respondÃa a la propuesta de Erasmo a sus discÃpulos de hacer “hablar†a sus casas: muros, vigas, puertas, marcos…, hasta configurar lo que se denominó “un gabinete humanistaâ€. Por lo que se refiere a dos importantes inscripciones desaparecidas, los visitantes de finales del siglo XVIII, años en los que fue descubierto, en un arcón del castillo, el “Journal de voyageâ€, reseñan que en uno de los plafones de la biblioteca estaba grabado, en francés, «Que sais-je?», que llegó a convertirse en el lema de la posición intelectual del autor, y la inscripción en griego que Montaigne tradujo por «Je soutiens, je ne bouge», es decir, suspendo mi juicio y espero a saber más. Las sentencias conservadas en la actualidad se presentan in situ como un texto arquitectónicamente justificado (de ahà la importancia de ver su distribución espacial), con una disposición de caracteres que depende del soporte (viga maestra o viguetas transversales), el tramo (tres en total, el tercero en sentido inverso a los anteriores), la localización (proximidad a un muro o a la puerta).
Distribución espacial de las sentencias

La traducción de las sentencias es de Joan Flores. Para facilitar la lectura de las mismas incluiremos la traducción de las restantes en próximas publicaciones (Revista de Letras).
muy interesante su biografia pero como que le falta un poco mas de detalles hizo demasiados ensayos y eso es bueno
[…] va deixar escrit que considerava la seva biblioteca com el seu regne? A “Revista de Letras†(primera, segona, tercera i quarta part) hi he trobat un article que ens explica com era aquesta biblioteca: […]
[…] como punto de partida la biblioteca de Montaigne, y el acceso a citas y referencias para su incorporación a otros textos: “en modo alguno […]
[…] Uno, dos, tres y cuatro. […]
Muy buena su biografÃa e interesante la biblioteca circular. Un amigo mio, Laureano Nava lo admira profun
damente-
[…] (aunque la genealogÃa de la biblioteca pueda trazarse muchos siglos atrás) la biblioteca, como la biblioteca personal de Montaigne, era un lugar de recogimiento, de retiro y reflexión, de diálogo silencioso con los autores […]
comienzo la lectura de Montaigne, y ya solo los estudios introductorios, me tienen fascinada con el personaje. Parafraseando a Borges “la humildad una forma de lucidez†nunca mejor dicho, para este escritor, que nunca pretendió escribir, sino para él y sus allegados. Gracias por este artÃculo, me servirá de guÃa para irme acercando a la lectura de los Ensayos.