Miguel A. Delgado: «Tesla no pensaba en inventar aparatos, sino en cambiar el mundo»

Hoy se conmemora el 70 aniversario del fallecimiento de Nikola Tesla, uno de los científicos más reivindicados de la Historia. Pionero en grandes avances eléctricos a finales del siglo XIX, Tesla fue ninguneado por sus propios compañeros de profesión, declarado «enemigo» por Thomas Edison, quien llegó a apropiarse de algunas de sus ideas, y acabó sus días en el olvido. Desde hace algunos años su trascendencia está siendo revalorizada gracias a la incorporación de su nombre y biografía en multitud de artículos, ensayos, páginas web, películas, cómics y hasta videojuegos. Uno de los mayores impulsores de esta difusión en España es Miguel A. Delgado, responsable de las ediciones de Yo y la energía y Firmado: Nikola Tesla (Escritos y cartas, 1890-1943), ambos volúmenes publicados por el sello Turner.

Miguel A. Delgado (foto del autor)

Segundo libro sobre Nikola Tesla. ¿Te sientes parte responsable del fenómeno que se ha desatado en los últimos tiempos?

Creo que Yo y la energía contribuyó, sin olvidar la propia fama de Tesla, a la popularidad del personaje en España. Pero era algo que estaba en el ambiente, tampoco nos inventamos nada, ya existía un interés. Es verdad que resultó sorprendente la recepción del libro, tanto en los medios como en librerías. Hay gente que se dedica desde hace tiempo a divulgar la figura y proezas del inventor, pero que por primera vez se tradujeran al español textos del propio Tesla ha sido un salto cualitativo. Turner, con los tres libros que lleva publicados sobre él, y yo como responsable de dos de ellos hemos aportado nuestro granito de arena.

Quienes no teníamos referencias sobre Tesla le veíamos casi como un personaje de ficción, de hecho su figura ha creado todo un imaginario a través del cine, el cómic, pero no ubicábamos su trascendencia en el mundo científico.

No es extraño que lo pudiéramos considerar un personaje de ficción, porque sería factible. Su vida parece escrita por un guionista de Hollywood. Lo que lo hace tan atractivo es que, incluso los que no venimos del mundo de la ciencia, descubrimos a un personaje con un potencial narrativo  impresionante. Tesla configuró muchos estereotipos que han quedado fijados en el colectivo. Desde luego el más marcado es el del científico loco con acento extranjero que hace cosas raras. Pero también está el de maldito, el de olvidado, el de perdedor… Conocíamos a Tesla sin saber que lo conocíamos. Tiene, como pocos, ese punto que le enlaza con otros campos: la literatura, el cine, etcétera. Cuando se descubre al personaje real te enganchas a su historia y, curiosamente, lo empiezas a ver en todas partes porque aparece en un montón de sitios. Puede sonar a obsesivo, pero es así.

Con Yo y la energía, donde ofreces una visión panorámica de su vida y su influencia en la ciencia y en la cultura, nos damos cuenta de la gran herencia que dejó Tesla. Muchas de las cosas que forman ya parte de nuestra vida surjen de sus trabajos. Incluso internet podría interpretarse como una idea adaptada de sus proyectos de comunicación en red.

Quizás sería exagerado, pero cuando uno lee sus textos de 1900 ve que tenía muchas intuiciones de por dónde iba a ir la tecnología. Fue un auténtico visionario. El mundo aún estaba electrificándose con cables de la forma tradicional y él ya estaba viendo más allá y valorando el potencial de lo inalámbrico. Hay una entrevista de los años 20 incluida en Firmado: Nikola Tesla en la que hace una exposición de cosas que él ve que van a ocurrir y que, con el tiempo, se hicieron realidad. Comenta que recibiremos las noticias de manera instantánea mediante un aparato que podremos llevar en el bolsillo de un chaleco, o que veremos a distancia y en directo la toma de posesión de un presidente. Tuvo muchas intuiciones. Mientras Marconi simplemente inventa la radio quedándose como un sistema de transmitir información de manera sencilla, Tesla va más allá con una idea global de transmisión. Quizás lo que le perdió fue ese punto de no poder concretar los inventos para comercializarlos. No trabajaba en esa línea, pero eso es lo que le hace un científico tan actual. También lo hace todo lo que respecta a su preocupación sobre el medio ambiente. En 1900 ya alertó sobre el agotamiento de los recursos fósiles, cuando nadie se preocupaba en buscar energías alternativas como la eólica, la solar, la geotérmica, opciones que propuso y que en aquella época sonaban muy marcianas.

