Con la concesión del prestigioso premio Nobel de Literatura al escritor peruano Mario Vargas Llosa nos hemos encontrado los periódicos y revistas inundados de artÃculos y testimonios sobre el homenajeado; y la mayorÃa de ellos nos presentan diferentes aspectos de su faceta profesional en el ámbito literario y polÃtico.
Es decir, que la faceta pública se presenta suficientemente conocida y es en esencia la que los medios de comunicación  se están afanando por dar a conocer al mundo, en parte como homenaje y reconocimiento al gran escritor.
Me sorprendió especialmente por lo diferente que me pareció respecto a todo lo que habÃa leÃdo, incluso muchos de sus otros artÃculos, siempre plagados de connotaciones ideológicas, polÃticas o meramente literarios. No llegaba a ver nunca al hombre en ninguno de sus textos, sólo al ciudadano, al ideólogo comprometido, al individuo luchador y reivindicativo. Éste era un texto mucho más sencillo, más natural, incluso tierno, como escrito por un niño grande.
“La casa de la calle Ladislao Cabrera, en Cochabamba, donde vivà mis primeros años, tenÃa tres patios. Era de un solo piso y muy grande, por lo menos en mis recuerdos de esa edad, inocente y feliz. Lo que es para muchos un estereotipo —el paraÃso de la infancia— fue para mà una realidad, aunque, sin duda, embellecida desde entonces por la distancia y la nostalgiaâ€.
Mario Vargas Llosa, 1944, en su primera comunión (Foto: "Vargas Llosa, el vicio de escribir" - Alfaguara -)
Sus primeros versos fueron escritos cuando contaba nueve años y en esa precoz vocación literaria tiene mucho que ver la figura del abuelo materno del que el autor ha comentado en una entrevista que “escribÃa unos versitos que le hacÃan mucha ilusión†y a quien el joven Mario admiraba enormemente.
La muestra exhibe, por otro lado, como uno de los objetos más curiosos, una carta escrita a máquina cuando tan sólo contaba con siete años y que representa su primer escarceo literario. El escrito va dirigido al Niño Dios y es la carta que el pequeño Mario envÃa para pedir sus regalos de Navidad. Es un texto lleno de ternura, inocencia y sencillez en el que podemos leer:
La lectura le descubrió otros mundos y el escritor recuerda como, pese a ser los años de Bolivia una etapa realmente feliz, era aún mayor la felicidad que le reportaba la vida en esos otros mundos de fantasÃa que plagaban las novelas de aventuras que“devoraba con glotonerÃaâ€.
Durante esos años aparecen en su entorno otras figuras que no son menos influyentes y que, en cierta medida, van moldeando su forma de pensar. La convivencia con su tÃa y su abuela y las posturas que ambas mantenÃan ante la vida, su falta de tolerancia, la imposición de reglas basadas en verdades absolutas e incuestionables cuya discusión simplemente no se aceptaba y la ideologÃa dogmática  provocaron el rechazo de ese tipo pensamiento y, con el paso de los años, lo condujeron hacia posiciones liberales (de proclama de la libertad del ser humano por encima de todo, libertad moral, de conciencia, y responsable como base de la civilización y de una sociedad progresista) totalmente contrarias a lo que habÃa vivido en su infancia. Esta forma de pensar le ha llevado a defender la resistencia del individuo ante el acoso del poder, a atacar y denunciar las dictaduras, y a un serio compromiso social y polÃtico que le ha acarreado no pocas crÃticas.
Mario Vargas Llosa, 2010 (Foto: Daniele Devoti - Wikipedia)
El joven periodista pronto se dio cuenta de que jamás llegarÃa a ser un escritor profesional en Lima porque la literatura no se consideraba allà una profesión por lo  que comenzó a acariciar un viejo sueño que pronto se hizo realidad:
“Yo desde pequeñito tenÃa el sueño de ParÃs. Estaba convencido de que si no llegaba a ParÃs, no serÃa nunca un escritor, que habÃa que vivir en ParÃs para ser un escritor porque ParÃs era el centro de la cultura, de la literaturaâ€.