
Meras etiquetas, las cosas son apenas significantes, “objetos indebidos/ en el kiosco del cieloâ€. Hay cuerpos, pero no se nombran, “silencio/ de animales/ blancos/ tras una luz/ pensanteâ€. Preocupaciones gravitan en torno a la búsqueda de “un tesoro/ ni verdadero ni falso, / con su follaje de labiosâ€. Lo repetitivo es apenas una cualidad de la voz que persigue su tema. El sentimiento, la antÃtesis impenetrable de lo carnal, la dura negación de lo humano, “aureola de cintas (…) de retroceso en retrocesoâ€. La belleza se reconoce como parte del proceso continuo de lo natural, parte de una erótica, orgánica calidad “con vocación de incertezaâ€.
En los poemas de Exilium (Vaso Roto, 2016) la escritora, poeta, ensayista y traductora MarÃa Negroni (Rosario, Argentina, 1951) se dedica a extraer juegos de palabras de su experiencia vital: “tinieblas lúcidas/ (…) militancia/ a favor de las cicatricesâ€. Sus composiciones son menos apotegmas que bocetos surrealistas, enunciados con el ritmo entrecortado de un anuncio televisivo; el colapso de las literaturas, a veces, cabe en dos versos:
“Noche fundamental
que se escribe solaâ€.
Una forma cada vez más expansiva permea un conjunto a golpes de imaginerÃa: lÃneas compactas desembocan en tensas estrofas que privilegian lo efervescente, lo sincopado, el eco interno a la rima:
“Muchos pájaros
para tan poca
emoción desabrigadaâ€.
Un romanticismo melancólico se hace eco de Rilke y Mallarmé, asà como de las posteriores generaciones de expresionistas: Paul Celan, los poemas simbolistas de Mandelstam, poetas como Emily Dickinson o Edgar Allan Poe.

DirÃase que la novelista de La anunciación (2007) conoce los trucos del oficio, pero los evita, con la inocencia de la que acaba de descubrir el mundo, “la daga poderosa/ de la claridadâ€. Su lÃrica, medida y controlada, nace casi totalmente desprovista de especificidad. Sucede en paisajes jamás arquetÃpicos: “Por las sendas del sol/ poco se veâ€. Genera ámbitos de significación mÃtica, poblados sólo en su forma genérica de “lección/ de tinieblas, / de una estela sonora que hace antiguo lo antiguoâ€.
En Exilium, la Premio Nacional del Libro Argentino se exilia a su libro para denunciar el detritus de nuestras aspiraciones y la ruina de lo sentimental, “esa impureza que sueña/ sin referentesâ€; habla para condenar al lenguaje y su representación; redefine la identidad, la ausencia y la percepción. Habitan su lirismo panoramas apocalÃpticos, vulnerables a los ladrones: “¿Cuánto es nada?â€. Plegarias seculares se solazan en la intensidad de la abundancia, se lamentan por los muertos, se burlan de los vivos: “En el cielo/ se desnuda una/ sombraâ€. DifÃcil no encontrar estas suposiciones de libertad embriagadoras. La buena poesÃa nos demuestra un valor impar, contemporáneo, postfeminista:  pese a todo, la deletérea disposición de avanzar.