¿Crees que lo que falló fue precisamente eso, vivir en una época que no le correspondía?

En parte lo creía así, pero en la presentación de Yo y la energía José Manuel Sánchez Ron me corrigió, porque, dijo, Tesla es un hijo de su tiempo. Y es así, totalmente. Era la época de los grandes avances científicos y tecnológicos. Tesla dijo aquello tan famoso de «el presente es de ustedes, pero el futuro es mío», y algo de eso hay. Muchas de sus ideas no han sido comprendidas hasta bastantes décadas después. Fíjate que a Tesla se le empieza a reivindicar en Estados Unidos en la época de la contracultura, en los años 60. Eso no es casual.

Su madre era inventora, o sea que el oficio ya le venía de familia.

Sí, pero era inventora como tantas madres. Él mismo escribió que su madre, analfabeta, era una fuerza de la naturaleza que conseguía llevar la casa a diario. Estaba inventando aparatitos todo el tiempo, cosas que le hiciesen más llevadero el trabajo doméstico. La gran inspiración de Tesla fue su madre. Heredó ese gen para enfrentarse a problemas y encontrar soluciones. No deja de ser curioso que recibiera más inspiración de su madre que de su padre, que era sacerdote ortodoxo y con una gran formación humanística. Ese gen también estaba presente en otros miembros de su familia. Existió un sobrino que viajo a Estados Unidos con una idea para el sistema de dirección de los coches, y que acabó vendiendo a la industria automovilística de Detroit.

Tesla no supo gestionar su talento.

Para nada.

Nikola Tesla (foto: D. P.)

Vendió sus patentes a precio de risa, inventaba pero no comercializaba…

Tenía ideas pero no se preocupaba por convertirlas en algo que se pudiera comercializar. Edison era el gran anticipador de lo que sería el siglo XX y, si me apuras, el XXI. Hay una línea que une a Edison con Steve Jobs, sin ir más lejos. No estoy de acuerdo con quienes comparan a Tesla con Jobs. El cofundador de Apple tenía intuiciones, veía hacia dónde iban a ir las cosas y creaba objetos comercializables. Y eso era lo que hacía Edison. Descubre un sistema para grabar la voz humana y reproducirla. ¿En qué se traduce esto? En que se necesitará un aparato que se pueda vender. Si no es así, el descubrimiento no sirve para nada, no interesa. Lo mismo si hablamos de la bombilla. Tesla tuvo grandes visiones, incluso de aparatos ya construidos, pero no los traducía en cosas  fáciles de comercializar. Hubo ocasiones en las que inversores y amigos le apremiaban para desarrollar unos osciladores que podían tener muchas aplicaciones; o incluso la lámpara fluorescente, con la que comenzó a trabajar pero sin acabar de llevar a cabo un sistema comercial, al final fueron otros los que lo lograron. Si se hubiese cubierto las espaldas con inventos fáciles de fabricar y vender, habría conseguido una fortuna que le permitiera acometer otros proyectos más ambiciosos. Hasta el propio motor eléctrico y la generación y distribución de la corriente alterna a largas distancias acabó consiguiéndose porque Westinghouse se involucró poniendo en marcha el sistema. Tesla no pensaba en inventar aparatos, sino en cambiar el mundo. Tenía una visión global. Le fallaba el punto de vista empresarial. Y en un momento donde imperaba el capitalismo que conocemos de primera mano, estaba claro que era complicado salir adelante sin proyectos que no ofrecieran beneficios.

