Roger Olmos y David Aceituno: fusión perfecta de imágenes y palabras

Los álbumes ilustrados se han convertido en una apuesta importante de muchas editoriales durante 2011. De los últimos en aparecer, Besos que fueron y no fueron (Lumen) tiene todos los ingredientes para convertirse en una de las joyas surgidas en España en los últimos tiempos. Homenaje a los cuentos y a la literatura clásica, reinterpretación de historias conocidas, el libro es también, desde su propia concepción, un tributo a uno de los gestos amorosos más identificables y deseados: el beso. Hablamos con los autores de texto e ilustraciones, David Aceituno y Roger Olmos.

Besos que fueron y no fueron es algo más que un homenaje a la literatura y a los cuentos. ¿Cómo surgió la idea de dedicar un libro a ese acto, el de besar, del que tanto se ha escrito?

David: La idea fue de nuestra editora, Magela Ronda. Se le ocurrió crear un libro ilustrado que tratara exclusivamente de besos y que no estuviera sólo dirigido al público infantil, que fuera a la vez un catálogo de besos, con un manual, un test, un diccionario, pero también un libro de cuentos, con personajes clásicos y de cosecha propia.

Roger: David le acabó de dar un sentido a todo y yo lo traduje en imágenes. La idea era también hacer un álbum que no fuese una historia seguida, que tú pudieses abrir cualquier página y leer, buscar, recordar, y otro día otra página. Y la verdad, también porque creo que en el terreno de este tipo de libros no había mucho que fuese muy específico sobre el tema de besos.

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Hay una gran interacción entre los dos lenguajes, el gráfico y el literario. ¿Cuál ha sido el proceso de trabajo?

Roger: Primero ha sido el texto, luego la imagen, y de la imagen se ha retocado el texto, para quizás después volver a cambiar algo de la ilustración. Ha sido un trabajo bastante triangular, en todo momento ha habido comunicación por las tres bandas (menos julio y agosto, que aquí un servidor no ha tenido vacaciones, “and I was alone in the dark”…).

David:  Si se ha conseguido esa interacción se debe a varias cosas: primero porque ya desde el principio establecimos cuáles iban a ser las pautas de trabajo, el estilo de las ilustraciones y el tono de los textos. Aunque tuviéramos margen para combinar distintos tonos y estilos, había que conseguir un libro coherente.  Una vez marcado el rumbo, era necesario ajustar, quitar aquí, poner allá, queríamos que el resultado gustara a quienes estábamos implicados, así que ha habido seguimiento en cada página. En cuanto al funcionamiento creativo no siempre ha sido unidireccional, aunque en la mayoría de casos el texto principal ha inspirado la ilustración, mientras que los textos secundarios han sido creados a partir de los dibujos de Olmos, de lo que me inspiraban esos detalles y los personajes; otras veces, el dibujo venía primero… La maquetación ha corrido a cargo de Magela, ella ha sido quien ha elegido tipografías, cuerpo de texto, distribución de las páginas, además de coordinar lo que hacíamos Roger y yo.

Encontramos dos contenidos diferenciados, uno de “manual” (tipos de labios, el test, o el juego de los besos), y otro más literario, con personajes conocidos y otros creados por vosotros. ¿Cuál de los dos os ha representado mayor trabajo, si se puede medir de alguna manera?

Roger: Todos han tenido sus más y sus menos, no hay ninguno que especialmente haya costado más…; quizás lo más costoso fue al principio, porque no estaba muy claro por dónde teníamos que tirar, yo no quería hacer algo muy cursi y por otro lado los de “arriba” me iban echando el freno con mis desfases… hasta que conseguimos un equilibrio entre lo que yo quería hacer y lo que ellos buscaban. De la sirena por ejemplo se hicieron hasta 4 versiones…

David: Diría que no es mensurable: la dificultad se distribuía en textos de uno y otro tipo. Y eran también dificultades distintas, la de la parte manual era un trabajo más paciente, de  búsqueda y recolección de las definiciones del diccionario, de los tipos de labio, las preguntas del test… El reto de los cuentos consistía en dar con el enfoque adecuado; algunos salieron rápido, como el de Peter Pan o El hada malvada, otros sufrieron modificaciones hasta que se ajustaron a lo que queríamos. La sirena, por ejemplo, era mucho menos pija y coqueta de lo que es ahora.

¿Escogisteis a los personajes literarios de referencia por consenso, había alguno más que dejasteis fuera?

Roger: De eso se encargaron Magela y David, yo propuse alguno creo… pero no me acuerdo. De no haberse quedado fuera unos cuantos la verdad, el libro podría haber tenido 5000 páginas, pero yo no quería jubilarme solo con este álbum.

David: Había personajes que queríamos que estuvieran desde el principio, como Cyrano, Romeo y Julieta o Peter Pan, otros fueron surgiendo a medida que pasaban los meses, a partir de lecturas, ideas, charlas, recuerdos… Y sí, más o menos sometidos a consenso. El caso del Robabesos fue curioso: en un principio, contaba la historia de un hombre que entraba a robar besos en las casas donde los había, precisamente porque en la suya andaban escasos; luego decidimos que el Robabesos tenía que ser otro tipo de personaje, no podía tener ese lado Robin Hood, un personaje que se llamara Robabesos tenía que dar grima y un poco de miedo… Es uno de los personajes a los que más cariño tenemos. Y sí, hay otros personajes que se han quedado fuera.

