Pedro Hofhuis: «El público pierde el hambre de teatro»

Vivimos una época de miseria intelectual. Faltan ideas. Faltan ideas.
Miguel Romero Esteo

Hablar con un director teatral siempre es complicado: incluso cuando el aludido es de la misma ciudad, tiene la misma edad, es de la misma promoción en la Escuela Superior de Arte Dramático (que él tuvo bemoles de terminar), y se comparten más o menos los mismos intereses, este encuentra siempre el modo de que las preguntas se multipliquen a medida que el diálogo avanza. Yo tenía cuatro asuntos sobre los que hablar, y esto fue lo que dio de sí aquella tarde, magdalenas aparte.

Pedro Hofhuis

Son tiempos complicados para la creación…

Son tiempos complicados para cualquiera.

Y en tiempos complicados te metes con textos complicados.

Tiene de bueno que no hay susceptibilidad con el texto. Nadie dudará que Lope o Calderón hacen malos versos…

Dices que hacen versos.

Es que los hacen, los crean.

¿Y cuál es el problema de hacer teatro clásico?

Con un texto clásico te expones, te puedes sentir maniatado… he tenido textos malos, pero de ahí han salido buenos espectáculos porque son mil factores los que influyen en el resultado final. Sin embargo, con un texto tan importante como El castigo sin venganza, ya no tienes excusa para un mal montaje…

¿A qué te refieres cuando dices que te expones al texto? ¿Te sientes responsable, o te ves de alguna manera superado por lo que lees cuando empiezas a trabajar?

Siempre he pensado que este tipo de obras solo puedes abordarlas cuando eres un completo ignorante, o cuando el trabajo de investigación y dramaturgia ha sido duro… o bien cuando eres un verdadero sabio. En mi caso me encerré en casa sin salir y leí todo lo que pude sobre teatro en verso… no sé si recuerdas a un profesor de Literatura Dramática de primero, cuando coincidimos en la escuela… decía que “cuando leo una obra me arrodillo, pero cuando la analizo me levanto y me visto”.

(Risas) Sí, nos hacía mucha gracia el modo de decirlo. Es cierto. ¿Y cuál es la razón de escoger a Lope, y El castigo sin venganza entre una producción que se antoja inabarcable?

Salvando las distancias, Lope de Vega es como Woody Allen. Tenía un montón de obras maestras y escribía una obra detrás de otra sin parar hasta tener una producción con un rango general de alta calidad. Sus obras menores son excelentes, y las mejores resultan enormes… en el caso de la obra, escogí esta que es de su etapa tardía… creo que es su última gran obra… Lope está a unos pocos años de morir, y en esa época donde adquiere conciencia de su desaparición habla mucho de la recuperación de valores como el honor, el alzamiento del amor por encima de todo… reflexiona sobre la imagen del padre y su relación con el hijo bastardo… se aferra con firmeza a la idea de la entrega total a la obra sin abandonar las críticas al poder… y sobre todo se reivindica como autor, como poeta.

Vuelve a su poética sobre el arte de hacer comedias.

En efecto. Ve cómo aparecen nuevos poetas que se creen genios sin serlo, y aquí deja una serie de sonetos, como el de “¿Qué buscas, imposible pensamiento?”.

Es el de Federico, en el segundo acto.

Es un ejemplo de perfección que Lope deja a modo de lección para los nuevos, que creen estar inventando el teatro.

Ahí es el Fénix de los Ingenios que decía Cervantes.

Eso es. Es un tipo que reniega de la arqueología espiritual propia de las nuevas generaciones. En la actualidad ocurre algo similar con cada nueva hornada… solo que no tenemos tantos Lopes.

¿Y cómo aplicamos esa perfección en los poemas de Lope? ¿Cómo ponemos en práctica esa sabiduría?

Te puedo contar mi idea desde lo que hacemos en Scena Klásica.

Pues cuenta, cuenta.

Lope hablaba del teatro como de una “espada dolorosa”. El proyecto y la intención de la compañía parte de la inquietud de que faltan ideas y de lo necesario de volver atrás, de buscar inspiración en las bases.

¿Cómo es la historia de fundar la compañía?

Todo empezó en unas jornadas de teatro clásico celebradas en Almería. Leyendo el programa observé que eran muy pocos los docentes que participaban en las ponencias, tan solo había un centro de estudios teatrales. Lo que me indujo a pensar que preocupa muy poco la transmisión del teatro clásico a los jóvenes. Creo que no me equivoco.

La educación es clave…

A ningún chaval le resulta pesado acceder a la mitología cuando está bien explicada y representada. De igual manera, cualquiera puede llegar a una obra del Siglo de Oro, no es cierto en absoluto que sea algo para los expertos en la materia. De hecho, el mismo Lope tenía muy desarrollado el sentido de la intuición como espectador y planeaba sus textos pensando en el espectáculo, en la escena. El suyo es un teatro muy físico, muy visceral, a pesar de la alta poesía, y nacía de la intención de devolver el teatro al pueblo…

Contaba cosas que el pueblo quería saber.

