«Los mundos sutiles», de Eduardo Chapero-Jackson: crónica previa a una entrevista

“Nunca perseguí la gloria”, cantaba el poeta, el mismo poeta que tampoco persiguió “dejar en la memoria de los hombres mi canción”. Versos, literatura, mero juego retórico podrían decir algunos, y no se equivocarían en su sentencia y, sin embargo, frente a estos versos parece complicado, imposible, olvidarse del rostro de quien los escribió, de aquel profesor de instituto llamado Antonio Machado, de aquel hombre que nunca dejó de mirar más allá de las fronteras, que viajó a París y asistió a las clases de Bergson, sin olvidar nunca esa España que tanto amor y, a la vez, tanta tristeza le despertaba. Nunca quiso huir, una historia, que demasiadas veces quiere olvidarse, lo obligó a marchar a pie hasta la frontera con Francia, de allí a Colliure, ciudad donde terminó de vivir su vida, sin dejar de mirar hacia atrás, hacia “estos días azules y este sol de la infancia”.

En su huída, Antonio Machado nos legó sus versos, un legado coronado por la gloria académica, pero también por la memoria de todos aquellos que siguen todavía cantando sus versos. Decía María Zambrano que “un libro, mientras no se lee, es solamente un ser en potencia, tan en potencia como una bomba que no ha estallado”; Eduardo Chapero-Jackson con Los mundos sutiles hace estallar los versos del poeta sevillano, vuelve a darles un sentido a través de unas imágenes que, lejos de toda banal referencialidad, buscan transmitir la experiencia de la lectura, la experiencia poética del lector actual frente a los versos de Machado. Ya no hay patios sevillanos, ni olmos secos en campos castellanos, ahora una joven bailarina está sentada en un gris descampado de cemento, los olmos han dejado paso a los grandes bloques de cemento decorados con imperceptibles ventanas desde las cuales se observa la ciudad, Parla, escenario del film. En esta nueva realidad, la soledad, la tristeza, el sentimiento de pérdida y de desamparo reaparecen, los versos de Machado reviven, en verdad, nunca llegaron a morir, pero ahora Chapero-Jackson nos demuestra su vigencia, su actualidad, que se manifiesta en la mirada de la joven bailarina, quien lee por primera vez esos versos, se apropia de ellos a través de su lenguaje, de la danza. Los mundos sutiles no es un documental biográfico, no se trata tampoco de una mera repetición de versos, se presenta como un bello ejercicio de lectura individual y, a la vez, de escritura, porque el director parece saber, como lo sabía Zambrano, que escribir “es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero de un aislamiento comunicable”.

Eduardo Chapero-Jackson (foto: rastrojo-wikipedia)

Conversar con Eduardo Chapero-Jackson es encontrarse con este universo poético, un universo hecho de imágenes cinematográficas, de versos poéticos y de narrativa; hablando con él es encuentra una persona de extraordinaria sensibilidad, una persona preocupada, como el propio Machado, por comunicar, por enseñar el arte, por hacerlo llegar a esos jóvenes de los que Machado fue profesor y a los que Chapero-Jackson se dirigió con Verbo y a los que ahora se vuelve a dirigir.

Si bien la norma estilística obliga a quien escribe a esconderse tras pronombres impersonales, en esta ocasión la voluntad es la de no mirar hacia esas normas, la mayoría de las veces no escritas, para hacer una crónica de la entrevista al director de Los mundos sutiles con pinceladas de ficción.