David, en el libro has tocado diferentes estilos narrativos y poéticos, hasta el haiku. ¿Te lo planteaste como una oportunidad para experimentar?

David: No lo llamaría experimentar. Desde el planteamiento del libro se habló de no pensar exclusivamente en el público infantil a la hora de abordar los textos; otro de los pactos que salió pronto fue el de rebajar el tono cursi o el exceso de clichés. Lo vi más bien como una posibilidad de que los textos tuvieran varias lecturas, de que hubiera referencias y guiños a distintos tipos de lectores; lo del haiku es anecdótico…

En tu caso, Roger, Besos que fueron y no fueron te ha permitido trabajar con referencias y estilos artísticos muy variados. ¿Te han influido más sus textos o las obras en las que se inspiran?

Roger: Los  textos principalmente, y evidentemente las obras de donde provienen. Pero me gusta reinterpretar de un modo u otro a los clásicos.

¿Se ha partido, en algún caso, de la ilustración para elaborar el texto, o el equilibrio con el que se pensó el proyecto ha permitido concebirlo en paralelo?

Roger: Sí, sobre todo con la máquina expendedora, empezó siendo una máquina que fabricaba besos, y a raíz de una serie de dibujos y esbozos, acabó siendo una máquina expendedora de besos para personas que necesiten un poco de afecto en algún momento en concreto. Casi todo el proyecto ha ido creciendo en paralelo.

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Esa máquina expendedora de besos me ha recordado a los inventos del Profesor Franz de Copenhague. ¿No te sentiste tentado de hacer una ilustración del estilo de Benejam o Sabatés?

Roger: Supongo que sí, todos (los de nuestra quinta) tenemos en el subconsciente recuerdos de las locas máquinas del TBO. Yo me pasaba mucho rato inspeccionando esos artilugios y buscándole un sentido a cada pieza, así que algo habrá influido.  El inventar máquinas alucinantes e ilustrarlas, al no tener que demostrar que eso funciona y no tener que rompernos la cabeza en su interior y poder darnos ciertas licencias basándonos en la fantasía, pues me encanta hacer de ingeniero. Hace un tiempo, para una de las campañas de animación a la lectura de Las rozas de Madrid, también les hice un cartel en el que salía una máquina donde por un lado entraban personajes fantásticos de todo tipo y se transformaban mediante un proceso “mágicomecánico” en un libro. Era una máquina estupenda.

¿Has utilizado la misma técnica para crear todas las ilustraciones?

Roger: Básicamente sí, todas están hechas en óleo y retoque digital.

Tus ilustraciones no son nada planas, al contrario, están llenas de recovecos, de personajes y formas que hay que descubrir. ¿Fue el motivo que os llevó a crear el final del libro, con los «Personajes no tan secundarios»?

Roger: Exacto, esa parte fue improvisada en el último momento, para dar un sentido a todas las criaturillas que salen a lo largo del álbum.

David, las poderosas ilustraciones de Roger son un reto para el escritor y, aquí, tiene un papel importante la maquetación y esa interacción de la que hablábamos antes. ¿Te preocupaba especialmente que el texto no quedara oculto?

David: En los libros ilustrados el texto tiende a quedar en un segundo plano. Está claro que los ojos perciben antes y con mayor intensidad el reclamo de la imagen. Luego, ya en casa y si apetece, uno se lee los textos, picotea de una página y de otra. Mientras escribía no pensaba en el plano que iba a ocupar una vez el libro estuviera maquetado, sino en organizar un buen texto e intentar resolver los problemas que iban apareciendo… Saber que después de eso (o antes) Roger estaba al otro lado con una de sus ilustraciones era un lujo. Si el texto fallaba o aburría, la mirada siempre podía desviarse hacia las ilustraciones de Roger.

¿Qué ha sido más difícil, escribir sobre personajes clásicos o crear nuevos?

David: Creo que esas dificultades tampoco se pueden comparar. La dificultad que se repetía en los personajes clásicos era la de no caer en la repetición, por eso el libro está lleno de finales alternativos, de anacronismos… Sí que puedo decir que me he divertido un poco más con los personajes nuevos, o creando cuentos cruzados. El último, por ejemplo, junta a Barbaespesa, que había sufrido un desengaño amoroso páginas atrás, con la sirena, que no había besado nunca a nadie.

Parece que el libro ilustrado de gran formato está llenando de nuevo las librerías. Creo que estos son de los pocos que me cuesta ver en eBook, a no ser que se trate de animaciones, como ya han hecho con alguna versión electrónica. ¿Cómo lo veis vosotros?

Roger: A mí me gusta el papel, y más este tipo de libros de gran formato, apreciar bien cada detalle de la ilustración, abrir la página y que te abrace mientras te sumerges ahí dentro.
También es verdad que los libreros se están arruinando cada vez que han de encargar nuevas estanterías más altas por los nuevos formatos.

David:  Suena a tópico, pero creo que un número importante de lectores percibe que el libro ilustrado de gran formato todavía tiene valor como objeto, más allá del contenido; por un lado, es palpable, llamativo, huele a libro recién impreso; por otro, no hace falta que sea cómodo, portátil, no es un libro que suela salir de casa… No sé si durará, pero parece que los libros electrónicos y los de papel de momento conviven bien en el mercado. Y en algunas casas.

José A. Muñoz

Ilustraciones cedidas por Lumen.

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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