Cuando pensaba en aparatos tampoco tenía en cuenta las dificultades de producción para poder fabricarlos, eran auténticos armatostes.

Y necesitaban de muchísima inversión. Una de las razones por las que Tesla acabó regalando las patentes fue porque la Westinghouse no podía permitirse invertir en la fabricación de esas nuevas tecnologías, teniendo, además, la oposición frontal de Edison. Ahora nos cuesta entenderlo, pero hablamos de cambios revolucionarios como la llegada de la electricidad a las casas. Nos parece que ha estado ahí siempre. Electrificar un país es una inversión descomunal antes siquiera de empezar a recibir beneficios. El proyecto del Niágara fue una genialidad, pero necesitó reunir a todas las grandes fortunas de Estados Unidos para sacarlo adelante.

En Yo y la energía te hiciste cargo de la introducción, que acabó siendo la mitad del volumen, y de la selección de textos escritos por Tesla. Me llamaron la atención los dos primeros, más biográficos, los otros, artículos publicados en revistas especializadas, son muy técnicos y para muchos neófitos en materia de ciencia y tecnología pueden ser algo tediosos. Con sus artículos biográficos se reafirma lo que explicas en tu introducción, sirven para complementar la información previa.

Esa era la idea. En ese momento no sabíamos que habría otro libro. Buscaba que fuera un compendio de todo el personaje, con el que se entendiera la reivindicación de Tesla en nuestros días y su vigencia. «Mis inventos» que es uno de los textos que más habían circulado por internet con traducciones voluntariosas realizadas por seguidores, da la medida del personaje. Se lo encargó Hugo Gernsback, el creador del término «ciencia-ficción» y gran admirador suyo, en un momento en que Tesla ya había salido del primer plano, para que los jóvenes conocieran su trayectoria y sus invenciones. Quedó incompleto porque se acabó cansando, no estaba satisfecho con lo que le pagaban…, era un personaje bastante complicado de tratar. Es cierto que, como dices, el segundo texto resulta más árido, pero expone la visión científica y tecnológica que tenía Tesla y en ese sentido era necesario para ofrecer el puzle completo.  Sin embargo, quedaban muchísimos matices por tocar. Eso es lo que hemos hecho en Firmado: Nikola Tesla. Aquí ponemos más énfasis en el Tesla personaje, en sus contradicciones, en su capacidad de opinar sobre absolutamente todo lo que se le ocurre, a veces con sus disparates, a veces con sus genialidades, e incluso con sus luces y sus sombras, porque a Tesla le ocurrieron dos cosas malísimas: el ninguneo que hizo olvidar su nombre y la canonización por parte de sus seguidores que le han llevado al otro extremo. Tesla, como recordaba Sánchez Ron, era un hijo de su tiempo, con todo lo que eso conlleva, y también tenía una salud mental problematica, algo que se percibe en sus textos. Pero ese problema le enriquece. La transcripción del discurso que ofreció en la entrega de la medalla Edison me parece una pieza literaria maravillosa, pero si pensamos en que la medalla se otorgaba a personalidades que hubieran hecho una gran aportación a la ingeniería eléctrica, el discurso es un auténtico disparate maravilloso, surrealista y de gran locura. Ahí radica la fascinación, que no deja de ser la misma que muchos sentimos hacia los científicos excéntricos. Esto era lo que queríamos captar con el segundo libro.

Hacer una biografía de Tesla sin recurrir a sus propios escritos, reproduciéndolos, es inevitable.

