SerÃa aterrador vivir sin poesÃa. La poesÃa está en todos los objetos y seres vivos. No podemos escapar a su influencia, a su perseverancia, a su existencia, no solo la que fluye en la palabra escrita, sino también aquella que revolotea en cada uno de los silencios que nos acompañan mientras vivimos. Nada existe sin ella. PodrÃa decirse que la poesÃa nos hace ser lo que fuimos, somos y seremos, nos condiciona aunque nos cueste percibirlo. Está ahÃ, delante de nuestros ojos, en el aire que respiramos, en la voz de la lluvia o en la tierra que pisamos. PoesÃa de la nostalgia y de la luz.
La poesÃa como estallido y quietud, ley de contrarios, como la vida, vida en sà misma, como lo es el libro objeto de este comentario, Felizidad, que merecidamente ha sido galardonado con el Premio Nacional de PoesÃa 2020 y el Premio de la CrÃtica de PoesÃa en gallego, autorÃa de Olga Novo (A Pobra do Brollón, Lugo, 1975), publicado por uno de los sellos editoriales españoles más singulares del momento actual, Olifante, con traducción y notas de Xoán Abeleira, quien nos aclara que «el tÃtulo original del libro es un calambur creado a partir de la división en dos partes de las sÃlabas del vocablo gallego felic-idade: Feliz Idade (Feliz Edad). Un juego semántico que, por desgracia no es posible mantener en castellano».
Desde sus primeras páginas el lector puede comprobar que se trata de un poemario lúcido, nacido de una experiencia vital que trasciende lo puramente cotidiano y donde el tiempo marca la expresividad del yo poético, que se debate entre el nacimiento a la vida de su hija Lúa y la muerte del padre. Principio y fin de un tiempo que no puede detenerse y en el que Novo proclama el amor y la belleza como razón existencial. Todo se sucede de forma natural, y entre el crecer de la hija y el decrecer del padre, queda al descubierto un poderoso vÃnculo con la palabra, con la poesÃa. La poesÃa entonces toma el vuelo hacia lo más secreto y lo más hondo hasta sentir que el oxÃgeno se acomoda muy adentro del cuerpo, muy adentro del alma, en el centro mismo del corazón, y fluye y fluye sin parar. Felizidad es un libro mágico, doloroso y tierno al mismo tiempo, porque bebe de una experiencia vital única, pero también un canto extraordinariamente bello.
Olga Novo afirma que «la belleza salva», como también la poesÃa, añado yo. Y asÃ, con estas mimbres, Novo construye un universo personal de una grandeza inequÃvoca: «porque un milÃmetro de vida / basta / para saber / que un milÃmetro de vida basta / para que persista la vida». Esta es la poesÃa honda e introspectiva de quien se ha dejado embaucar por el sonido de una rama, el rugido de un bosque o el silencio de la piedra, una poesÃa directa al corazón.
Como dice la poeta en la Carta proemio, «la poesÃa es un acto radical de vida», y, ciertamente, indiscutible parece esta aseveración cuando nos adentramos poco a poco en Felizidad, cuando nos dejamos llevar por la música de sus versos en nombre del amor paterno: «Estabas allà / sentado / yo admiraba tu potencia de bicho sin domesticar / que hozaba en el aire y me habÃa concebido a mà / que lloro leyendo los versos de Derek Walcott / como si entre nosotros mediasen tres siglos o más / y era una victoria sobre el mundo que tu hija escribiese libros / que tú no leerás nunca».
Pero la palabra viene a la vida y se va también hasta oscurecer el mundo en el más aterrador de los silencios y olvidos: «Porque al fin / papá / te diriges a mà sin orden en tus órdenes / y deshaces la sintaxis igual que desgranabas habas / y todo cobra el sentido profundo de cuanto no tiene lógica / ni está sometido a nada. // Igual ves cómo se me encoge el alma / cuando se te encoge la tuya».
Es la poesÃa de Olga Novo vital, amorosa, indómita en su belleza, y la emoción, el instrumento que la crea y la define: «Y yo aún no sabÃa / que la poesÃa tiene ojos / como el pan / esas burbujas de dióxido de carbono / que contienen los secretos del Universo / y calman el hambre / y ven / más allá de lo invisible».