Aunque Picasso dijera que las ideas surgen trabajando, hay algunas, como la de entrevistar a Chapero-Jackson, que surgen frente a un televisor. La retrasmisión de la gala de premiación del Festival de Seminci, donde Los mundos sutiles obtuvo mención especial, bastó para que dos días después los billetes para Madrid ya estuvieran en mi bolsillo. Había que ir a Madrid; el jueves por la noche, en el Matadero, se podría visionar el documental realizado en concomitancia con los 100 años de la publicación de Campos de Castilla; tras la proyección, un diálogo entre el director, la productora y la actriz con los asistentes, algunas preguntas, pocas, la timidez siempre termina por ganar la batalla a la curiosidad. El día siguiente era el de la entrevista, el lugar, escogido por el director, fue el bar librería La Buena Vida. Llegar al local, recorrer los estantes llenos de bibliografía selecta, despierta enseguida un sentimiento de envidia, una envidia sana: yo también  quiero para mi ciudad un lugar así, una tienda que, como su nombre indica, despierta y combina los sentidos propios de toda buena vida: libros, olor a café y algunas pastas para acompañar. Recorriendo el bar, a la espera de que llegase el entrevistado, una mesa redonda, esas a las que antes se les habría llamado velador: allí está sentado David Trueba. Lo miro, lo reconozco, recuerdo la firma que me estampó en el libro que escribió con Javier Cercas. No le molesto, está hablando con alguien. Llega Eduardo Chapero-Jackson, nos sentamos en una mesa frente a la ventana, comienzo con las preguntas. Al poco rato, un joven se acerca, se saluda efusivamente con Eduardo, quien no tarda en presentármelo: es Jonás Trueba. Frente a mí, el cartel de su película, Todas las canciones hablan de mí; se aleja, se dirige a saludar a David Trueba, desconozco la relación familiar que los une. Sigue la entrevista, una llamada de teléfono la interrumpe, la pareja de Eduardo va a venir, yo quiero irme, ya tengo grabada una hora de conversación, pero me invita a quedarme. Me quedo y al poco rato llega ella, periodista, la conozco, mejor dicho, la reconozco de la televisión, su programa diario forma parte de mi rutina. Se acerca y me saluda; resulta extraño ver en persona a alguien que siempre ves en pantalla, la tercera dimensión es de un valor extraordinario. Nos deja seguir con la entrevista, una última pregunta y ya hemos terminado. Se acercan nuevamente David y Jonás Trueba, la periodista también está con ellos, se crea un corrillo entorno a nuestra mesa. Me siento como si hubiera entrado en una ficción a la que no pertenezco, me siento como la protagonista de La rosa púrpura del Cairo. Los tres se disculpan por la interrupción, no hace falta, al contrario, los observo con nerviosa admiración; soy una novata, esta es la única y poco memorable frase que digo. No importa, lo importante es acordarse de la primera entrevista, me dice David Trueba; son demasiado pocas las entrevistas que llevo a mis espaldas para olvidarme de la primera. Están pasando demasiadas cosas, La Buena Vida parece convertirse poco a poco en un posible escenario para Cuatro amigos, la novela de David Trueba; todo esto que sucede es para que luego lo expliques, me dice la periodista,  su frase no me es indiferente, pues de esa frase surge esta crónica.

Cuanto haya de verdad y de ficción en este texto no importa, si los nombres corresponden a las personas que estuvieron allí no importa, cuál es el nombre de la periodista cuya frase llevó a este texto tampoco importa, porque lo auténticamente relevante es que en ese espacio, en esa pequeña librería de Madrid, el cine se mezcló con la narrativa, la novelística con el periodismo y la televisión, creando entorno a esa mesa un espacio de diálogo interdisciplinario, un diálogo al que acude Eduardo Chapero-Jackson en sus mundos sutiles: la poesía se mezcla con la danza, la música se une a las imágenes cinematográficas. Todo tipo de purismo resulta absurdo, no debe temerse la mezcla, Chapero-Jackson nos demuestra que la mezcla, el diálogo entre las artes no sólo es factible, sino que puede ser estética y formalmente brillante. Los mundos sutiles propone un diálogo artístico que hace posible hacer llegar los versos de Machado a quienes, como esa joven bailarina, todavía no los han escuchado. El diálogo artístico de Los mundos posibles, así como el diálogo que involuntariamente se creo en torno a esa mesa de café, hacen posible el sueño de Machado, difundir y divulgar la cultura, pues precisamente en medio de estos diálogos es  posible ver el entusiasmo curioso a través de la mirada de los novatos.

Anna Maria Iglesia

Eduardo Chapero-Jackson: “En el cine lo poético es peligroso”

Anna Maria Iglesia

Anna Maria Iglesia (1986) es licenciada en filología italiana y en Teoría de la literatura

y literatura comparada; Máster en Teoría de la literatura y literatura comparada por la

UB. Es colaboradora habitaual de Panfleto Calidoscopio, ha publicado breves ensayos

en la Revista Forma de la UPF y reseñas en 452f. También ha publicado artículos en El

núvol o Barcelona Review.

3 Comentarios

  1. Acabo de ver «Verbo» y me ha dejado impresionada. Si esta película se hubiera hecho en Estados Unidos, estaría considerada «de culto».
    Estoy deseando ver «Los mundos sutiles».

    Gracias por tu artículo y por contarnos tu experiencia.

    Un saludo.

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