«En la zona principal, los animadores estaban comenzando sus actuaciones. No eran simples fenómenos monstruosos, sino artistas legÃtimos con habilidades y talentos. No se exhibÃan ellos mismos, sino más bien sus capacidades inusuales. Bailarines, acróbatas, malabaristas, tragafuegos, luchadores, duelistas, domadores de animales, payasos, jinetes, buceadores, forzudos, magos, adivinos, muchachas bonitas… CaracterÃsticas que habÃan sobrevivido a lo largo de miles de años. No habÃa nada nuevo; solo aquellas anormalidades eran nuevas. La guerra habÃa producido monstruos, pero no nuevas habilidades.»
Un mutante en particular, Jones, llama la atención de la policÃa ya en su primera aparición: se trata de un precognitivo, «precog» en la jerga dickeana, un individuo que se jacta de conocer el futuro a un año vista. Pero ese poder choca con la ideologÃa que rige el gobierno, el «relativismo de Hoff», una doctrina que no permite la profecÃa y proscribe la búsqueda de la verdad, sea esta filosófica, polÃtica o religiosa.
Ediciones Minotauro
«-Porque la seguridad es el menor de dos males. He dicho males, pero, por supuesto, tú y yo sabemos que no existe el mal. Un vaso de cerveza es malo a las seis de la mañana. Un plato de gachas parece un infierno a las ocho de la tarde. Para mÃ, el espectáculo de los demagogos que matan a millones de personas destruyendo el mundo con guerras santas y derramamiento de sangre, o derribando naciones enteras por implantar alguna «verdad» religiosa o polÃticas es… -Se encogió de hombros-. Repugnante. Inmundo. Comunismo, fascismo, sionismo: son las opiniones de individuos absolutistas impuestas a la fuerza en continentes enteros. Y no tiene nada que ver con la sinceridad del lÃder. O de los seguidores. El hecho de que lo crean lo hace todavÃa más repugnante. El hecho de que podrÃan matarse unos a otros y morir voluntariamente por verbalismos sin sentido…»
Sin embargo, además de la violación de una ley tan imprecisa -las peores leyes son las ambiguas, las que admiten interpretaciones múltiples porque lo difuso de sus lÃmites provoca su cumplimiento por exceso ya que no se puede precisar con exactitud la lÃnea que separa lo legal de lo ilegal-, parece que la persecución y el encarcelamiento de Jones tiene otras motivaciones de carácter polÃtico.
«-Para mÃ, esto es el pasado -dijo Jones con voz ronca-. Este momento, con vosotros tres, aquà en este edificio, es para mà hace un año. No es tanto como poder ver el futuro; es más bien que tengo un pie atrapado en el pasado. No puedo soltarlo. Voy retardado. Estoy reviviendo un año de mi vida para siempre. -Se estremeció-. Una y otra vez. Todo lo que hago, todo lo que digo, oigo, experimento, tengo que pasar por ello dos veces. -Alzó la voz, aguda y angustiada, sin esperanza-. ¡Estoy viviendo la misma vida dos veces!»
La precognición de Jones y su cuestionamiento de la legalidad impuesta es un problema menor -su influencia puede llegar a ser importante, pero involucra a una sola persona y su efecto sobre el orden social es muy reducido- si se compara con el otro desafÃo que debe afrontar el Gobierno Federal Mundial: la amenaza de invasión del planeta por parte de unos seres extraterrestres supuestamente inofensivos, los «derivos», pero cuyas intenciones reales son desconocidas.
La sospecha de que la precognición de Jones pueda serles de ayuda para gestionar esa invasión -y la dificultad de probar su delito, más teniendo en cuenta que Jones ya conoce el desenlace del proceso- hace que le dejen en libertad, aunque bajo una discreta vigilancia. Jones es solo un sÃntoma; los derivos son solo un sÃntoma; pero lo cierto es que la impresión general es que el mundo conocido se está transformando a una velocidad inasumible para sus habitantes, que ven, impotentes, cómo los cambios inesperados se llevan consigo los puntos de referencia mediante los que podÃan definirse y reconocerse.
La preocupación del gobierno va en aumento a medida que el fenómeno Jones va adquiriendo más relevancia y comienza a suponer una amenaza real, más por el número de seguidores, en constante aumento, que por su poder instrumental. Con la intención de cortar el movimiebto de raÃz, contrata a un asesino que acabe con Jones, pero cualquier intento en este sentido topa con la dificultad que supone la precognición de este, que le permite hacer fracasar todo atentado contra su vida.
En realidad, el instinto hace que la principal preocupación del ser humano sea su propia conservación, pero, en el caso de aspirar a un bien mayor, la propia muerte podrÃa significar el triunfo definitivo, el sacrificio del hombre que podrÃa estar por encima de la muerte como prueba difinitiva de la validez de su doctrina.
¿Les suena algo ese tipo de razonamiento? ¿Alguna religión institucional que se base en el mismo equÃvoco? ¿Algún otro suicidio -pues de eso se trata si la vÃctima conocÃa el desenlace y, pudiendo, no hizo nada por evitarlo- ha sido más productivo que el de Jesús de Nazareth?
Joan Flores Constans nació y vive en Calella. Cursó estudios de Psicologia ClÃnica, FilosofÃa y Gestión de Empresas. Desde el año 1992 trabaja como librero, actualmente en La Central del Raval. Lector vocacional, se resiste a escribir creativamente para re-crearse con notas a pie de página, conferencias, crÃticas y reseñas en la web 2.0, y apariciones ocasionales en otros medios de comunicación.