No nos engañemos, sus obras tienen mucho de Sálvame Deluxe: intrigas en la corte, cotilleos, sangre… pero la finalidad era emplearlas como herramienta para contar lo que pasaba.

En la actualidad la televisión no cumple ese objetivo.

La tele siempre ha sido el hermano feo que sustituye las restantes relaciones humanas. Llegas a casa y pones la tele sin pensar en el acto mismo de encenderla, el presentador te habla como si fuerais primos de toda la vida… se supone que nos da compañía, pero es un medio que no nos escucha.

Y ¿qué opinión te merece el teatro contemporáneo?

No tengo nada en su contra. Yo me estrené con Roberto Zucco, de Koltés. Soy un apasionado de compañías que apuestan por el contemporáneo, como La ví e bel, o La Zaranda. No es una cuestión de gustos, o de complejidad. Se trata de hallar ideas, y en el Siglo de Oro hay más luces que en los textos de la actualidad… de hecho, muchos textos contemporáneos interesantes parten de revisitar a los clásicos. Y todos podemos citar obras que no paran de representarse.

Como El castigo…

Cuando estrenamos en Málaga nuestro montaje coincidimos con la compañía Rakatá, que también la ha montado. Son cosas que pasan. Lo emocionante es que haya público que aún quiera verla.

¿Es cierta esa afirmación que tanto se ha escuchado durante los últimos años acerca del estado del teatro, eso de que ha sido el único sector cultural donde no se estaba en crisis?

Es totalmente falso.

Lo digo porque se están cerrando salas.

Es que durante demasiado tiempo se ha dependido de las subvenciones institucionales de turno.  Las subvenciones no son malas en principio, el problema es que uno se acostumbra a la seguridad, a la normalidad. El público pierde el hambre, y a la vez se cansa de la arrogancia de los que cobran por un caché, que además crea una dependencia de las administraciones públicas muy difícil de solucionar. Vivir de la subvención es un hábito muy malo que da lugar al círculo vicioso que acabo de describir. Los cachés han hecho mucho daño…

O sea que no ha crecido la afluencia de público.

Para nada. Y lo peor es que cuando hemos tenido poco, no nos hemos preocupado lo más mínimo por ofrecerle una buena herramienta para pensar, una herramienta en forma de espectáculo. Eso es lo que necesitamos.

¿Sería una solución una presencia mayor del teatro en otros espacios, como el callejero?

No necesariamente. Me parece perfecto que se haga teatro en las calles, o incluso en casas. No voy a decir que mi sistema de volver al teatro en verso sea mejor que otro. En estos tiempos no podemos lanzarnos fórmulas mágicas. En nuestra compañía mantenemos prácticas, como la de que todos cobramos igual sobre el precio de la entrada, que nos han funcionado. Pero hay cosas que no nos han ido tan bien y ni siquiera los aspectos positivos son transferibles a otros.

¿Se ha especulado con la escena también?

Ha habido una verdadera burbuja teatral creada a partir de todo lo que acabamos de hablar. Si además de no ser esa espada dolorosa a que aludía antes se participa de una mala administración, pues pinta mal la cosa. Pero se trata de limitarte a quejarte o a intentar ser parte de la solución. A veces pienso que una solución posible es que cada compañía tenga su sala propia, y que las distintas compañías se intercambien esos espacios… pero no lo sabemos porque tampoco es algo que se haya probado con determinación.

¿Qué está ocurriendo en Málaga? Escuela Superior nueva, una especie de resurgimiento del teatro clásico, la designación como capital mundial para el Día de la Commedia dell’arte… ¿sucede algo o es un espejismo?

Están pasando cosas, pero no sabría decir exactamente qué. En el caso de la capitalidad de la Commedia dell’arte el mérito completo es de Javier Oliva y Teatro del Lazzi.

Tengo que irme.

Yo también.

*************

Hace poco tuve una conversación con Iago Pericot, decano del teatro underground catalán, y tenía impresiones similares, las mismas inquietudes que Hofhuis. Sin embargo, partía de premisas diferentes, y me hablaba con apasionamiento de las posibilidades de las nuevas tecnologías, en las cuales investiga. Las dos charlas acabaron igual: “pasan cosas, pero no sabemos qué”, y con “tengo que irme”. Sea como sea, sabemos cómo es el enemigo, qué ropas viste. Lo conocemos. Cada uno sabe, o debería saber, qué hacer con la parte del espectáculo en la que ha de intervenir.

Daniel Jándula
www.nedham.blogspot.com

* Fotos: Scena Klásica

Daniel Jándula

aniel Jándula (Málaga, 1980) es autor de “El Reo” y la obra conjunta, “Pistolas al amanecer” (ambas en Ediciones Noufront, 2009). Colabora con Ruta 66 y Calidoscopio. Traduce bestsellers y manuales que ayudan a mejorar nuestras técnicas de venta, además de corregir y volcar al castellano libros de todos los temas que puedan imaginarse.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

Thomas Bernhard desde Dubrovnik

Next Story

Empieza a leer «Mejor que ficción», de Jorge Carrión, ed.

Latest from Teatro