Sí, pero es un campo de minas. Lo ves cuando va contando un mismo hecho de manera diferente con el transcurso de los años. No miente, es su propia memoria la que tergiversa las cosas. Era muy consciente de su personaje. Y lo cultivaba. El problema es saber ver a través de eso. Para ello es importante conocer los testimonios de la gente que lo conoció. Y de esos hay muchos. En su momento de gran apogeo, durante la década de 1880, tuvo tanta presencia en la prensa como Edison. Su popularidad se empezó a apagar con la entrada del siglo XX, pero antes los periodistas buscaban su opinión y luego la contrastaban con la de Edison, para mostrar la rivalidad entre los dos científicos. Lo curioso es que hay mucho material que sigue apareciendo. Por ejemplo, la correspondencia con J. P. Morgan no se conoció hasta que no se abrió al público hace treinta o cuarenta años. Tuvimos que esperar a que se clasificara todo el material de Tesla que se envió al Museo de Belgrado para acceder a él… Y todavía hoy sigue apareciendo documentación en colecciones de correspondencia, en donaciones…

¿Cómo has hecho la selección de escritos y cartas?

Hay mucho material, como te contaba. Con los escritos, dejamos de lado todos los de tipo técnico, porque eso ya lo habíamos publicado en Yo y la energia. Son difíciles, arduos, y Turner no es una editorial especializada en libros técnicos, no publican manuales científicos. Ese fue un criterio para comenzar a trabajar. Luego tratamos que quedaran representados los distintos aspectos de la vida de Tesla, de su pensamiento, de sus obsesiones, incluyendo textos autobiográficos, de asuntos que le preocupaban, como la comunicación con Marte, sobre lo que escribía periodicamente… Siempre procuramos escoger el mejor texto, cubriendo todos estos temas. Incluimos algunos sobre política internacional, como el artículo sobre la intervención soviética en la guerra civil española; u otro sobre cómo podrían defenderse los etíopes de la invasión italiana. Hay uno en el que traduce un poema francés del siglo XIII en el que aparece la descripción de un objeto que, según él, podría ser una brújula, otro sobre su opinión respecto a la Ley Seca. También un texto maravilloso dirigido a una niña en el que recuerda a su gato de la infancia. Es un caleidoscopio en el que quedan reflejados sus distintos matices. En cuanto a las cartas, dejando de lado las de negocios, que podrían tener interés para una tesis pero no para un libro divulgativo, hemos escogido correspondencia en la que se pudiera ver su relación con los inversores, con sus compañeros de trabajo, amigos, familiares. Constatamos, mediante todo este material, que no se le puede reducir a un solo cliché: ni al de loco, ni al de genio, ni al de perdedor, ni al de triunfador. Es muchas cosas a la vez.

Estos dos últimos años internet se ha convertido en una olla a presión sobre Tesla, llegando a impulsar iniciativas muy valiosas.

Tesla ha conseguido algo de atención en España. El año pasado la Real Academia de Ciencias Exactas presentó una exposición con algún material y se vieron desbordados por la afluencia de público. En Estados Unidos sí que se ha desatado una locura exagerada. Se han juntado muchas cosas. Hay una gran desconfianza con la historia oficial y, en general, con la manera en que funciona el mundo. El descubrir que hay una historia «no oficial», que al auténtico revolucionario de la tecnología no lo conoce nadie porque ha sido silenciado su nombre en función de una serie de intereses en los que la energía libre y gratuita, o muy barata, no son concebibles, conecta con esa desconfianza que existe por los poderes y las cosas establecidas. Es uno de los motivos por los que Tesla se ha convertido en un icono para mucha gente, a veces fuera del sentido común, haciéndole víctima de conspiraciones delirantes. Hay quien escribe libros y logra infinidad de seguidores que creen en ideas como la de que, efectivamente, Tesla era un extraterreste, o que fue asesinado para que un nazi asumiera la presidencia de los Estados Unidos. Sobre este tipo de información podemos encontrar cantidades inimaginables en la Red. Como contrapartida, gracias al trabajo voluntario de interesados en este hombre de ciencia, hemos podido acceder a mucho material hasta ahora inédito. Que la tecnología sea la principal vía mediante la que se recupere el nombre de Tesla no deja de ser paradigmático.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

2 Comentarios

  1. Sumamente interesante. Tesla es un icono para muchos, especialmente para aquellos que consideramos sus ideas como necesarias y con mucha genialidad inmersa.

    Gracias por compartir esta excelente entrevista.

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