Protagonista más que testigo desde las cercanÃas del poder de la época más convulsa de la historia de Francia, Madame de Staël, hija de un ministro de Luis XVI y esposa del embajador de Suecia, tuvo que exiliarse de su paÃs debido a su desencuentro con Bonaparte.
«Todo lo que [Bonaparte] buscaba, y no ha cesado de buscar en los hombres, es el talento unido a la flaqueza de carácter.»
Imposible de disociar su vida y su experiencia personal de los hechos de la historia de su paÃs, sus Memorias de destierro (Dix années d’exil, Tomo XV de las Obras Completas, editado por su hijo, Auguste de Staël en 1821) son un complemento personal a la historia oficial -igual que lo son, en otra dimensión, las Memorias de Ultratumba (Mémoires d’oute-tombe, 1848) de François-René de Chateaubriand, también editadas póstumamente; el mismo vizconde relata en su obra la visita que hizo a una Staël en su lecho de muerte (CapÃtulo XXIX)- una visión testimonial particular de alguien a quien le tocó vivir la revolución más importante y decisiva del mundo occidental y tuvo el talento de ser consciente de ello y de reportarlo en un texto al que la deriva personal dota de una imbatible autenticidad.
Partidaria de la Revolución y confesa admiradora de la Ilustración, Staël debe tomar el camino del exilio cuando cae la monarquÃa; después, rendida admiradora de Napoleón, tiene que marcharse de ParÃs con el Imperio por la desconfianza de éste.
«IntuÃa en su [de Bonaparte] alma una espada frÃa y cortante que, hiriendo, helaba […]. El Emperador Napoleón es tanto un sistema como un individuo.»
Considerando este hecho como un componente esencial de su vida, Staël obvia, a pesar de computarlo temporalmente en el tÃtulo del libro, el exilio que sufrió en tiempos de Talleyrand y centra su atención en el que se produjo por orden del Empereur, personaje hacia el cual pasó de la admiración a la antipatÃa en un proceso parecido, aunque por razones diferentes, al que sufrió el citado Chateaubriand.
Staël posee una mentalidad harto reaccionaria:
«Todo lo que distingue a un hombre de otro resulta particularmente agradable al carácter francés. No hay ninguna nación a la que la igualdad convenga menos; si la han proclamado, ha sido para arrebatarles el puesto a los antiguos mandatarios.»
Perfectamente deducible de su extracción social pero, avispada, no duda en sumarse, en la medidas en que su estatus se lo permite, a las huestes revolucionarias desde una posición realista. Su mayor reparo a Bonaparte, aparte de las diferencias personales, viene fundado por el hecho, entre otras consideraciones, de que no se reconozca el mérito consistente en abrazar la Revolución que ha adquirido la hija de un ministro de Luis XVI.
La primera parte del texto, que abarca los años entre 1797 y 1804, es de contenido principalmente polÃtico y muestra a una Staël con fuertes convicciones y muy preparada para el debate, independientemente de su posición; sus relaciones le mantienen muy bien informada y con una postura firmemente asentada.
La publicación y posterior secuestro de su libro Sobre Alemania (De l’Allemagne, 1810) provoca la enemistad definitiva de la autora con las autoridades francesas y el exilio del paÃs; se instala en las tierras de su padre pero el poder del Emperador alcanza también a Suiza y, a pesar de no poder actuar directamente contra ella, lo hace contra todos los ciudadanos franceses de su cÃrculo de amistades. Finalmente, asediada por los agentes de Bonaparte, que no la dejaban regresar a Francia pero tampoco salir de Suiza, se escapa de sus vigilantes e inicia un periplo por media Europa con la intención de establecerse en Inglaterra.
«De este modo, al cabo de diez años de crecientes persecuciones, expulsada primero de ParÃs, relegada después a Suiza, confinada más tarde en mi castillo, y condenada, por último, al horrible dolor de no ver más a mis amigos y de haber sido causa de su destierro, me vi obligada a salir huyendo de mis dos patrias, Suiza y Francia, por orden de un hombre menos francés que yo.»
El memorial crÃtico contra el Emperador de la Primera Parte va cediendo en importancia en la Segunda, que abarca los años comprendidos entre 1810 y 1812, y aunque le sirve a Staël como contraste con los lugares de paso camino de su exilio, las Memorias se van convirtiendo en un diario de viaje en el que la escritora va registrando los lugares de su periplo (el Tirol, Austria, Polonia, Rusia, Finlandia y, finalmente, Suecia) y las personalidades con las que se reúne, siempre desde la superioridad moral de quien se cree la encarnación de la civilización -ah, la grandeur!- en el trato con pueblos que, desde ese prejuicioso punto de vista, rozan la barbarie. En el viaje por mar desde Finlandia a Estocolmo se interrumpen las Memorias. Staël prosiguió su éxodo, se mantuvo un tiempo en Suecia hasta que, finalmente, se trasladó a Londres; hasta 1814 no regresó a Francia.
La edición se completa con el Retrato de Madame de Staël que publicó el escritor y crÃtico de arte Charles-Augustin Sainte-Beuve, y que incluyó en su obra Retratos de mujeres (Portraits de femmes, 1844 y 1870).