En los breves ensayos de La palabra mágica, el detalle lo es todo:
“Los libros tienen sus propios hados. Los libros tienen su propio destinoâ€.
Los regÃmenes polÃticos van y vienen: las minucias de este volumen, sin embargo, permanecen largo tiempo en nuestra imaginación:
“Una vez escrito –y mejor si publicado, pero aun esto no es imprescindible– nadie sabe qué va a ocurrir con tu libroâ€.
Parece haber sido el objetivo de su autor dejar constancia de todo lo relativo al proceso de escritura, cuando afirma que:
“Puedes alegrarte, puedes quejarte o puedes resignarte. Lo mismo da: el libro correrá su propia suerte y va a prosperar o a ser olvidado, o ambas cosas, cada una a su tiempoâ€.
Atesoramos eternamente las enseñanzas de este escueto manuscrito.
Construye el escritor Augusto Monterroso, en la reedición de su antologÃa La palabra mágica (1983; Navona, Los ineludibles, 2017), un inusual cuadro psicológico del interior de su producción literaria. El pensador guatemalteco, ganador del prestigioso premio PrÃncipe de Asturias, reconocido maestro del microrrelato, murió en 2003, a los 81 años, en México DF, donde vivÃa con su esposa, la escritora mexicana Bárbara Jacobs. HabÃa nacido en Tegucigalpa, Honduras, pero tenÃa la nacionalidad guatemalteca. HabÃa residido en México desde 1944, cuando se exilió tras oponerse al dictador Jorge Ubico y protestar contra las multinacionales estadounidenses que operan en América Central. Volvió a Guatemala en 1996 para recibir el Premio Nacional de Literatura.
En la selección de sus artÃculos que nos ocupa, los entresijos del proceso creativo quedan estremecedoramente expuestos, a través de una escritura que captura el pensamiento, el sentimiento y el flujo del tiempo de manera innovadora:
“Ninguna fábula es dañina, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna enseñanza. Esto es maloâ€.
En manos del autor de La Oveja Negra y otras fábulas (1969), la hagiografÃa conduce a la verdad, y de ahà a la brevedad:
“La experiencia humana no es acumulativa. Cada dos generaciones se plantearán los mismos problemas y teorÃas, y siempre habrá tontos que traduzcan bien y sabios que de vez en cuando metan la pataâ€.
Sus sucintas exégesis son objetos invaluables a conservar en un mundo tumultuoso y prolijo como el nuestro. Monterroso escribe, cómo no, contra lo establecido:
“Vivir es común y corriente y monótono. Todos pensamos y sentimos lo mismo: solo la forma de contarlo diferencia a los buenos escritores de los malosâ€.
Su literatura simboliza, para el que esto escribe, el poder de la narración para describir la imposibilidad de narrar, de manera elocuente, eso sÃ, en un puñado de páginas. “Es uno de los autores más inteligentes, transparentes e hilarantes del idioma españolâ€, dijo acerca del autor de Movimiento perpetuo (1972) el autor mexicano Carlos Fuentes en 2000, año en que el guatemalteco ganó el premio PrÃncipe de Asturias. Profesor de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, habÃa recibido el premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana en 1996, asà como el más alto honor que el gobierno mexicano puede otorgar a los dignatarios extranjeros, el Aguila Azteca, en 1988.
Recordemos que Monterroso escribió una de las historias más cortas de toda la literatura, El dinosaurio, que dice en su totalidad: «Cuando despertó, el dinosaurio todavÃa estaba allÃâ€. El asunto de La palabra es, invariablemente, el de la opera omnia de su autor: cómo encontrar una forma narrativa instantánea que encapsule toda una vida:
“Cuando se traba conocimiento con las obras de Jorge Luis Borges se experimenta igual sensación que cuando se ha adquirido una enfermedad. No estábamos preparados para ella y el desasosiego que nos acomete se suma la duda de si terminará algún dÃa o si el mal concluirá por exterminarnosâ€.
Leer este libro supone transitar no sólo a través de la literatura de todos los tiempos, sino a través de un territorio emocional extremo: la aventura de una personalidad que refleja el flujo y reflujo de sus estados de ánimo, una imaginación que se debate entre el dolor y el deseo de crear.